El metaverso que parece concitar nuestra atención por estos días, no es nuevo para muchos lectores. El término se concibió originalmente como el escenario de la novela de ciencia ficción Snow Crash, de Neal Stephenson, publicada en 1992, donde los espacios virtuales proporcionaban un escape a las sociedades en decadencia.
Los metaversos son universos donde los humanos interactúan bajo tres entornos básicos: laboral, social y juegos, logrando su propia representación con avatares en un ambiente virtual, el que actúa como una simulación del mundo real, pero sin las limitaciones físicas o económicas que podamos acarrear.
Es claro que bajo esta premisa podemos celebrar: juntas de trabajo con otros miembros de nuestros equipos, acudir a reuniones sociales o conciertos, e incluso sumergirnos en el apasionante mundo de los video juegos. Pero como decían nuestros abuelos: “de eso tan bueno no dan tanto”, y de Mark Zuckerberg cuya reputación está en declive por hacer uso indebido de las bases de datos de millones de usuarios, incidir en las elecciones pasadas en USA a favor de Donal Trump, violar derechos de privacidad, etc, sí que se debe estar atentos.
No obstante, no es el único gigante tecnológico en pos de colonizar lo que ellos llaman “metauniverso”, y empresas como Nvidia, Roblox o Microsoft, trabajan ya en temas específicos o han mostrado su interés.
No cabe duda, que en pocos años todos estaremos inmersos en este, “metauniverso”. Para ello sólo bastaran unas lentes de realidad virtual aumentada (VR), y de esa forma accederemos con facilidad al entorno deseado. Pero el peligro para los seres humanos no radica en sumergirse en este escenario, sino el tiempo que se pase en él, las sensaciones que se puedan percibir, la satisfacción y el reconocimiento alcanzado en ese mundo alterno, y que ya no se distinga lo real de lo ficticio.
En ese momento estaremos abocados a la mayor crisis existencial, jamás padecida por nuestra humanidad; dejando de ser nosotros mismos con nuestras virtudes y limitaciones, para vivir la vida que siempre hemos anhelado tener. Ya no habrá forma de que millones de jóvenes y adultos abandonen ese mundo. Aunque es posible que se establezcan campañas exhaustivas para detener la adicción a este tipo de ambientes, el mal ya está causado, pues la expectativa ha sido mayúscula.
No en vano Facebook, ha invertido en innovación y tecnología (I.T) un presupuesto superior al de sus competidores con el fin de acceder primero a este monumental negocio, a sabiendas, de que aún no lo tiene implementado. Eso sí, ya se sabe que el primer golpe lo asestaran con la venta de “skins”, pieles, ropajes y accesorios para nuestros avatares, como primera forma de monetización.
No falta repetir el peligro que correrá nuestra salud mental, si estos avances tecnológicos no son utilizados de forma correcta. Por eso se debe insistir hasta la saciedad en la interacción social, pero con personas de verdad.