En la Antigua Roma el ejercicio del poder concedía no solo derechos sino también ciertas obligaciones, que generaban responsabilidades. De la responsabilidad “personal” se pasó a la responsabilidad “política”. En la presente Nota Ciudadana se mostrará esta evolución en el período del Imperio romano, haciendo énfasis en el Acceso y la Salida del poder. Estudiar este período es muy importante porque hoy en día abundan gobernantes, sobre todo en América Latina, que nada tendrían que envidiar a los monarcas, dictadores, caudillos, tiranos o Emperadores de la antigüedad romana. Cabe una pregunta: ¿Existen en la actualidad fenómenos sociopolíticos cuyos orígenes o esbozos puedan ser hallados en el Imperio romano? Sí, y a veces como puro calco.
La República romana Tardía conduciría al Imperio
Fue gracias a una sucesión de hechos: -43 a.C.: asesinato de Cicerón y formación del Segundo Triunvirato (Octaviano, Marco Antonio y Lépido) para vengar el asesinato de Julio César. -42 a.C.: Victoria del Segundo Triunvirato en la Batalla de Filipos, suicidio de Bruto y Casio. -36 a.C.: Ruptura del Segundo Triunvirato. -33 a.C.: Estallido de una nueva guerra civil entre Marco Antonio y Octaviano. -31 a.C.: Marco Antonio es derrotado por Octaviano en la batalla de Accio. -31-23 a.C.: Octaviano ejerce el consulado todos los años. -30 a.C.: Suicidio de Marco Antonio y Cleopatra VII de Egipto (ahora provincia romana). -27 a.C.: Instauración del régimen imperial, Octaviano adopta el nombre de Augusto y es nombrado Princeps. Luego vendrá el princeps legibus solutus est, que le servirá a gobernantes abusadores que se creen “sueltos” de ley y madre.
El ascenso de Julio César condujo al Imperio
Julio César, alcanzó la Dictadura militar y quiso restaurar la Monarquía. Acumuló todos los poderes ejecutivos, legislativos y hasta judiciales. Pasó al populismo. Obligado, el Senado le concedió el Imperium (Potencia) y se hizo Emperador, Tribuno con Inviolabilidad, Pontificado supremo y poder de Censura. Acumuló todos los honores: un templo que lo deificaba, un mes del año. Los patriotas republicanos lo asesinaron. Vino la guerra civil, el “bogotazo” de la época. Asumió Octavio, su hijo adoptivo. Con este, la República inicia una corta agonía. Llegará el Imperio, quemando rápidamente etapas intermedias. Luego, los emperadores tercermundistas quemarán todo lo que se les oponga en África, Asia, América Latina.
El ascenso de Cayo Octavio Turino (63 a. C.-14 d. C) implantó el Imperio (27 a.C.-14 d.C.)
Ingresó al Segundo Triunvirato, con Marco Antonio y Marco Lépido. No renunciaron a los poderes de Julio César. Disminuyeron las Asambleas. Regresado a Roma en el 29 a. C. se hizo amo indiscutible del Imperio y fue llamado “Augusto” (Exaltado) y “Princeps” (Primer ciudadano). Recibió los títulos de Dictador, Cónsul vitalicio, el poder de Imperium vitalicio, comandante supremo de todas las legiones de la República y de Emperador. Todo esto, todavía bajo la República. Fue autócrata durante 40 años. Murió en la cama (en 14 d.C.), toda una hazaña. Sus sucesores heredaron estos poderes, ofreciendo siempre al pueblo -vanamente- la paz y el orden. Con Octavio pereció la República y vino la globalizadora Pax Romana, ahora imperial. Augusto, primer emperador romano, devino en la máxima autoridad política y religiosa del Imperio. Mantuvo todas las formas republicanas de gobierno, pero en la práctica gobernó como un autócrata desde el año 27 a. C. ¿Cómo Rafael Trujillo?
Hechos destacados de Cayo Octavio Augusto Emperador
Impuso el régimen del Helenismo en religión, filosofía, derecho y las artes. La vida política y social estuvo regida por diferentes males: -La corrupción (venalidad de los cargos y de las elecciones); -La violencia (asesinatos políticos, motines, justicia impotente y venal); -La pereza (el otium perezoso); -La miseria de las clases (popular y media); y -El redentorismo (la llegada de un Salvador). Octavio, engañó a los romanos, no respetó las instituciones republicanas. Todo lo contrario, estableció definitivamente el poder de uno solo. Se hizo atribuir por el Senado: -El poder de los Cónsules y el de los Procónsules (Imperium). -El poder de Tribuno del pueblo, que le otorgaba la inviolabilidad y el derecho de presentarle a los Comicios proyectos de ley; -La prefectura de las costumbres (Censor), cargo que le permitía reclutar el Senado; -El poder militar supremo (Imperator); -El soberano pontificado de la religión nacional; y, -La calidad de dios. Justificó su poder personal por medio de la organización de varios renglones del Estado: -Financiero; -Militar; -Administrativo; y -Religioso (el culto al Emperador). Al pueblo y a las provincias les ofreció la paz y el orden, para salir de la guerra civil. Augusto y su familia le dieron esplendor a una Roma planetaria. Sin embargo, Séneca le criticó duramente el despotismo. Como lo haría siglos más tarde Monseñor Óscar Arnulfo Romero con un emperador con charreteras que dormía en “cama de marfil”.
La vida del Primer Imperio
Los dos primeros siglos del Imperio fueron de estabilidad y prosperidad sin precedentes. Era la Pax Romana. Este sistema colapsaría durante la Crisis del siglo III d.C. por las frecuentes y prolongadas guerras civiles. Llegaron el Principado y el Dominado, dos etapas de fortalecimiento del poder despótico, asimilable a las futuras monarquías absolutas. En el año 286, para tratar de estabilizar al Imperio, Diocleciano dividió la administración en: un Este griego y un Oeste latino. Pero, Roma ya no era la capital del Imperio. La forma de gobierno imperial se volvió a unir y separar en diversas ocasiones. A la muerte de Teodosio I en el 395, quedó definitivamente dividido en dos. Los cristianos ascendieron a posiciones de poder tras el Edicto de Milán promulgado por Constantino I, el primer emperador en bautizarse como cristiano (313). Llegarían las Grandes Migraciones de los bárbaros. Comenzaría un declive acelerado del Imperio romano de Occidente. Con la caída de Rávena ante Flavio Odoacro y la deposición del usurpador Rómulo Augústulo en el 476 (hijo de Flavio Orestes, quien había depuesto a Julio Nepote, reinó solo 10 meses con solo 14 años de edad), se señala tradicionalmente el fin de la Edad Antigua y el comienzo de la Edad Media. Una época imperial de 500 años cayó por derrocamiento, siguiendo la tradición. Método copiado ampliamente por América Latina.
El Principado (Alto Imperio romano) y la Pax Romana
Durante esta época se encontrará la Dinastía Julio-Claudia, el Año de los cuatro emperadores, las dinastías Flavia y Severa, así como la Crisis del Siglo III, que finalizaría en el 284. Octavio es proclamado por el Senado y el pueblo Princeps (Primer ciudadano, 27 d.C.), recibe el poder de Imperium proconsular y el título de Augusto. Pone fin a las guerras civiles. Hay estabilidad social y económica. Es la Pax Romana, que durará dos siglos. Bajo su divisa, se construyeron grandes obras y es así como al lado de las fortificaciones militares romanas de provincia fue surgiendo una red de ciudades a lo largo del territorio imperial, con formas administrativas muy diversas: colonias, municipios, polis. La malgama de tantos pueblos, razas e idiomas fue cimentada por la Pax Romana y la propaganda oficial imperial que invitaba a respetar y disfrutar de los valores del tiempo de paz. Los elementos de esa propaganda imperial tenían como basamento: el culto público, los juegos y festividades, los concursos de artistas, oradores y deportistas, el arte, la majestuosidad de los edificios públicos, los termales y los baños públicos y, sobre todo, una burocracia muy letrada y eficiente, encargada de aplicar las leyes y demás actos del poder. Panem et circenses…
Con el auxilio de las legiones, Augusto se convirtió primero en Emperador de facto
Las pocas revueltas en las provincias son prontamente sofocadas por unas legiones muy eficientes. Augusto reforma a fondo todo el Estado en lo militar, lo político y lo económico. Nombra sus propios senadores. Impone sus políticas a los gobernadores provinciales. Se crea -en los hechos- el cargo de Emperador. Establece la sucesión dinástica en cabeza de las dinastías: -Julio-Claudia por Tiberio (reinó de 14-37 d.C.), le siguió Calígula (37-41), luego Claudio (41-54) hasta Nerón (54-68). Las antiguas provincia senatoriales pasaron a ser provincias imperiales. El Aerarium o tesoro público pasó a ser imperial. El Princeps ahora ostentaba todos los poderes (Auctoritas, Maiestas y Potestas) y podía vigilar a las autoridades clásicas. Una especie de monarquía colegiada autoritaria, que derivaría en autocracia apoyada en el poder militar desde Augusto hasta Diocleciano. Como su padre adoptivo, César Augusto acumuló todos los poderes con ventaja, sobre todo el militar, deviniendo en el nuevo autócrata de la Antigua Roma, ahora denominado el "Divinamente favorecido", siempre fingiendo que no era un autócrata.
Estrategia seguida modernamente por los déspotas de Mesoamérica, imperiales y con pretensiones de Presidencia vitalicia, imperial, omnímoda, cooptadora de las mayorías de los congresos (de oficialismos apabullantes), subordinantes del poder judicial (que les desmonta las prohibiciones constitucionales, sobre todo la de no reelección inmediata o mediata y -de paso- les amplía el período), amordazante de buena parte de la prensa. Pero, eso sí, populares a rabiar (uno de ellos con el 85%). Al respecto decidieron dos Altas Cortes: “La prohibición de la reelección viola los derechos humanos del mandatario en el cargo”. Otra: “La voluntad popular puede declarar desueta una restricción excesiva disfrazada de legalidad, la de la reelección consecutiva” (y de paso se cambió de Fiscal general y a toda la Sala de lo Constitucional y, naturalmente, se nombraron a dedo funcionarios obsecuentes). Nuevos monarcas o emperadores en deriva imperial. Es el patrón autoritario que sufre América Latina. Caudillismo y familia (poderosa y golosa), adobados de populismo.
El Año de los Cuatro emperadores (69 d.C.) y el período de los Cinco buenos emperadores
Después del suicidio de Nerón, vino un breve periodo de guerra civil conocido como El Año de los cuatro emperadores sucesivos (Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano), que concluyó con la victoria de Vespasiano (69-79), el creador de la dinastía Flavia. Le siguieron otras dinastía con los llamados Cinco Emperadores buenos: -La dinastía Flavia (efímera, constructora del Coliseo); -La dinastía Antonina (de cinco emperadores: Nerva,96-98; Trajano,98-117; Adriano,117-138; Antonino Pío,138-161; y Marco Aurelio,161-180). Para Centroamérica baste una: los Somoza. Para el Caribe: los Trujillo.
El Edicto de Caracalla o Constitución Antoniniana (212 d. C.)
Fue un acto jurídico-político trascedente, que concedió la ciudadanía romana a todos los ciudadanos libres del Imperio (liberi), con algunas excepciones (los esclavos o servi el 35% de la población conformado generalmente por prisioneros de guerra). Con él se acrecentó la “romanidad” al conceder el ius sufragi activo y pasivo masculino y el sacerdocio; es decir, que el número de peregrinus (extranjeros) disminuyó también introdujo importantes reformas en derecho civil y en el fisco imperial. Los esclavos sostenían en gran parte la economía del Imperio y eran considerador “propiedad” del patronus. Los libertos sí podían convertirse en ciudadanos con derecho al voto. Pese a esta concesión y gesto universal, la dinastía Severa estuvo marcada por la Crisis del siglo III un estallido de revueltas y desastres, invasiones, desestabilidad social, dificultades económicas y peste. Esta crisis dio el paso de la Antigüedad clásica a la Antigüedad tardía. Antes, se dio el Dominado. Las dinastías de América Latina con frecuencia solo han caído a causa de estallidos de revueltas, porque muerden y no sueltan…como el pitbull.
El Dominado o Imperio romano tardío (284-565/641)
En el antiguo Imperio romano, fue la última fase despótica de gobierno. Se inició con Diocleciano. Se caracterizó por ser una monarquía absoluta, sin asociados al gobierno. Esta forma de gobierno se dio tanto en el Bajo Imperio romano de Occidente como en el Imperio romano de Oriente o bizantino, esta fue la división que se hizo después de la muerte de Teodosio (395). Diocleciano (284-305) renunció al cargo de Princeps y adoptó el título de Dominus maestro, señor o dueño, que era la forma como los esclavos se dirigían a sus amos. Ni Augusto ni Tiberio admitieron este título por considerarlo una forma de servilismo. Domiciano, lo disfrutó con fruición. Bajo Aureliano la fórmula fue utilizada ampliamente en las monedas del año 274 d.C. con el lema Deus et dominus natus y Diocleciano la adoptó de manera rotunda. Así se entró en el Dominado, una especie de Estado de monarquía absoluta (284-476 d.C.) que terminaría con la caída del Imperio romano de Occidente en el 476. Diocleciano mantuvo bastante unido el Imperio, pero con la persecución al cristianismo lo debilitó bastante. Imperio y persecución cabalgan juntos, ayer y hoy en día.
Las causas que llevaron al establecimiento del Dominado
Fue una respuesta a los 50 años de caos de la crisis del Siglo III, bajo el Principado. Se trató de una serie de usurpaciones, insurrecciones y conflictos militares que debilitaron el Estado romano y lo encaminaron a una forma mucho más autocrática -iniciada después del 285- que dio lugar a una disminución del Senado y a la exclusión de sus élites del alto mando militar. A la par, el orden Ecuestre se vio fortalecido. Las fuerzas armadas, ahora reorganizadas, y con legiones las provincias quedaron bajo la autoridad proconsular del Emperador, quien las gobernaba por medio de legados. En el entretanto, las unidades estacionadas en Roma estaban bajo la autoridad del Prefecto del pretorio. Diocleciano separaría la administración militar de la civil, para mitigar el riesgo de que futuros gobernadores o prefectos pudieran tomarse el poder por la fuerza. Se anunciaba el pretorianismo, tan frecuente en la historia política de América Latina.
Constantino I fortaleció el ejército y su poder personal
Fue su logro, a través de dos reformas notables. -La separación de los mandos militares de la administración civil, y la división del ejército en dos clases: -Las tropas de campaña (fuerza de reserva para responder a posibles crisis internas) y -Las tropas de fronteras (para defender los limes). El Emperador ordenó cambios en su vestuario, para mayores lujos; reformó la moneda; y creó una burocracia civil imperial. El cargo de Emperador fue multiplicado a con los Consortium imperii para colmatar las múltiples invasiones y usurpaciones, que exigían mayor presencia de la autoridad imperial en las provinciales. Bajo el Dominado se perderían muchas de las funciones proconsulares, por lo que la carrera senatorial se devaluó en beneficio del fortalecimiento del poder del Emperador. Algo así como hoy en día, un Pedro Castillo cerrando el Congreso y este deponiéndolo.
El Dominado reforzó una religión oficial que rendía culto al Emperador de turno
Se trataba de elevar una deidad suprema, sobre todos los pueblos del imperio. Aureliano promovió la adoración del Sol Invictus como deidad suprema, como una señal de favoritismo imperial que vincularía el culto a “su persona”, bajo el disfraz de un supuesto culto al bienestar del Estado y a las victorias militares. Diocleciano adoptaría el culto al emperador, como expresión de lealtad al Estado. Al igual que en épocas anteriores, cuando los emperadores fallecidos eran adorados como divus en todo el imperio, los emperadores vivos se hicieron adorar como dioses. Costumbre que se inició desde el tiempo de Augusto en la mitad oriental del imperio, pero no en Italia. El Principado no alentó esta forma de culto personalizado. Sí la alentó Diocleciano, haciéndose asociar con el dios Júpiter. Maximiano se hizo asociar con Hércules. Bajo el Dominado, Constantino I comenzó la transformación religiosa que le daría una nueva forma a este sistema de gobierno, que inicialmente favorecería la adoración de un único dios, en la forma del Sol Invictus. Empero, durante el curso del reinado de Constantino la identificación de este dios empezó a mezclarse con el Dios cristiano y, para evitar ofender a esta religión, Constantino abandonó la pretensión formal de divinidad imperial, poniéndole fin a los sacrificios del culto imperial. Igualmente hizo adoptar dos nuevos símbolos religiosos en la iconografía imperial: el Crismón (cristograma) y el Lábaro (estandarte). Difícil olvidar a Gabriel García Moreno, el Doctor Francia, Rosas, Tirano Banderas, Leguía, El Señor Presidente, Manuel Estrada Cabrera, Jorge Ubico, Santa Anna, El Gran Burundún-Burundá, Augusto, Fidel, Hugo todos con “reino en este mundo”.
La conversión de Constantino I al cristianismo, convertido ahora en religión oficial
Ocurrió en el 337. El Emperador se convirtió oficialmente al cristianismo en su lecho de muerte y desde este momento los cristianos empezaron a prevalecer en la corte imperial a costa de los paganos, especialmente después de la derrota de Majencio en el 312. A finales del siglo IV, el paganismo sería prohibido y el cristianismo se convertiría rápidamente en religión oficial del Imperio. Pese a todo, subsistieron algunos restos del culto pagano, como la asunción del papel de Pontífice máximo hasta el año 381. Para la época de Teodosio I, la organización de la Iglesia imperial se había alineado con la administración civil del Imperio, de esta manera cada ciudad tenía su obispo, cada provincia tenía su metropolitano, y cada diócesis tenía una jerarquía católica; además, existían los cinco patriarcados de Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Con el tiempo, los emperadores concedieron muchos privilegios al clero y a las iglesias, como exenciones de impuestos y concesión de asilo en los templos. Nítida coexistencia, yo a tu Dios, tú a mi persona.
El Día del Presidente de México, un ritual imperial
Bajo el PRI, obró como una especie de liturgia de la presidencia imperial, que duró 50 años. Obraba el día del informe presidencial, como una especie de procesión del Palacio Nacional al Congreso de la Unión en un carro descubierto y transmisión de TV. Lluvia de saludos por las grandes avenidas de CDMX, exhibición de pendones y mantas con la imagen del presidente. El partido hegemónico ya dentro del hemiciclo aplaudía a su líder. Desapareció en el 2007 el desfile y la lectura en el Congreso. El 27 de noviembre de 2022, se revivió la liturgia mediante una marcha. Para los críticos, se trató de “un evento más del culto a la personalidad orquestado por el propio mandatario”; otros agregan que es la restauración de un acto propio de la que se creía superada Presidencia imperial (Rubén Aguilar).
El Imperio romano (27 a.C.-476 d.C.)
Tuvo por lema SPQR, “El Senado y el Pueblo Romano”. Bajo Trajano, alcanzó su máxima extensión en el 117 d.C. El llamado Bajo Imperio romano se inició en 394 a.C. Tuvo varias capitales: Roma (27 a. C.-286), Milán (286-402), Rávena (402-476), Nicomedia (286-330) y Constantinopla (330-1204, 1261-1453). Tuvo como idiomas oficiales: el Latín, el Griego y otros idiomas. Ampliaba constantemente sus fronteras: 27 a. C. (2.750.000 km²); 117 d.C. (5.000.000); 395 a.C (4.400.000). Iba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio y Rojo al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. También amplió su población: En 14 a.C. (56.800.000 hab.); En 117 d. C (88.000.000 hab.). Coexistieron varias religiones: Politeísmo romano (27 a. C.-270 d. C.); Monismo solar (270-380 d.C.); Cristianismo (380-1453 d.C.). Circularon varias monedas: Denario, sestercio, sólido bizantino. El período Histórico del Imperio fue de: -Edad Antigua y Media (16 de enero de 27 a. C.), cuando el Senado proclama a Octavio como Augusto; -Primera división del Imperio (1 de abril de 286 d.C.); -División final entre Occidente y Oriente (17 de enero de 395); -Caída de Occidente (4 de septiembre de 476); -Caída de Oriente (29 de mayo de 1453) la han fijado los especialistas entre el final del reinado de Justiniano I (565) y el de Heraclio (641). Aparentemente despareció, pero Roma pervive por su cultura en el mundo contemporáneo. Benito se sintió emperador, Juan Domingo también.
La noción de imperium sine fine (imperio sin fin)
Este fue un postulado ideológico para manifestar que el Imperio no estaba limitado en el espacio ni en el tiempo. En efecto, eclécticamente con sus conquistas territoriales y la conservación de las tradiciones y los idiomas locales los romanos introdujeron gradualmente el latín a través de la administración pública y los documentos oficiales. Claudio intentó limitar el uso del griego, incluso revocando la ciudadanía a quienes no sabían latín, pese a que en el propio Senado había embajadores nativos griegos. En las regiones romanizadas del imperio occidental, las lenguas prelatinas se extinguieron progresivamente y el latín se convirtió en la lengua materna de la mayoría de los habitantes (luego saldrían las lenguas romances modernas, como el español, el portugués, el francés, el italiano o el rumano, y una gran influencia sobre el inglés). La lengua -más las armas del Ejército- fueron los medios de implantación y dominación el Imperio romano, a cuyo mando supremo se encontraba el Emperador. Al idioma y el sojuzgamiento militar había que agregar la economía del Imperio, que conformaba una red de economías regionales (Provincias), en las que el Estado intervenía y regulaba un comercio monetizado universalmente para asegurarse sus propios ingresos; es decir, que la normalización del dinero y las formas de pago impulsaron la integración comercial y económica de las provincias -la periferia- hacia Roma. Un comercio que estuvo facilitado por ciertos medios transporte de mercancías por mar o río, y por una red maravillosa de carreteras (400.000 km- 80.000 empedrados). El Imperio romano fue una sociedad multicultural, de una capacidad de cohesión –la romanidad común- propicia para crear un sentido de identidad de conjunto que asimilaba a los pueblos más diversos en sus religiones (Roma integró en su religión los diversos cultos importados por el Imperio de las provincias conquistadas, una política de asimilación que facilitó la aceptación del dominio imperial), lenguas y costumbres. A esta empresa contribuyeron la creación de monumentos y espacios comunitarios abiertos al público como foros, anfiteatros, circos o balnearios.
El concepto romano de Imperio sigue en parte los lineamientos del concepto griego
En ambos se da la coexistencia de la idea de una autoridad legítima, con otra enfocada hacia la dominación despótica. En cada uno existe la tensión -dentro del marco interestatal- entre la voluntad igualitaria de la polis y la cives, y los respectivos objetivos expansionistas. En los dos rondan los conceptos de “imperio” (arché) y de “hegemonía’”, siempre bajo la lógica de dominación imperial, al igual que los de krátos, douleía (esclavitud) y hegemonía. Al léxico del poder grecorromano habría que agregar, el de dýnamis (fuerza, potencia) o dynasteía (señorío, poder, soberanía, ejercicio del poder político, oligarquía, tiranía, gobernante poderoso). El Imperio ateniense como arché remite a “poder” (a una supremacía que se prolonga en el tiempo, que dura) y como hegemonía (que surge de la victoria o de la conquista militar en la guerra), igualmente remite a coalición. Estos términos obran en el gobierno entre estados (donde uno impone su Kratos, su superioridad, una hegemonía, una dominación imperial, prevalencia por el combate), el de la ciudad (como poder moral o físico en la lucha política), los cargos públicos (como entre gobernantes) y el origen mismo del poder, como relación agonal (de bía o violencia, los hijos de la oceánide Estigia y acólitos de Zeus). Krátos y Bía representan la personificación del poder absoluto, irresistible e irracional de Zeus, casi como el de Juan Vicente Gómez, en más.
En todo esto está reflejada la posición de poder, de dominio imperial entre estados o al interior de la ciudad cuando en una lucha facciosa una de las partes impone su supremacía sobre otra o las demás, por ejemplo, bajo la dirección de un hégemon o caudillo, que si es déspota traerá la douleía (esclavitud), el sojuzgamiento entre amo y esclavo. El Imperio romano era una unidad política formada por varios territorios (terrestre y marítimo) y pueblos (muy diversos y de niveles de desarrollo ídem), generalmente conquistados y dividida entre un centro dominante (metrópolis, Estado soberano) y periferias subordinadas (mediante alianzas o por la fuerza) y gobernadas de manera desigual (mediante jurisdicciones multinivel y superpuestas) por un Emperador jefe supremo que sacaba gruesos dividendos y prestigio, pero que globalizaría una forma de civilización de rango universal. La idea de dominación remite entonces a dependencia, explotación, y hacer súbditos, en lo que son expertos los presidentes imperiales de América Latina. Seguramente inspirados en, por ejemplo, Tiberio.
Tiberio Julio César Augusto (42 a.C. -37 d.C.), el segundo Emperador (14 d.C.-37 d.C.)
Sucesor de Augusto, de la dinastía Julio-Claudia, adoptado por Augusto. Fue estudioso en varias materias y buen militar. Tras la muerte de Augusto, todos los poderes le fueron transferidos sin ningún plazo. Llegó al poder luego de una buena carrera militar. Fue monarca infeliz durante 23 años (nunca quiso ser emperador). A finales de su mandato devino en tirano cruel y déspota. En nombre de la seguridad del Estado -estatutos frecuentemente aplicados por algunos gobiernos- aplicó sobre quienes desconfiaba la ley llamada de Majestate, por la cual cualquier ofensa de acto o de palabra al príncipe era considerado como una ofensa “a la propia Roma” ( (típico de déspotas, creer que ellos son el Estado). Había llegado el terror. Desde la isla de Capri proscribió a todo el mundo, mientras se dedicaba a diferentes perversiones sexuales. El despotismo se instaló en Roma desde Augusto, y Tiberio lo continuó con ventaja. Calígula y Macrón asesinaron a Tiberio, y seguidamente el primero asesinó a Tiberio Gemelo, hijo de Tiberio y coheredero al trono. Michael ordenó matar a Fredo, Marine a Jean-Marie, Nerón a su madre.
Cayo Julio César Augusto Germánico Calígula ( (12-41 d.C.) fue el tercer Emperador (37-41 d.C.)
La Ley de Majestate o de Seguridad del Estado también le sirvió a Calígula -un loco furioso- para perseguir a todo el mundo. Asesinado Tiberio y liquidado Gemelo, Calígula ascendió al poder imperial. Era hijo de Germánico, quien a su vez lo era adoptivo de Tiberio. Es decir, de la dinastía Julio-Claudia. Después de una administración aceptable, incurrió en excesos sexuales hasta con sus tres hermanas, se disfrazó de diosa Venus. Sus gastos suntuoso afectaron el erario y lo obligaron a pedirle dinero a la plebe. Fracasado en la invasión a Alemania, cayó en la demencia y la megalomanía de declararse dios. Esta pretensión ofendió no solo a Jerusalén sino a los romanos, quienes solo reconocían la deificación después de la muerte. De él dijo Séneca: "La naturaleza lo produjo, en mi opinión, para demostrar hasta dónde puede llegar el vicio ilimitado cuando se combina con un poder ilimitado". Le dio aplicación tenebrosa a la ley de Majestate para humillar al Senado y al alto mando del ejército. Cualquiera era declarado traidor, como lo había hecho Tiberio. En el año 41 fue asesinado por un grupo de pretorianos y senadores conspiradores liderados por el prefecto Casio Querea, que deseaban restaurar la República. Así lo describió Suetonio: "Calígula estaba enfermo tanto del cuerpo como de la mente". El pretorianismo romano y el latinoamericano no han estado exentos de frecuentes deposiciones y asesinatos, como el de La Moneda.
Los siguientes emperadores de Roma
Claudio, el sucesor de Calígula, fue elevado a Emperador por la guardia pretoriana. Cometió el gran error de haber adoptado a Nerón, otro monstruo cruel, homicida, sanguinario y vanidoso que terminaría suicidándose. En el transcurso del Imperio, la legión romana se encargó de proclamar los Cuatro emperadores: Galba, Otón, Vitelius y Vespasiano. Solo este último pudo mantener el poder, haciéndolo hereditario. Sus dos hijos, Tito y Domiciano, le sucedieron. Tito gobernó en paz solo durante 27 meses. Domiciano orientó la administración hacia la monarquía absoluta, que degeneró finalmente en tiranía. Cuenta la historia que le gustaba ser llamado “dios y señor”. Valiéndose de la ley de Majestate estableció un régimen de terror, de confiscaciones y muerte. Más tarde Cómodo inauguraría el despotismo militar del Bajo Imperio, Roma venía de ser pacífica y próspera hasta la llegada del gobierno dictatorial de Cómodo a partir del año 180 d. C. En efecto, el Imperio del siglo III y el del Bajo Imperio (siglos IV y V d.C.) se vieron sometidos primero a la anarquía militar y luego a la monarquía militar de Septimio Severo, un personaje sombrío, enérgico y cruel que, fuerte de su ejército, le puso fin al rol político del Senado (ordenó ejecutar a docenas de senadores bajo acusaciones de corrupción y conspiración) reemplazándolo por un Consejo Imperial compuesto solo por juristas (Cayo Fulvio Plauciano, Ulpiano, Papiniano) y algunos filósofos del estoicismo y otros del neoplatonismo. Disolvió la Guardia Pretoriana, sustituyéndola por su guardia personal (50.000 soldados) a fin de asegurarse un total control político y su propia seguridad. Persiguió duramente a los cristianos. Murió en el 211 a la edad de 65 años, fue deificado por el Senado, y sucedido por sus hijos, Caracalla y Geta, asesorados por su esposa, Julia Domna. Getulio Vargas, Rómulo Gallego y Joao Goulart supieron -para infortunio de la democracia- lo que era el pretorianismo puro y duro.
Los emperadores tiranos proclamados por los legionarios
Además de Tiberio, Calígula y Nerón fueron unos 30 los emperadores “puestos” en el trono por la soldadesca, en medio de grandes desórdenes y asesinatos. Seguidamente, la legión romana proclamaría cuatro emperadores: Galba, Otón, Vitelius y Vespasiano. Solo este último pudo mantener el poder, haciéndolo hereditario en sus dos hijos: Tito (gobernó 27 meses) y Domiciano (implantó la monarquía absoluta que derivó en tiranía y terror de estado, confiscaciones y muerte). Heliogábalo se hizo llamar dios-sol, sería derrocado y asesinado por los pretorianos. Alejandro Severo sufrió igual suerte. Quedó abierto un período de 33 años de anarquía militar durante el cual se rompió la unidad del Imperio y se dio paso a las invasiones bárbaras. Los 30 emperadores-tiranos, todos ellos generales, quebraron la autoridad del Senado. Más tarde fueron remplazados por los emperadores Ilirios, casi todos de origen popular y de puño firme, pero la gran mayoría de ellos murió violentamente como resultado de diferentes complots. Diocleciano (284-305), uno de ellos, reinó como monarca absoluto de derecho divino y solo le permitió al Senado formular deseos y no senado-consultus; su corte fue de tipo oriental y la forma de gobierno que estableció -la Tetrarquía- le permitió gobernar con tal éxito que hasta pudo abdicar. Parlamentos o congresos tercermundistas que solo pueden formular deseos, abundan en la picaresca política. La Presidencia Imperial los tiene bajo la coyunda del decreto-ley y/o del veto presidencial.
El sistema de la Tetrarquía (293-306 d.C.)
Fue el sistema de gobierno instituido por el emperador romano Diocleciano en 293 para dirigir el Imperio romano, dividiéndolo entre dos emperadores mayores, los Augustos (y sus subalternos) y los Césares (sucesores designados). Esto marcó el final de la Crisis del siglo III. Pero la Tetrarquía se iría cayendo rápidamente en medio de luchas civiles, hasta que el Emperador Flavio Valerio Constantino I (272-337 d.C.) restableció la unidad imperial ejerciendo un poder absoluto y centralizador. La monarquía absoluta convirtió al emperador en un “dios” ante el cual todos debían prosternarse y besar el borde del manto (proskynesis) . Asumió todos los poderes por atribuirse la facultad de hacer las leyes, de nombrar todos los funcionarios, de disponer libremente del tesoro y de la fuerza pública. El monarca poseía, además, un cuerpo de funcionarios bien jerarquizados que se hacían llamar pomposamente “Vuestra Alteza”, “Vuestra Sublimidad”. Los militares, por su lado, se hacían llamar duques y fortificaron las murallas. Los de hoy en día suelen exigir que se les llame “eternos”, de “hasta siempre” y más.
Las monarquías cristianas
Seguidamente se llegó a la monarquía cristiana y al final del paganismo. Constantino I hizo del Cristianismo la religión oficial del Estado, al lado del paganismo oficial. Luego de muchas intrigas y asesinatos fue sucedido por Juliano el Apóstata. A este lo reemplazó Teodosio el Grande, quien unió el Imperio dando los pasos que pondrían fin al paganismo. En el siglo IV d.C. la Iglesia se iría imponiendo rápidamente, gracias a la obra de sus doctores y del Papa. Los doctores de la Iglesia griega y los de la Iglesia latina se preocuparían por hacer del cristianismo una religión de masas. Pero, en el siglo IV el ejército ya no podía defender los 9.000 kilómetros de las fronteras y su composición era esencialmente de extranjeros, campesinos y mercenarios. Por su lado, la sociedad estaba dividida en clases hostiles: -La alta clase dirigente, hereditaria y latifundista; -La clase media, no hereditaria, compuesta por altos empleados del Estado y por funcionarios de la Curia o Senado de la ciudad; -La clase inferior, compuesta por la plebe rural (granjeros, colonos y esclavos).
Los gastos del ejército y los de la Administración imperial arruinaron el Estado porque ahora nadie podía pagar los impuestos y había una ruina generalizada de los trabajadores y las diversas profesiones. La profesión de agricultor vio desaparecer a los campesinos libres, ahora convertidos en colonos amarrados a un gran propietario, casi como estarían más tarde los siervos de la Edad Media. Las profesiones, hereditarias, estaban atadas firmemente a los gremios. La moral pública había entrado en decadencia. En las clases altas todo era venalidad, propina y corrupción y en las bajas todo era superstición y derrotismo. Los Padres de la Iglesia se elevarán seguidamente contra esta decadencia, convirtiendo el papado en otra monarquía absoluta basada en el modelo romano del Pontifex Maximus, y se proclamarán herederos de César. El obispo Eusebio llegó a darle las gracias a Dios por haber permitido la globalización del Imperio romano sin el cual el cristianismo no se habría podido difundir tan rápidamente. Siglos más tarde, primero Mussolini, Hitler y Stalin, imitarían tanto a Numa como a César y a esta tripleta le aprenderían los numerosos discípulos de Laureano Valenilla Lanz en las cerriles tierras de América Latina.
La admisión de las diversas religiones de los pueblos sometidos
Permitió la coexistencia de las prácticas y creencias romanas con los diversos cultos importados por el Imperio de las provincias conquistadas. El Estado no se separaba de la Iglesia y a veces un funcionario tenía la doble condición. Bajo el Imperio, el Pontífice máximo era el propio emperador. A la multitud de divinidades romanas adoradas, se sumaron las deidades locales, en una muy práctica política de asimilación de divinidades y cultos de los pueblos conquistados que facilitó la aceptación del dominio imperial. Roma rendía culto a las deidades de las provincias (Cibeles, Isis, Epona, Mitra y el Sol Invicto del monismo solar). Más tarde, los dioses celtas fueron incorporados a una nueva forma de la cultura, la galorromana. No obstante, el monoteísmo del judaísmo le planteó un reto a la política de tolerancia religiosa romana, dado que hubo varias revueltas de los judíos contra el Imperio romano y de allí el sitio de Jerusalén en el año 70 que fue la causa del saqueo del templo de la ciudad y de la dispersión del poder político judío. Constantino -a comienzos del siglo IV- promulgó el Edicto de Milán que legalizó el cristianismo y antes de morir recibió el bautismo; con esta aceptación, devino en el primer emperador cristiano. Desde este momento, comenzó una era de hegemonía cristiana. Sin embargo, el emperador Juliano -el Apóstata- trató de revivir la religión tradicional a su manera, pero no tuvo éxito. En el año 391, Teodosio I el Grande convirtió al cristianismo en la religión estatal del Imperio romano, excluyendo permanentemente a todas las demás religiones: el monoteísmo cristiano se convirtió en una de las características del gobierno imperial. Todos los herejes y los no cristianos podían ser perseguidos o excluidos de la vida pública. Hoy en día las dictaduras imperiales latinoamericanas tratan de “herejes” a los opositores y hasta les cierran las iglesias a los cristianos y les expropian las universidades en la Mesoamérica del dictador y su perversa consorte.
Emperadores de la Antigua Roma deificados
Si algunos emperadores fueron deificados, el cristianismo igualmente “santificó” los suyos. Personalidades narcisistas de Roma no dudaron en dar el sacrílego salto hacia la latría de sus personas. Veamos algunas en orden alfabético (según grafía romana): Adriano, Alejandro Severo, Antonino Pío, Aureliano Numeriano; Caracalla, Claudio II el Gótico, Cómodo; Decio, Diocleciano; Constancio I; Gordiano III, Galieno; Lucio Vero; Marco Aurelio, Maximiano; Claudio Nerva; Augusto; Pertinax; Septimio Severo; Tito, Trajano; Valeriano II, Vespasiano, Victorino. Rasgos de vanidad y/o de adulación de epígonos que no dejan de recordar el narcisismo de tantos “supremos”, comandantes “eternos”, “inmortales” y más de la contemporaneidad. Empero, pese a estar elevados a la categoría de supuestos dioses no por ello algunos emperadores paganos o cristianos dejaron de ser elevados a las alturas, ahora por la vía expedita del asesinato.
En el Imperio romano el acceso al poder fue pocas veces pacífico, menos lo fue la salida
El de Emperador era un cargo bastante peligroso. En más de 500 años de Imperio, cerca de un 20% de sus 82 máximos mandatarios fueron asesinados mientras estaban en el poder. Muchos fueron resultado de motines militares, en momentos de derrocamiento o de entronización de nuevos Emperadores. Veamos los magnicidios de Emperadores por orden alfabético (siguiendo la grafía romana): Alejandro Severo, Marco Aurelio Probo, Aurelio Valerio Valente; Británico (hijo de Claudio), Balbino, Calígula, Caracalla, Carino Pupieno, Cómodo, Constante (emperador); Domiciano; Floriano; Galba, Geta (emperador), Graciano el Joven; Heliogábalo; Julio Nepote, Maximino el Tracio, Marco Julio Severo Filipo; Publio Salonino Galieno; Julio Valerio Mayoriano; Claudio; Pertinax, Petronio Máximo; Triboniano Galo; Valentiniano III, Volusiano, Vitelio. El caso de Alejandro Severo (208-235 d. C.) es representativo del asesinato político. Amenazantes los germanos en las fronteras del norte del Imperio, se aproximó con sus tropas y, para ganar tiempo, envió regalos a los enemigos, hecho visto como una ofensa por sus propios soldados que habían sufrido los recortes en los gastos militares. Se produjo un motín entre los soldados. Estos asesinaron a Alejandro Severo (tenía 26 años) junto con su madre y proclamaron a Maximino el Tracio como emperador. Hoy en día recurrir al magnicidio ha sido recurso extremo del combate político, bastaría citar estos casos: Jorge Eliécer Gaitán (1948), Luis Carlos Galán Sarmiento (1989), Luis Donaldo Colosio (1994), Jovenel Moïse (2021) y Fernando Villavicencio (2023). Otros emperadores fueron ejecutados.
Emperadores de la Antigua Roma que fueron ejecutados
Veamos esta lista por orden alfabético (siguiendo la grafía romana): Antemio; Constante II (usurpador); Didio Juliano; Licinio; Macrino, Martiniano (emperador); Diadumeniano; Vitelio. La ejecución de Vitelio se dio en el 69 d.C., un año durante el cual llovió poco en la frontera romana. Aunque fue un emperador “aclamado por sus tropas”, desafortunadamente en ese año hubo fuertes sequías y la hambruna. Sus tropas se le sublevaron y finalmente fue asesinado o ejecutado en Roma.
El Imperio romano fue una forma de Autocracia muy elaborada
Es decir, un sistema de gobierno que concentraba el poder en la sola persona del Emperador (por lo demás, divinizado), cuyas acciones y decisiones no estaban sujetas a restricciones legales externas ni a mecanismos regulativos de control popular. Tal vez los únicos medios de control popular de la época eran: la amenaza implícita de un golpe de Estado o de una insurrección en masa. En el fondo, lo que había no era sino un sistema asimilable a la monarquía absoluta de Tarquino el Soberbio, y a las dictaduras de Julio César y Cayo Octavio Augusto, en peor. En efecto, bajo la forma Imperial romana el poder y la supremacía reposaban sobre un solo individuo, el Emperador, situado por encima de la masa de gobernados e investido de la potestad absoluta de regular leyes y reglamentos a conveniencia siempre bajo el laudatorio aplauso de unos áulicos ciegos por el fanatismo y beneficiarios de la corrupción. El término "autócrata" pasó a ser acuñado en las monedas con el rostro del Emperador de turno. Diocleciano y Constantino I, por ejemplo, gobernaron como líderes totalitarios, fortaleciendo el control del emperador.
El totalitarismo más la dictadura militar se identificaron cada vez más, como forma más represiva de la autocracia. De esta manera, el Emperador-Estado podía controlar todos los aspectos de la vida y la sociedad civil, auxiliado o aupado por grupos oligárquicos de nobles, militares, clero y otros grupos de élite. Hoy en día no han faltado los autócratas que se han reclamado del derecho divino o de la superioridad caudillesca de un líder fuerte como Pisístrato. Es el caso de las numerosas presidencias “Imperiales” que campean por América Latina y varios países del Tercer Mundo como negación de la presidencia “institucional”. Esta, que es una forma válida de crear concordia cuando no deriva hacia el presidencialismo, con excesiva frecuencia es pervertida por gobernantes codiciosos, pretenciosos y déspotas -de derechas o de izquierdas -a cuál de ellos más negadores y perseguidores de los derechos fundamentales de la oposición, y de paso infantilizadores de la sociedad civil. El poder cantonado de la República era ya un lejano recuerdo.
El poder responsable de sus actos y omisiones se pudo dar bajo la República
El concepto de responsabilidad del gobernante solo pudo darse de manera clara durante el período de la República, dado que la Monarquía y el Imperio no hicieron sino aumentar la irresponsabilidad del gobernante, valido de su poder. Terminado el período de los reyes míticos y el período de los reyes históricos, la República romana inició el proceso de ir aumentando la exigencia de responsabilidad de los gobernantes, obra esencial de los plebeyos y del Senado en contra de la oligarquía, enemiga de ser controlada. Pero, la personalización del poder, así como el supuesto carácter divino de este, alejarían cada vez más la posibilidad de hacerle una exigencia de responsabilidad a quien lo detentase. De esta manera, ya el Senado patricio no podía juzgar a los magistrados procesados por mala conducta y de su responsabilidad en el ejercicio del cargo conocía ahora el pueblo en los Comicios, con jurisdicción en materia penal, pero sobornable a conveniencia por exfuncionarios salidos del cargo con las faltriqueras llenas y reacios a las acusaciones a través de las acciones de Repetundis (distracción de fondos oficiales), de Peculata y de Falso y cinco más. Muerta la República, muerta la noción de responsabilidad del gobernante.
El Imperio romano, tanto el de Occidente como el de Oriente dejaron un legado dudoso
Sobre todo en el llamado Tercer Mundo y particularmente en América latina. En efecto, al adoptar el régimen presidencial norteamericano, el pasado caudillista se impuso, deformándolo en sistema Presidencialista. Es decir, que hubo deriva hacia una Presidencia imperial que se alejó del espíritu de la Carta de 1787. Texto que quiso diseñar un poder débil para el presidente de la Unión, al prohibirle afectar el principio de la separación de poderes y el sistema de frenos y contra pesos, como lo habían propuesto Hamilton, Madison y Marshall. La separación de poderes y el sistema de frenos y contrapesos instaurado por los Padres Fundadores quiso -para evitar la anarquía- imponer un gobierno moderado que trajese independencia, mediante la asignación al poder político de un sistema de garantías de las libertades, como quedó consagrado en las primeras 14 enmiendas constitucionales. Hizo énfasis, además, en facilitar la alternancia del poder estableciendo restricciones entre las ramas, que Thomas Jefferson llamó la “guerra de poderes” a fin de propiciar la combinación entre el principio de separación de poderes y el sistema de controles y equilibrios. En América latina, la estructura constitucional resultó viciada por una noción y práctica nefasta del tipo Presidencia Imperial, tan criticada por el constitucionalismo democrático. Ciertamente, el poder duro de los Emperadores romanos pervive en la región, en veces como puro calco. Populista, por lo demás.