El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, humorista de profesión, pide a sus "aliados", insistentemente, más armas para una guerra en la que nunca debió meter a su país, por el costo económico, político y, sobre todo, en vidas humanas y en el desplazamiento forzado de buena parte de su propio pueblo. Se debe tener presente que esta puesta en escena se entrelaza y matiza con la promesa histórica de que la OTAN no se acercaría a las fronteras rusas, promesa claramente incumplida y provocadora. A lo anterior se suman la amenaza nuclear latente y el efecto negativo en la economía global.
Ahora, si los ciudadanos de la región del este de Ucrania (Donbás) decidieron en las urnas su adhesión a Rusia o su independencia, ¿Por qué el presidente Zelenski no respetó esa decisión? ¿Por qué insiste en atacar sistemáticamente a los independentistas, en hacer parte de la OTAN y en apoyar el despliegue de tropas de este organismo multilateral cerca de los límites de Rusia y en contra de los intereses de dicho país? ¿Por qué la OTAN asedia las fronteras rusas? ¿Por simpatizar con los Estados Unidos que, a la fecha, ha invertido más de 3000 millones de dólares en apoyo militar a Ucrania? ¿O porque los europeos, con Alemania a la cabeza, también han invertido miles de millones de euros en pertrechos como apoyo a las fuerzas ucranianas? Y todo a cuenta de la energía rusa, de la ubicación geoestratégica y de las múltiples riquezas de Ucrania, país que ha visto su infraestructura fuertemente afectada por los ataques del Kremlin.
En este sentido, también es pertinente preguntarse: ¿Quién tira de los hilos que tienen atado al mandatario ucraniano? La respuesta es obvia: esos hilos provienen de la América ubicada sobre el trópico de cáncer. Por ello, "las potencias occidentales" le crean un escenario de aplausos y le dicen descaradamente al humorista y actor "guerrero": te damos las armas para que envíes a tu pueblo a morir frente al gran poderío militar ruso, que nosotros sólo tomamos cómodas medidas económicas y observamos el impacto y el sangriento desenlace. Y sí, absurdamente a Zelenski se le hincha el pecho y posa ante el mundo con aires del nuevo héroe que no es, como en un guión sobreactuado.
Por otro lado, y ya en occidente, algo similar ocurre con el presidente colombiano, Iván Duque, pues esos mismos hilos que enredan a Zelenski son los que lo han mantenido enhebrado y de rodillas (a Duque) desde antes de ser fraudulentamente electo. Pero en el caso de Duque las cuerdas no sólo llegan del norte sino que también provienen de la mano negra de un imputado conocido con el alias de matarife.
Adicionalmente, hay similitud en que ambos generan burlas constantes, en una tragicomedia oscura de alcance mundial. El del país eslavo es un comediante previo con decisiones graves y letales para sus compatriotas, mientras que el títere macondiano es el rey internacional de los memes por su ineptitud y por su torpe contorsionismo, absurdo en lo político y cruel en lo social, cuando le jalan las pitas sus titiriteros: los interesados del norte y el criollo y perverso matarife.
En ambos casos, esas marionetas son movidas para que hagan la guerra con la sangre ajena, con las vidas de sus connacionales. Incluso, el soberano de burlas de aquí se solidariza con el consabido comediante de allá, en un acto de cinismo sin precedentes. Y hay una coincidencia más, ambos caminan sobre miles de muertos embebidos en un río de sangre que va de Colombia a Ucrania.
