Los razonamientos por el qué los pontífices eligen su apodo papal y por qué se rezaga el suyo ¿Por qué se eligen los sucesores del apóstol Simón Pedro de edades tan elevadas? Históricamente, desde el año 1.400 la mayoría de los pontífices han sido elegidos con una edad superior a los 60 años. Muchos de ellos, como el anterior a Francisco I, el papa Benedicto XVI, superaron los 75 en el momento de su elección.
Repasando la historia de esos cambios, los más utilizados por los pontífices han sido: Juan, 23 ocasiones; Gregorio y Benedicto 16 veces; mientras que 43 nombres como Pedro, Anacleto, Ponciano o Eusebio, fueron utilizados una sola vez; en tanto que Juan Pablo I y Juan Pablo II han sido los únicos que han utilizado un seudónimo compuesto.
Parecería razones anecdóticas, pero detrás de estas reseñas curiosas existen razones históricas, tradiciones, simbolismos y situaciones sorprendentes y opciones personales, a menudo desconocidas, pero son atribuidas a un considerando, que marcan el largo y arduo sendero de la Iglesia.
La historia de la Iglesia, que es la institución más antigua que existe, ha sido tan rica que ha habido prácticamente de todo. Ha pasado por todas la épocas históricas y ha perdurado a todas las dificultades posibles.
Sobre estos cambios de nombre, que ha hecho célebre a su protagonista, fue el de un pontífice del siglo VI que se llamaba Mercurio, y que lo reemplazó por el de Juan II, porque le pareció mal llevar el nombre de un deidad griega.
El caso de nuestro muy querido Juan XXIII escogió ese nombre porque su padre se llamaba Juan. A dicho pontífice no le importó llevar ese nombre que había dejado de esgrimir porque, entre otras cosas, lo había llevado un antipapa. Los representantes de Dios adoptan un nombre diferente del suyo original, entre otras cosas, siguiendo la idea de que una persona, al ser nombrada papa, tiene que cambiar, debe ser un hombre nuevo, con una trascendencia más elevada, como es ser jefe de mil doscientos de millones de católicos
Los nombres de algunos pontífices también encierran un determinado mensaje, como Pablo VI, que adoptó el nombre del gran evangelizador del comienzo de la era cristiana, y fue quien comenzó los modernos grandes viajes papales, con el sentido de llevar el mensaje de Cristo al mayor número de personas en todo el orbe.
Dicho lo anterior, y llenos de un regocijo, por la elección de manera poco usual, por la rapidez de su escogencia, a Jorge Mario Bergoglio, y por ser el primer pontífice de un origen diferente a los ya consuetudinarios europeos. Y superada la tan rutinaria escogencia de italianos; nos regocija, repito, por lo acertada elección de un hombre de tanta bonhomía, humildad ternura, que supo escoger su apodo papal, de Francisco I, en honor al santo italiano, que fue diácono, fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas, ambas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia Católica en la Edad Media, al contrario de otras hermandades. Y votos de humildad, con rígido cumplimiento.