De dónde viene la manera pendenciera y camorrista en que debaten Marbelle, Polo Polo y otros

De dónde viene la manera pendenciera y camorrista en que debaten Marbelle, Polo Polo y otros

De la guerra nos ha quedado un modo de tramitar las diferencias a la brava, con gritos, con insultos y ofensas. Hace poco, estas dos figuras tuvieron que retractarse

Por: David Navarro Mejía
agosto 29, 2022
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De dónde viene la manera pendenciera y camorrista en que debaten Marbelle, Polo Polo y otros
Fotos: Archivo

La extensa historia de negación de quienes consideramos diferentes a nosotros ha hecho de la vida pública y social colombiana un ramillete de discordias, querellas, agravios y violencias.

Al amparo de defender posiciones que consideramos justas solemos descalificar y negar la humanidad de otros colombianos. Ya sabemos y lo tenemos por aceptado, que a quienes no apreciemos como de nuestro credo político, de nuestro partido político, de nuestra religión, de nuestro grupo racial o regional, u otros de alguna identidad que se contraponga con los otros, tenemos contra ellos la lengua ligera y, ahora, la yema de los dedos para dispararles improperios, insultos, ofensas, calumnias y, desafortunadamente, también balas.

Por eso es fácil apreciar en nuestros entornos todas esas figuras abominables que envenenan la vida social y nos invitan a seguir en las mismas: el camorrista que por todo está dispuesto a armar peleas; el intolerante que muestra en su rostro sus ojos desorbitados y el verbo encendido; el clasista que mira por encima del hombro y ve a los otros con desprecio; el soberbio que seguro de su valía, se consume en su propia imagen narcisa que los otros no le devuelven; el intemperante que más allá de la responsabilidad ciudadana que le asiste, se regodea con lanzar cuantas verdades supone que le debe enrostrar a su contradictor; el fanático que supone en la devoción por su Dios, la licencia para pecar porque luego con oraciones y arrepentimientos empata; el racista que con argucias de toda clase se muestra indulgente con negros o indígenas, pero que sus gestos o palabras lo delatan como lo que es; en fin, el inventario de figuras que podemos relacionar, se sintetizan en esas dos figuras que hoy se resisten a morir: el camorrista y el pendenciero.

Estos personajes suelen nutrirse de sus propias miserias, de la autocomplacencia con sus ideas y palabras, con los gestos y hábitos reiterados que los inclinan siempre a una actitud retadora y hostil. Y los hay, por supuesto, en todas las esferas y en todo el espectro de la vida social y política del país.

Como buenos colombianos, los camorristas no están dispuestos a ceder pero a veces dicen mostrar disposición si el otro también está dispuesto a hacerlo. Y con ese supuesto han generado un círculo vicioso y general en el que nunca hay posibilidad de transigir porque siempre están esperando que sea el otro el que ceda primero. En nuestra vida política y social así perdimos muchos años para llegar a Acuerdos viables: en los años ochenta del siglo pasado perdimos años hasta llegar a acuerdos entre el M-19 y otros grupos guerrilleros menores con el Estado.

En los años noventa se perdió esa posibilidad por la soberbia de la guerrilla y la intransigencia de los grupos paramilitares, para finalmente hacer un remedo de negociación que terminó mal en el Caguán y fortaleció la capacidad contrainsurgente militar y política de los grupos paramilitares que aupó un gobierno de derechas que luego les ofreció un proceso de paz que logró la desmovilización de sus jefes, pero no de las estructuras militares del monstruo guerrero que crearon. Luego vino la guerra contra la FARC-Ep y los golpes a sus cabecillas. Buena parte de esos episodios impulsó la negociación y desmovilización y desarme de esa guerrilla.

Pero de toda esa experiencia nos ha quedado un modo de tramitar las diferencias a la brava, con gritos, con insultos y ofensas, de tal suerte que hemos avanzado en desarmar el cuerpo, pero como se dice coloquialmente, pero no en desarmar los espíritus, lo cual no quiere decir que ingenuamente se quieran desconocer las causas estructurales de la confrontación armada. Este es en buena medida el desafío que tenemos en el presente. Es parte de lo que hay que ganar para lograr el desarme y la incorporación de los actores armados ilegales que siguen usando la violencia para conseguir sus propósitos particulares.

Un ámbito desde el que se puede contribuir como pocos a un clima de paz y cordialidad son los medios y redes sociales del presente. Por desgracia, a juzgar por lo visto durante este año en la campaña electoral pasada y en lo visto en los últimos meses y semanas, buena parte de la agenda mediática e interactiva y digital sigue prisionera de ese ambiente de pendencia y camorra contra los que consideramos oponente o contradictores, cuando no abiertamente enemigos.

Buena parte de los noticieros de radio y de la tele siguen en manos de los señores de siempre con sus habituales contertulios, opinadores y aprendices de brujo que han convertido la información pública en “exposición de secretos”, muchos de los cuales no son más que consejas interesadas de poderes con intereses que van en contravía del interés general.

En las redes sociales las cosas tienen un tinte similar: los que pintan de más petristas que Petro le arrojan piedras a los que no aplauden al nuevo gobierno, pero también piden castigos, condenas y, de paso, ensartan una buena cantidad de agravios contra sus oponentes. Del lado de la extrema derecha, hoy en la orfandad sin puestos, sin poder influir en nuevas y jugosas contrataciones e, incluso, con menos exposición mediática pues ya no son los consentidos de los medios clásicos, hacen alardes en todo caso de su verbo incendiario y desdeñoso porque se saben aún con poder y, en algunos casos, hay que reconocerlo, con buen músculo financiero para planear una que otra barbaridad contra el presidente Petro, pero justamente inmóviles en su lugar de camorristas y pendencieros.

Tal vez dos figuras públicas de su redil (Marbelle y el congresista Polo), hoy retractadas públicamente por mandato legal, les indiquen que tienen en el debate razonado y potente del argumento, un mejor aliado para ganar más poder y luego el Gobierno, pues la sociedad y el ciudadano lo comprenderán. Pero también es válido para esas otras figuras que hemos mencionado y que se encuentran también en otras orillas del espectro político y social.

A ver si lo comprendemos todos e inauguramos una etapa de debate público libre de camorra y pendencia, dejamos nuestras ofensas personales a un lado y nos concentramos en construir un lenguaje menos centrado en el adjetivo falaz y más en el sustantivo y el respeto por el sujeto de lo que se enuncia

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