El alma tiene voz, tiene palabra, incluso mirada. Se expresa, te observa, te toca, te abraza… puede contarte historias, relatos que son espejo, cristales en los que puedes reflejarte, descubrirte conocerte. Confieso que al empezar a leer Soñar lo imposible, el último libro de Paula Moreno, me sumergí en una memoria colectiva de liderazgo y resistencia, logré conectarme con las almas de los protagonistas, almas de agua, tierra y fuego, almas que respiran libertad, perseverancia, coraje y testimonio. Cada alma con su historia me inspiró a escribir y narrar desde el poder invisible de mi esencia, desde mi ancestralidad y descendencia, desde las raíces y el humus que alimenta lo que soy.
¿Cómo es posible que llegues a sentir que un libro escrito por otro autor te pertenezca? ¿Qué hable con tus palabras? ¿Qué retrate tu universo, tu cultura? Soñar lo imposible logra esto y mucho más. Es una narración genuina y sincera, sale del corazón, está escrito desde el alma. Paula Moreno, su autora, comienza haciendo ella misma un viaje hacia el pozo de las esencias. Se conecta con la historia de sus ancestros, recorriendo las calles de ciudades hermanadas por un pasado de horror y esclavitud. Pero también habla con amigos, con artistas, con líderes sociales y culturales, e incluso con extraños personajes que irrumpen en la cotidianidad para provocar reflexiones profundas sobre la responsabilidad histórica y el acto creativo.
Por ese tono testimonial, cercano y biográfico que acompaña no solo la historia de Paula, sino también el relato inspirador de María, Rafael y Jhon, recomiendo la lectura de Soñar lo imposible es un libro coral, sonoro, geográfico, descriptivo. Por momentos la brújula que indica las sendas de lectura apunta sobre todo al sur, a los márgenes sociales, a las comunidades empobrecidas, a los territorios olvidados por las élites y los gobiernos de tradición. En esos lugares, donde la vida es conquista, donde se espanta la muerte, suprimiendo las primeras letras de la palabra im-posible, una mujer como María Roa, se libera de traumas y sometimientos, templando su carácter en su dignidad humana, su liderazgo comunitario y en el reconocimiento del derecho laboral de mujeres como ella.
De aquella alma y piel hermosamente negra de María pasamos a un capítulo de conexión con la tierra, la energía vital del mundo entra por los pies y se extiende por todo el cuerpo de Rafael Palacios, un cuerpo que baila para liberar e independizar el poder del espíritu. El cuerpo de un hombre afrodescendiente que es puente armónico con el pasado, el presente y futuro de su pueblo, un cuerpo que narra la historia, el dolor, la indignación, el clamor, la esperanza, que baila la vida propia, pero también la colectiva, la memoria, el ethos social.
La emocionante lectura que disfruté acompañado de un listado de canciones escogidas por y para cada protagonista termina encendiendo el fuego purificador de la vida, que disipa sombras para despuntar en una aurora de esperanza, así aparece el testimonio del padre Jhon Reina, quien a mi parecer encarna de manera profunda y total la frase del poema del también sacerdote Luis Espinal, martirizado en Bolivia en 1980: “Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos, solamente entonces hacemos luz” Jhon es una antorcha que arde y que expande su luz a los últimos de la sociedad, tiene un corazón encendido por el amor, que palpita en esa amalgama cultural: indígena, negra y mestiza, que hace de su alma diversamente ardiente. Hay en su relato profecía, hay una fe liberadora, hay coherencia existencial.
Así las palabras como un telar extenso van trenzando la vida de hombres y mujeres que no tienen miedo de soñar, que desafían las miradas desiguales, los silencios impuestos, la indiferencia y la resignación. La tejedora es Paula, quien une, interconecta, transmite energía para que los nodos de otros muchos liderazgos se descubran también protagonistas de esta historia. Entonces es posible la epifanía en lectores como yo, que movidos a la acción continuamos la narrativa, contamos nuestra propia historia y en una especie de efecto dominó vamos tumbando las cercas de egoísmos, prejuicios y sometimientos para que caminos de equidad, oportunidades y reconocimiento de derechos sean posibles.
Nota final: los elementos cósmicos que envuelven cada una de las historias del libro parecen conjugarse en un ápeiron místico y humanístico. Al llegar al final del texto, siento la brisa suave de una corriente renovadora, entonces vuelvo a descubrir a Paula, autora del texto, la misma que ha regado como migajas de pan (a lo largo del libro) frases de autores que le son imprescindible, descubrimientos personales, reflexiones que encienden reflexión, para no olvidar la senda original. Antes de cerrar el ejemplar siento que estamos sentados en una geografía mística, donde otros miles de historias, antiguas y recientes esperan el turno de ser contadas, entonces le pregunto: Paula ¿cuál es el sueño que en este momento mueve tu alma? Y ella sin dudar me responde: “Sueño siempre con ensanchar horizontes”.