Adela Cortina, John Rawls y Amartya Sen entre otros se han referido en sus obras a la justicia como aquel bien preciado de una sociedad, por ejemplo Cortina decía que la justicia debía ser un acto compasivo y cordial ante el sufrimiento de la humanidad, Rawls argüía a la justicia como la primera virtud de una democracia, donde esta debía aplicarse equitativamente superando el sistema lucrativo y Sen consideraba a esta como una capacidad humana en pro de garantizar un desarrollo integral y duradero.
Sin lugar a dudas, la justicia ha estado en el centro de la atención y discusión por parte del ser humano en toda su existencia. Desde tiempos remotos nos hemos encargado como especie de discernir frente a qué es lo bueno y malo, justo e injusto, correcto e incorrecto o legal e ilegal, y es preciso que ante tantas preguntas, análisis, reflexiones y críticas, hemos podido llegar a una conclusión, la justicia debe y tiene la responsabilidad y función social de aportar convivencia entre los hombres.
Sin embargo en los últimos años, sobre todo aquí en Colombia, se ha venido generando una discusión por parte expertos, especialistas y académicos frente a qué tipo de justicia queremos o una punitiva que garantice penas y castigos en las cárceles, o una restaurativa o reparadora que implique la satisfacción del daño causado a la víctima. Esta reflexión académica no viene sola, sino que va acompañada de la búsqueda imperiosa de solución al fenómeno o problemática del hacinamiento en las cárceles de Colombia, que según la Defensoría del Pueblo a junio de 2022 se encontraba en el 20%.
Es precisamente esa problemática anteriormente descrita que ha llevado a que hoy en Colombia se busque paralelamente estrategias para que ese fenómeno carcelario por fin trate de resolverse, y es por ello que ha comenzado a surgir con más vehemencia, voces como la del nuevo ministro de justicia Néstor Osuna, que se atrevió a poner en la mesa y centro de la discusión la llamada y bien intencionada justicia restaurativa, digo que se "atrevió" ya que infortunadamente en Colombia se popularizó y normalizó a la justicia no como un bien reparador, sino como una venganza y retaliación asistida desde el concepto de lo punitivo, es decir desde el castigo en forma de cárcel, por lo cual ha hecho que ante la idea o propuesta del ministro, algunos sin discernir un poco y basados en su fanatismo, obsesión, ceguera y normalización hayan puesto el grito en el cielo.
Sin dudar dos veces, y como refería anteriormente, la justicia restaurativa es en mi opinión una propuesta bien intencionada, no solo lo creo yo, por ejemplo en un estudio investigativo de la Universidad del Rosario comentaba que los expertos en esta materia concluían en la necesidad e insistencia de hacer entender a los colombianos que la única forma de sancionar no es la cárcel, sino que la justicia restaurativa podría ser el camino.
Solo cabe esperar que la discusión real, decente y profunda de este tema comience su estudio por parte de los que saben, y que logré calmar, diseminar y disolver aquellas críticas vacías, fanatismo rampante y obsesión naturalizada a la que está expuesta esta propuesta, esa que tendrá primero que lograr que los colombianos apropien, reconozcan y validen esta, y así evitar llegar a la ya conocida frase de cajón de que ‘’Colombia todavía no está preparada’’ y ante eso me pregunto ¿Y cuándo lo estaremos? Llegó el momento de que la obsesión y la venganza deje de ser la base del país de talión, ese que pregona el del ojo por ojo y del diente por diente, porque al final si seguimos así como bien mencionada Gandhi nos quedaremos tuertos y muecos.