Los invasores fue una serie televisiva estadounidense de ciencia ficción emitida en Colombia en 1967, de la que vi, de niño, uno que otro episodio. A blanco y negro, con intermitentes cocuyos, y yendo a veces a mover una alta antenota que había en un zaguán, cuando se iba la señal.
Recuerdo que ese remoquete de «invasores» se lo daban los humanos a peligrosos extraterrestres que habían venido con la clara e inequívoca intención de apoderarse de nuestro planeta. Los alienígenas dominaban personas para pasar de incógnito, pero los héroes de la serie los identificaban y… ¡pun, pun!, los mataban. Cuando un invasor era aniquilado, el cuerpo del ET se desvanecía entre destellos de luz. No quedaba una tira de tripa. Ni medio pelo. Ni siquiera la más mínima pizca de ceniza.
Creo que eso me inspiró para caracterizar los decesos de los casi trasparentes vumanes ─los habitantes del mundo fantástico de Mévor, en mi novela fantástica Ysier o los confines del cosmos─ que, cuando morían, les pasaba lo mismo que a los invasores de la serie de marras (esto antes de conseguir la fuente de la vida eterna, cosa que logran como a mitad del relato). ¿Copia o emulación? Qué más da.
Sirva lo anterior para hablar algo sobre las invasiones de tierras en nuestro país. Pero antes hagamos un preámbulo.
Podemos decir que la invasión #1 de seres vivos en nuestra madre Tierra fue la de los primigenios seres unicelulares. ¿De dónde aparecieron estos invasores? Los creyentes en la teoría de la panspermia aseguran que vinieron del espacio exterior. Pero no tenemos mayores pruebas. Yo digo que sí somos de aquí y que venimos del nivel dimensional inferior, de algún mundillo cuántico propio, idea que expongo en mi ensayo La hipótesis Nifir.
Las dos primeras acepciones de «invadir», de la RAE, vienen al caso: “1. tr. Irrumpir, entrar por la fuerza. 2. tr. Ocupar anormal o irregularmente un lugar.”
Ambas son válidas para el caso que nos ocupa. No cabe la menor duda: las bacterias irrumpieron con todas sus baterías y el hombre es su última forma, así de pronto tú te creas un dios en potencia.
De allí en adelante y hasta el sol de hoy, son unos 4.000 millones de años de avances y retrocesos vitales impulsados por la evolución natural darwinista, de la que los nosotros, los intelígenas ─como dije─, somos la punta de lanza.
Homo sapiens es nuestro nombre científico. Surgimos en África y luego invadimos Asiateura, que es Asia y Europa pegadas como uña y mugre. Asia va primero, con todo su derecho, porque es la porción más grande.
Más tarde vendría la invasión a Aviayala, Nuevo Mundo o Amarica, perdón, América. Según la teoría del poblamiento temprano, los humanos llegamos aquí hace unos 33.000 años, afirmación basada en el descubrimiento de restos medidos por carbono 14, según investigaciones recientes. Hay otra teoría, la del poblamiento tardío, según la cual los paleoavialanos o paleoamericanos entraron en nuestro continente durante la última glaciación, cuando fue posible el paso a través de Beringia, un antiguo istmo que actualmente está bajo las aguas del estrecho de Bering.*
1492 fue el año de arribo de los chapetones a las mal llamadas “Indias Occidentales”. Ellos, por “derecho de conquista”, invadieron buena parte del continente. Lo mismo harían los portugueses, asaltando lo que hoy es Brasil, y los ingleses y franceses con lo que hoy es la Unái Stei y Canadá.
Ahora sí, pasemos a las invasiones de tierras en Colombia.
De entrada, ya sabemos que los españoles se apoderaron de todas las tierras bajo el principio salvaje de “plomo es lo que viene y bala es lo que hay”, o sea con cañones, arcabuces, trabucos, ballestas y mosquetes.
Luego vendría el ejército patriota liderado por Simón Bolívar que, tras vencer las tropas chapetonas, les quitaría tierras a terratenientes realistas que se opusieron a la independencia.
Hacia mediados del siglo 19 se dio el proceso llamado “amortización de bienes de manos muertas”, por el cual el Estado le quitó a la Iglesia católica cuantiosos bienes raíces que los curitas tenían como terrenos de engorde.
Ya en nuestra cruda actualidad, son múltiples los conflictos por las tierras, con pleitos legales, amenazas, heridos y muertos, por desgracia. Como ves, no es nada nueva la cosa.
En economía es un tema candente.
Véase ensayos de Salomón Kalmanovitz, como El desarrollo de la agricultura en Colombia, y La agricultura colombiana en el siglo XX, en coautoría con Enrique López Enciso. Otras obras recomendadas son: La reforma rural, una deuda social y política, de Absalón Machado. Tierras y conflictos rurales. Historias, políticas agrarias y protagonistas, del Centro Nacional de Memoria Histórica, con la coordinación de Rocío Londoño. Guerreros y campesinos: El despojo de la tierra en Colombia, de Alejandro Reyes Posada.
Concentración y extranjerización de tierras productivas en Colombia, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, y Unidad de Planificación Rural Agropecuaria. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011: Colombia rural, razones para la esperanza, del PNUD, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, con la coordinación académica de Absalón Machado. Incluso te puede servir la novela Siervo sin tierra, de Eduardo Caballero Calderón.
¿Avanzará este complicado proceso? Quizás, quizás, quizás…
Obvio. Se necesita adelantar una reforma agraria.
Y habrá uno que otro encontrón.
Nunca han faltado.
(*) https://es.wikipedia.org/wiki/Puente_de_Beringia
YouTube: elvesinal / [email protected]