De donde vengo yo
Opinión

De donde vengo yo

Por:
noviembre 10, 2013
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Yo vengo de un tiempo en que los más adelantados estudiaban basic en los cursos de computación. Pantalla negra, letras verdes, mini floppy disc, con los disquetes guardados en cuadernos ojalá argollados. El pasado es un lugar pesado que te  prometía un futuro cargado de liviandad. Lo sabes cuando la región en que está tu adolescencia no tenía idea de teléfonos móviles y era incómodo llevar hasta un radio transistor. Eran días en que este lado del mundo era territorio betamax. Soy de esa generación que ha tenido la velocidad por definición: todo cambia rápidamente, tanto que algunos pronto llamarán arqueología a lo que vos y yo conocemos como biografía. Vengo de ese lugar de agujas sobre el disco de acetato, de cuando las muchachas escuchaban dizque rock en español.

De pequeño el año dos mil —creía yo— quedaba lejos y segurito los carros iban a poder volar. De pequeño decir metro era hablar de una tirita con centímetros dibujados y no de un tren urbano con estaciones. Dicen que la patria es la infancia, seguro tienen razón, pero mi país no es un mapa de nostalgias. Yo vengo de Armero y vi a Omaira perder la sonrisa debajo del lodo después de cantarle a los rescatistas que no la pudieron liberar. Yo vengo de la Plaza de Bolívar en Bogotá y todavía siento en la piel el calor del Palacio de Justicia en llamas. Yo vengo de Popayán en aquel Jueves Santo y de Armenia cuando comenzaba a temblar.

Yo vengo de una madre blanca, blanca y un padre negro, negro. De cuando nadie escribía afrocolombiano ni decía todos y todas. Y no supe del color de mi piel sino hasta que entrando al kínder me dijeron “negro” por ofender y tuve que preguntar en casa ¿eso qué es? Porque con varios colores en allí nunca nos definió la piel. El diccionario tampoco: nadie dice mulato por estos días. Tampoco dicen zambo. Hoy día si quieres insultar no busques las palabras en la calle, búscalas en un diccionario.

De ese sitio del que vengo yo todos somos un poco sobrevivientes de un abismo, sobrevivientes incluso de nosotros mismos. Vengo de un lugar que confundió tentación con oportunidad y detrás del brillo de la riqueza rápida desperdició vidas,  generaciones, campo, porvenir. El rojo de mi bandera si fue de sangre. El amarillo, de oropel. Y el azul estaba entero incluyendo a San Andrés.

Hay frases de ayer, pronunciadas en ese lugar del que vengo, que insisten en escucharse hoy en este sitio: cuando alguien pretende halagar es común escucharle decir “eso es tan bueno que parece de otro país” y no entiende que esa es otra manera de insultarnos a todos. Porque algo puede ser tan bueno que, efectivamente, sea de este país. Pienso yo.

Nos prometían días distintos. Nos prometían el cambio. Nos dijeron Bienvenidos al Futuro. Nos invitaron a pintar palomas de la paz en la calle pero tuvieron corto vuelo. Nos repitieron que no necesitábamos un Mundial de Fútbol en el lugar del que vengo yo y renunciamos a ser la sede para construir escuelas y hospitales que nunca se construyeron. Así es, vengo de una provincia de promesas rotas.

Vengo de un tiempo en que los televisores predicaban al anochecer la misma oración: cierre y fin de la emisión, el día de la santacruz en cada casa se oía mil veces jesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesúsjesús y en las radios a las seis a eme sólo sabías del himno nacional cuando un ciclista al otro lado del mundo nos daba motivos para que lo escucharas cuando el podio era un lugar tan sagrado como un altar.

Vengo de un lugar en que la red social era la cuadra en que vivías y te desconectabas cuando te mandaban a entrar. En las montañas de mi ciudad iluminaba un letrero que estaba tan alto como el cielo: no decía Hollywood sino Coltejer. Y cruzar una calle sin permiso era retar al destino, no porque fuera una forma de frontera invisible sino porque eran días en que acostumbrabas hacerle caso a papá y mamá.

Yo vengo de un lugar que, si veo por el retrovisor, ya no está. Y no voy a quedarme mirando atrás para convertirme en estatua de sal. De donde vengo yo nace una idea que no puedo abandonar: conservo la ilusión de vivir, alguna vez, juntos en Colombia un día de paz.

Sé que vos me entendés.

Hay asuntos que no puedes olvidar en amnesialand.

 

 

 

 

 

 

 

 

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