Don Quijote de la Mancha, publicado 1605 y 1616, bosqueja el conflicto y la crítica entre el individuo y la sociedad. La novela, como obra literaria, no es la realidad sino el espejo deformado de la realidad. En la novela la realidad pierde su peso natural, pues esta es vista desde la imaginación.
Quizá porque la literatura llevaba a un alejamiento de las creencias, costumbres y valores que afianzan la costra de los días, la Inquisición prohibió la lectura de obras como La Celestina y El Lazarillo de Tormes. Incluso fue prohibida la lectura de la Biblia.
Tal medida tiene origen en el Concilio de Trento (1543-1563), pues se consideró que la lectura del texto en lengua vulgar llevaría al libre examen y a la interpretación personal y subjetiva que en los plebeyos e indoctos haría brotar visiones exaltadas y divergencias doctrinales.
Tal contravención tuvo consecuencias. Si se hubiese fomentado la lectura del relato bíblico, hubiese sido necesaria la alfabetización y, a la larga a la formación del público lector. Así pues, en lugar del alfabetismo para los pueblos en las colonias, se recurrió a las pinturas e imágenes, y a la exposición de la doctrina cristiana escrita en forma de preguntas y respuestas.
En ese contexto, dos textos llegaron a tierra americana. El Catecismo de Jerónimo Ripalda, publicado en 1591, y el Catecismo del padre Gaspar Astete, publicado en 1599. Ambos empleados en la evangelización. No era necesario saber leer o escribir, ya que estos se aprendían de memoria y no de entendimiento.
Los inquisidores veían con recelo las obras literarias. Por ende, un novela como Don Quijote resultaba bastante sospechosa, pues conllevaba al goce y a la mirada cómica al sumergir al lector en la arrebatadora confusión de la fantasía, que conducía a mirar con distancia la propia condición social y percibir la realidad convencional y hueca.
Ahora bien, es bastante curioso lo que ocurrió cuando se supo que el aprendizaje del catecismo era un deber para el cristiano, dado que la creencia era un estado de la mente que suponía un conjunto de verdades al margen de toda duda. Con eso en mente, en el catecismo estaba lo que un cristiano debía creer. Mientras tanto, la literatura proporcionaba una imagen cómica y subversiva de la existencia desde la carcajada e ironía.
Eso lo hacía Don Quijote en la primera salida de Argamasilla del Alba hasta la venta donde es armado caballero; en la segunda salida que abarca Puerto Lapice, Molinos de viento, Aventura de la venta, Los Galeotes y Penitencia de Don Quijote; y en la tercera salida que incluye Toboso (encantamiento de Dulcinea), Lagunas de Ruidera, Cueva de Montesinos, Caballero de los espejos, Aventura del barco encantado, Palacio de los Duques, Roque Guinart y Caballero de la Blanca Luna.
Por su parte, la Biblia como texto literario, en el relato de Jonás lleva al deleite y la inspiración, que inspiró a Collodi la aventura de la formación de Pinocho o el relato José y sus hermanos escrito por Thomas Mann.