“Soy de la comunidad de Macedonia, pero mi esposo es de Mocagua y nos vinimos a vivir acá. Montamos este centro turístico para trabajar comunitariamente, no sólo nosotros.” Dice Lucy Ivette Arimuya Cegarra, quien junto con su esposo montó hace 2 años este hostal, luego de que él trabajara por 6 años en un hotel de Leticia y se sintiera seguro de trabajar con el turismo.
“Mi familia es Cocama y la de mi marido es Tikuna. Mi mamá no estaba de acuerdo, quería que yo me quedara con los Cocama, pero yo dije, vamos a ver qué pasa y gracias a Dios nos llevamos bien.” Cuenta Lucy después de 16 años de vivir con su marido. “El cambio ha sido bueno. Es mejor el hospedaje turístico que la discoteca. Cuando los turistas llegan se les cuenta de Mocagua, de los ancestros. Todo eso se les explica.”
Cuenta que la mayoría de las personas son amables, pero recuerda a un huésped en particular que resultó insoportable:
La comunidad de Mocagua le ha apostado al turismo. Muchas de las casas son hostales en los que ofrecen además de alojamiento, visitas guiadas a otras maravillas amazónicas. El turismo comunitario es lo que está en boga, y si sucede como lo esperan, conservará una escala que brinde bienestar a la comunidad a la vez que equilibrio natural.
Las normativas de Perú, Brasil y Colombia respecto al cuidado del medio ambiente y la fauna no se ejecutan con el mismo rigor. Las fronteras son ficticias en este territorio, lo que no lo salva de terribles incongruencias como el proyecto de un zoológico. Sería doloroso que alguien viniera a conocer animales enjaulados en el paraíso. La comunidad de Mocagua y su proyecto colectivo, son prueba viviente de una forma posible de hacer turismo, no sólo sin perder el respeto por la vida, sino contagiándolo.