De cuando el nadaísmo llegó a Cartago

De cuando el nadaísmo llegó a Cartago

Un texto a propósito del fallecido poeta Alberto Rodríguez Cifuentes

Por: edgar giraldo alzate
noviembre 15, 2019
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De cuando el nadaísmo llegó a Cartago

La ciudad desde tiempos inmemoriales tuvo una enraizada tradición de tertulias literarias. El maestro Valencia las visitaba con frecuencia y en alguna ocasión acuñó el término “la casa del talento”

Cartago es la única ciudad no capital que desde hace más de medio siglo tiene un conservatorio de música, también una academia de historia y varias universidades, sin contar con que existen 13 activos grupos de poetisas (caso único en el país).

Hasta allí llegó el posmodernismo de la mano de un poeta alucinado: Alberto Rodríguez Cifuentes.

Compartí aula con él en el Liceo Cartago, donde asistía de vez en cuando a clases. Don Gonzalo Suárez, el rector, descubrió su talento y toleraba sus locuras. En los actos de clausura anual, Alberto nos deleitaba con poemas de su propio caletre.

Como su padre era citador de un juzgado, le ayudaba en su trabajo y siempre andaba con un folder lleno de documentos bajo el brazo. Este ser extraño y rebelde también era taxidermista.

Entonces, como Cartago era demasiado pequeño para su cerebros lleno de ideas muy pronto empacó sus animales momificados y poemas, y emigró a Cali. El País publicó algunas de sus obras en su magazine literario.

Allí lo apodaban el nadaista cartagueño. Murió muy joven, dicen que cometió suicidio, pues andaba obsesionado con la muerte y sabía que la pelona lo andaba persiguiendo.

Este poema de su autoría es una obra maestra de poesía nadaísta: irreverente, original, macabra y bella.

Algo sobre la muerte

 

   La Muerte está fumando en mi aposento

La Muerte está zurciendo mi camisa

La Muerte está mareada de la risa

Al verse despeinada al viento

 

La Muerte viste su color violeta

Y se ajusta sus medias de ir a misa

 

La Muerte está esperándome sin prisa

Con su reloj como su único armamento

 

La Muerte vive aguándome mi vino

Y hurgándome la paz de mi intestino

Sentada sin permiso ante mi mesa

 

La Muerte se ha comido mi retrato

Le ha ganado ya seis vidas al gato,

y a mí, seis días de vida, La Tahuresa.

 

Nota. La obra de Alberto fue muy extensa y dispersa. Si alguien guarda algín poema, por favor envíemelo a mi correo para tratar de completar la coleccion: [email protected]

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