A principios del mes de agosto del año pasado escribimos en este mismo espacio un texto titulado Venezuela: tema obligatorio en las elecciones de 2018 en Colombia e indiscutiblemente fue un vaticinio que se está cumpliendo a cabalidad en la campaña electoral. Quedó demostrado el pasado 11 de marzo, porque según las encuestas la mayor preocupación de los colombianos en las calendas que actualmente vivimos es que el país no se convierta en otra Venezuela, lo cual supera a temas como la paz, la economía, la salud, la corrupción, la seguridad, la educación, el empleo y otros. Con ello se demuestra el temor de que al elegir a Gustavo Petro como presidente, Colombia tome el rumbo del vecino, teniendo como punto de partida la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente a imagen y semejanza de la de Nicolás Maduro.
El fracaso del socialismo del siglo XXI en Venezuela es total y absoluto, sin olvidar que de esa hermandad hace parte Petro a través del comunista Foro de São Paulo, ya que su movimiento progresistas y los partidos que lo acompañan son miembros de esa organización marxista-leninista. Así que los cantos de sirena petristas sobre la Colombia Humana que buscará fortalecer el aparato productivo mediante el desarrollo del agro y la industria solamente son embelecos electorales, ya que para lograr metas productivas se necesita confianza inversionista, como sucedió con la China hace 41 años, pero con Gustavo Petro eso no ocurrirá.
No hay que olvidar que Gustavo Petro fue el único de los 20 candidatos presidenciales colombianos que habían el 31 de julio de 2017 que defendió la convocatoria espuria de la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela, por lo que copiará como presidente la misma receta para Colombia, en donde los votos de los ciudadanos serán suplantados por organizaciones de fachada, cascarones o de bolsillo del ejecutivo.
Es difícil que el doctor Petro se pueda desmarcar del castrochavismo o marxismo-leninismo criticando la economía extractiva en Venezuela, porque Fidel Castro y Hugo Chávez diseñaron a principios del siglo una estrategia petrolera para influir en los gobiernos de la región, buscando crear una especie de Unión Soviética Latinoamericana contando con el crudo. Sin embargo, les fallaron los cálculos y por eso el rechazo de Gustavo Petro a que un país sea rentista es una posición eminentemente electoral y de último momento, porque en casi 20 años de chavismo hasta ahora le da por censurar a Venezuela diciendo que la crisis se debe a que es un país rentista con economía extractiva.
Venezuela con menos población ha superado de lejos en dólares a las exportaciones colombianas, sin embargo la renta petrolera durante el régimen chavista fue saqueada y malversada por la camarilla gobernante en un periodo relativamente corto. Por ello es menester hacer la siguiente pregunta: en un eventual gobierno de Gustavo Petro, sin que Colombia cuente con una renta petrolera similar a la de Venezuela y sin un aparato productivo eficiente, ¿en cuánto tiempo tendremos una crisis igual o peor que la del vecino? Pues el programa económico del candidato progresista solamente es un compendio de intenciones que no está aterrizado en la realidad nacional y mundial.
Entonces el “buen vivir” del que hablan los llamados gobiernos alternativos de la región no pasa de ser una simple entelequia, porque al mejor estilo marxista lo que buscan es la perpetuidad en el poder, acabando con la alternación en el manejo del Estado y para ello qué mejor que convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para perpetuar un partido único en la dirección de la nación, como sucede en los regímenes totalitarios comunistas.
El pueblo colombiano está notificado de las tinieblas que amenazan al país y por eso no puede ser inferior a los retos que se le plantean, ya que no hay que echar hacia atrás la rueda de la historia, como ha sucedido con algunas naciones latinoamericanas que han reciclado los desechos del comunismo totalitario repudiados en el viejo continente con la caída del muro de Berlín, y eso nos puede ocurrir eligiendo a una persona como Gustavo Petro cuyas motivaciones ideológicas y políticas son bien conocidas.