De cómo una guerrera se desnudó para frenar una guerra

De cómo una guerrera se desnudó para frenar una guerra

En la mitología mexicana hay asombrosos caminos de mitos y leyendas. Entre otros, para crear condiciones que hagan posible el fin de hostilidades y la beligerancia

Por: Mateo Malahora
febrero 13, 2020
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De cómo una guerrera se desnudó para frenar una guerra

Mixcóatl, padre de Quetzalcóatl, fue un gran guerrero. Ocupa rango de privilegio en la formidable mitología de la nación mexicana. Pretendió conquistar a Huitznahuac. Organizó sus huestes y marchó con la certidumbre de sitiar y ocupar la ciudad.

Justo antes de comenzar el asedio salió a su encuentro una mujer de estremecedora belleza. Frente al guerrero colocó en el suelo sus ropas y sus flechas.

Mixcóalt quedó estupefacto. Músculos y cerebro habían sido heridos con el insólito desplante. Sin embargo, no abandonó su beligerancia. Después de superar el estremecimiento que le produjo la conmovedora y desnuda presencia, le disparó cuatro flechas, pero ninguna acertó.

Ante la primera, la mujer se inclinó y le pasó por encima, la segunda pasó por un lado sin hacerle daño, la tercera, para asombro del guerrero, ella la atrapó con la mano y la cuarta, que pensó le hubiera dado en el blanco, se fugó por entre las piernas.

El guerrero, héroe de mil batallas, se replegó a preparar mejores estrategias para el asalto final. Segura de poderío de su enemigo Chimalman se escondió en una gruta o caverna. Mixcóalt, lesionado en su orgullo de guerrero indómito, empezó a ver en todas las mujeres del entorno enemigas hostiles y comenzó a maltratarlas sin clemencia.

Ante el acoso, las embestidas, los malos tratos, excesos de fuerza, los asaltos y la violencia generalizada, las mujeres de la región se unieron e hicieron valer su poder solidario. Llegaron sin rodeos a una conclusión, clara y elemental, axiomática. Para evitar los ataques, la muerte y la tortura contra todas las mujeres dijeron: “Busquémosla”. Una vez la encontraron le dijeron abrumadoramente: “Te busca Mixcóalt, y por cauca tuya maltrata a tus hermanas”.

Al oírla Chimalman se conmovió y salió al encuentro de Mixcóalt. Volvió a desnudarse frente a él y colocó de nuevo en el suelo sus flechas y su ropa. El guerrero, otra vez irritado, como todo combatiente, hinchado de vanidad, volvió a  con arrojo a dispararle sus flechas, siempre con más vehemencia, sin éxito para eliminarla o rendirla y hacerla su esclava.

Dicen las leyendas que al arrogante y soberbio guerrero no le quedó otra alternativa que desposarse con ella.

Con algunas guerreras y con algunos conflictos, el camino que optó Mixcóalt puede ser viable, aunque no necesariamente los guerreros tengan que casarse con quien son sus más enconados adversarios o representan símbolos de resistencia.

Absurdo sería pedirle a Hamás y los palestinos que se desposen con la nación israelí, basta que los actores de los legendarios conflictos entiendan la complejidad de los hechos y asuman, ante las nuevas generaciones y la historia, actos de grandeza para fundar una paz negociada. Lo propio en posible en los estados que soportan históricos conflictos políticos.

Si la visión de la paz se torna univoca, ortodoxa y cerrada, el acceso al camino de la tramitación pacifica es imposible. A la paz no se llega siempre por las rutas de la guerra.

Para lograrla, aunque resulte paradójico, en la mitología de la nación mexicana hay asombrosos caminos de mitos y leyendas. Por lo menos para crear las condiciones que hagan posible el fin de las hostilidades y la beligerancia, porque la paz no es simplemente la ausencia de la guerra y es una construcción política y social.

Salam Aleikum

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