“Soy el alcalde de Urrao, Antioquia, tenemos un paciente a tres días de camino en Vásquez Mandé con amputación de sus dos piernas por minas antipersonales. Se nos está muriendo. Requerimos de carácter urgente un helicóptero que pueda auxiliarlo; ya agotamos posibilidades con el Programa Aéreo de Salud y Fuerza Aérea, y no hay aeronave disponible”.
Ese paciente es Julián Santos Molina, tiene 39 años y es el presidente de la Junta de Acción Comuna de la vereda Brazo Seco. Pisó una mina dentro de su propia finca, en una zona que domina el frente 34 de las Farc.
Luis Eduardo Montoya, el alcalde, escribió ese mensaje pasadas las 4:30 de la tarde del domingo pasado. Publicarlo en Facebook fue la única alternativa que encontró. En ese momento, el campesino permanecía en un centro de salud a dos horas de su casa. Lo atendía un enfermero que tenía pocos recursos para salvarle la vida.
“A mediodía me llamaron de la Acnur. Me contaron lo que había pasado, hasta que logré comunicarme con alguien de la comunidad que me explicó todo. Empecé a llamar a la FAC y al programa de la Gobernación, pero a las 3:30 me dijeron que no había disponibilidad”, recuerda Montoya.
La explicación era simple. Los helicópteros de rescate que la Fuerza Aérea asigna a ese tipo de misiones estaban atendiendo otro caso y, para el acceso de la misión médica del Programa Aéreo de Salud de Antioquia, la zona debía estar asegurada, pero el Ejército no estaba cerca.
“Uno se siente impotente para atender una situación como esa. Las víctimas en casos así siempre son civiles. En esa zona son ocho veredas y muchas comunidades afro que viven bajo el dominio del frente 34”, dice el alcalde.
El eje estratégico del frente 34
La zona rural de Urrao, en límites con Chocó, enfrentó el repliegue del frente 34 que hace poco más de una década hacía presencia en buena parte del Suroeste de Antioquia. La disputa de ese territorio con el Bloque Suroeste de las autodefensas y la presión militar, llevó a los hombres de las Farc a movilizarse hacia los límites entre los dos departamentos.
Según el propio alcalde de Urrao, el control de la guerrilla en ese territorio es permanente. A eso se suma que la ofensiva de la Fuerza Pública en contra de esa estructura de las Farc ha sido contrarrestada con la siembra de minas en zonas de tránsito frecuente de las comunidades campesinas.
La influencia del frente 34 se extiende por el medio y el bajo Atrato en el departamento de Chocó. En el norte, sus hombres hacen presencia en la zona de Urabá e incluso en los límites con Panamá. Pese a la ofensiva que ha enfrentado en los últimos años por cuenta principalmente de ataques aéreos, se calcula que la actualidad cuenta con alrededor de 200 hombres.
Ese puñado de guerrilleros es suficiente para copar espacios y, según afirman excombatientes de esa estructura, se mueven con relativa agilidad en una zona selvática que representa un punto estratégico para preservar los intereses de las Farc en Chocó y buena parte de Antioquia.
Ese frente fue el responsable, entre otras acciones, del secuestro del gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, y del asesor de paz, Gilberto Echeverri. Ambos murieron en cautiverio durante un operativo de rescate en 2003, justo en zona rural de Urrao en límites con Chocó.
Además, en noviembre de 2014, ese mismo grupo retuvo al Rubén Alzate Mora, comandante de la Fuerza de Tarea Titán. Ese plagio, ocurrido en circunstancias que no han sido plenamente aclaradas, costó la salida de ese oficial de las filas del Ejército y la suspensión temporal de los diálogos de La Habana por determinación presidencial hasta tanto el general y dos personas que lo acompañaban fueron dejados en libertad.
“Uno no ve sino guerrilleros”
El helicóptero que pedía el alcalde de Urrao aterrizó en Vásquez Mandé pasadas las 11:00 de la mañana del lunes. Un médico y un auxiliar del Programa Aéreo de Salud de Antioquia llegaron hasta el lugar y lo estabilizaron para llevarlo hasta Medellín. Habían pasado más de 24 horas desde que Julián Santos pisó la mina antipersonal que, al explotar, alertó a buena parte de su vereda.
“Se tropezó con la mina y no se dio cuenta de más nada. Mi mamá y la esposa de él escucharon el estruendo y sabían que estaba por ese lado. Se arrastró hasta que ellas lo encontraron”, relata José Reinel Santos, hermano de Julián.
José vive en Medellín desde hace casi 10 años y llegó a la ciudad escapando de las amenazas del frente 34. Fue reclutado por ese grupo armado cuando tenía 13 años y logró escapar a los 17 justamente de la guerrilla a que se atribuye la instalación de la mina que casi le cuesta la vida a su hermano. Por eso dice que no es la primera vez que su familia es víctima de la violencia que enfrenta esa zona a apartada del Suroeste antioqueño.
“Yo me enfrenté a ellos, estuve dos días perdido. Los indígenas me escondieron hasta que unos campesinos me ayudaron. Como estaba con el uniforme, entonces ellos me llevaron y me entregaron para que el Ejército no me fuera a hacer nada”, recuerda José.
Esos dos días fueron de un combate a muerte con sus antiguos compañeros. Según su relato, cerca de 20 guerrilleros lo perseguían con la orden de matarlo por tratar de desertar. Resistió y finalmente se presentó ante tropas del Ejército en el Batallón Granaderos, en el departamento de Chocó.
Pero luego de desertar no podía permanecer en Urrao. El asedio de la guerrilla lo forzó a desplazarse hacia Medellín. Las amenazas impidieron que volviera a su pueblo a visitar a su familia. “Cuando me salí me dediqué fue a estudiar. Y aquí tengo un hermanito menor de edad que está conmigo. Me lo traje porque esa gente lo estaba presionando para llevárselo”, dice José.
Logró distanciarse y en Medellín se siente a salvo, pero lo sucedido el domingo con su hermano revivió para él todo lo que enfrentó en las filas del frente 34. Dice que nunca instaló una mina, pero sí vio de cerca como otros guerrilleros lo hacían. “Aunque en esa época no se ponían tantas, todo eso lo minaron fue después del 2007 porque el Ejército se mantiene entrando. Y ahí no solo ha caído mi hermano. Esa es una zona de selva, uno no se encuentra sino guerrilleros. Es que esa gente que está en Cuba está por allá echando bueno pero eso por allá en Urrao sí es muy complicado”.
El alcalde dice que esa zona merece una mirada distinta del Gobierno. Así como sintió la impotencia de no encontrar ayuda para el campesino herido, en sus palabras se nota que la situación de esa comunidad apartada, cercada por las minas, se sale de sus manos. “Esa gente merece que se le mire con otros ojos. Ojalá se tenga esa zona en cuenta para un proceso de desminado”.
Julián permanece en una clínica de Medellín. Su familia todavía no ha recibido un dictamen médico preciso sobre su condición. Se encuentra estable, consciente y trata de hablar. “Pero no sabemos si le van a amputar los pies, no sabemos nada”, dice José. Tampoco saben si el tiempo que tardó la ayuda pueda hacer falta ahora. Esperan con paciencia y no tienen claro qué pasará al regresar.
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Twitter: @PacifistaCol