Pocas veces he tenido el privilegio de escuchar las conversaciones del Caballero de la Triste Figura y su escudero Sancho, conversación que habían iniciado en el 2008, en una cafetería del la Ciudad Blanca.
Acomodados en un sitio donde no sintiéramos la perturbación de escritores y periodistas, al calor de un estimulante mojito, Don Quijote sostuvo que en Popayán, donde le habían concedido el honor de otorgarle una segunda inhumación, de la cual se sentía orgulloso, el ambiente propiciaba el trato de la justicia sin ningún prejuicio.
Y como la inhumación había sido simbólica, puesto que todavía se encontraba vivo en las obras de los escritores y conversatorios de la ciudad, era el lugar ideal para hablar de la justicia, donde aún se creía, como en España de los años 1.500, que hablar de ella, era abordar el problema de las leyes vigentes.
Comenzó su exposición, con notoria entonación castellana, manifestando su preocupación por las ciudades señaladas como cultas, donde se continuaba pensando con la misma tendencia.
“Yo entiendo”, dijo Don Quijote, “que los juristas, en tiempos pospandémicos, van a tratar de buscar cambios legislativos, como reformas constituyentes, constitucionales y tributarias, en el entendiendo que el mundo puede modificarse con simples cambios legales y decretos".
"No, camaradas, y no se escandalicen con la palabra, que quiere decir amigos"; hizo una pausa y pidió otro mojito, que le pereció de origen cubano.
"Como ustedes saben, yo no me especialicé en derecho de reyes, apenas fui lector de libros de caballerías y me intranquiliza que todavía haya eruditos que, quinientos años después, continúen afirmando que la justicia es un asunto de su exclusiva competencia”.
Pongamos serios: “…el derecho es ideológico, interesado y parcial, es como una orden emanada por el poder económico de una sociedad, para controlar a los destinatarios, según los intereses de los grupos que legislan, como en Colombia, donde no están representadas las mayorías ciudadanas".
“Tened cuidado de los políticos que dicen: 'yo voy a cambiar esto porque por la vía del 'yo voy' llegan y se van a los palacios del nunca'". “Estas son épocas en que hay que luchar contra gigantes: La Injusticia, el Miedo y la Ignorancia”.
“Con los días he juzgado que las leyes, oriundas de la legislación burguesa, favorecen más a los propietarios que las propiedades y, estas, infortunadamente, son más importantes que los seres humanos”. “Además, para satisfacción, encontré, dos siglos después de mi nacimiento, que en Alemania y Francia, en la época del Romanticismo, sus países destacaron mi existencia como una lucha en favor de las causas justas”.
Y, agreguemos, antes de que lo olvide: “el poder domina a los cuerpos, como acontece con el cuerpo de la mujer; ya lo hemos tratado con mi amada Dulcinea, quien arguye, sabiamente, que la mujer disfruta de menos libertades que las que posee el cuerpo de los hombres y, lo más vulgar, se lo concibe como patrimonio, fortuna o pertenencia: Allí estriba parte de los feminicidios ocurridos en el Cauca". “Por eso, las mujeres que luchan por sus derechos, como lo anotaba el periodista Pacho Calderón, en una entrevista realizada al colectivo que dirige Claudia Quintero Rolón sobre D H y DIH, se observa una meritoria tarea”.
“Agradezcamos que, para esta conversa, salí de la segunda sede necrológica donde me encuentro enterrado en la Ciudad Blanca, 'de cuyo lugar no quiero acordarme', para no crear conflictos de intereses, porque mi cede fúnebre principal está en el Convento de las Trinitarias Descalzas en Madrid, donde reposo en paz”.
“Profundicemos nuestro diálogo inicial sobre la libertad: el capital vive del trabajo de quienes no tienen capital, lo que quiere decir que trabajo y libertad están asociados y son controlado por él”.
“Para que haya justicia, por ejemplo, hay que acabar con la idea de que los bienes deben administrarse como propiedades divinas, como ocurría en tiempos de la Reforma luterana”.
“De modo que, la riqueza, todavía sigue siendo una cuestión milenaria de gracia divina, como sucede con la ‘mayordomía’ que ejercen Bill Gates y los exageraditos grupos financieros colombianos y, si la división de los bienes tiene efectos divinos, los pobres seguirán siendo pobres, aún en el cielo, si tienen la oportunidad de lograr ingreso en tiempos de abrumadoras peticiones formuladas por el coronavirus, porque los acaudalados tendrán, en el más allá, residencias paradisiacas donde no los perturben los pobres de la Tierra, con quienes compartieron el planeta y los hicieron soportar enormes pesadillas sociales".
Recuerden, para despedirnos, una frase de mi propia cosecha: “Las personas suficientemente locas, que sueñan que pueden cambiar el mundo, son las que lo cambian”, hasta pronto.
Salam aleikum.