Su visita relámpago del miércoles 12 de abril a Bogotá, tomó por sorpresa a los centinelas de guardia en la sede de la Dirección de la Policía en el sector del CAN y también a oficiales, suboficiales y patrulleros que habitualmente trabajan allí. El general William Salamanca llegó pasadas las dos de la tarde solo, sin escoltas y se anunció como cualquier visitante. Vestía un traje azul, una camisa blanca y una corbata roja. No le acompañaban escoltas ni comitivas. Hubo revuelo cuando los más antiguos lo reconocieron y entonces él, libre de protocolos, los saludó a todos de mano, sin distingo alguno de grados o jerarquías.
El oficial de servicio acababa de recibir la información de que Salamanca, retirado del servicio activo durante el gobierno de Iván Duque, volvería a vestir el uniforme y a tomar el mando de la Policía Nacional, e intentó organizar una calle de honor. El visitante le dijo discretamente que no hacía falta y avanzó despacio desde la guardia hasta las escalinatas que llevan al hall principal del edificio y se tomó su tiempo para saludar a cada de una de las personas que salieron a su encuentro.
No usó el ascensor para llegar a las oficinas del cuarto piso donde está el despacho del Director General y se dio una vuelta para reconocer las oficinas que solía visitar cuando desempeñó cargos de mando. El primer saludo formal lo recibió del director encargado, brigadier general Tito Yesid Castellanos. En posición “firmes” el oficial le dio un parte sin novedad que Salamanca agradeció con un apretón de manos y una sonrisa.
Después ambos, el encargado y el designado, avanzaron hacia el Salón Estratégico donde ya estaba dispuesto un enlace para videoconferencia con todos los comandantes de departamento de Policía del país. “Me siento agradecido con el señor general Sanabria (director saliente) y con todos ustedes por su acogida y muy honrado de volver a vestir el uniforme de nuestra Policía, de nuestra familia”, les dijo.
Les anunció a todos que los haría copartícipes de un plan de fortalecimiento institucional y les pidió confiar en el presente y en el futuro institucional. Fue un saludo breve, al cabo del cual les explicó que ya tendría tiempo para hablar con cada uno de ellos. En ese momento ya tendría que disponer todo para tomar un avión de regreso a Miami, donde los siguientes diez días tendría que dejar todo organizado para hacer entregada del cargo de Cónsul General de Colombia que desempeñó durante los últimos ocho meses.
Sus visitas al Ministerio de Defensa y a la Casa de Nariño fueron más formales. Cuando saludó al ministro, Iván Velásquez, lo aguardaba una buena noticia, Por gestión del Ministerio el Banco Interamericano de Desarrollo anunciaba desde Washington el desembolso gradual de un crédito por US$100 millones, en condiciones preferenciales, para el fortalecimiento de la Policía Nacional.
Tanto el ministro como el presidente Gustavo Petro, con quien se reunió durante cerca de una hora en la Casa de Nariño, le dieron a Salamanca carta blanca para reorganizar los cargos estratégicos, con una consigna de por medio: podría avanzar hasta donde fuera necesario hasta encontrar a los especialistas realmente preparados para desempeñarlos, sin las ataduras generadas por los grados.
Por ejemplo, no podría limitarse ante la presencia de un general si entre los oficiales especializados hubiese un coronel o un teniente coronel con mejores requisitos para asumir la DIPOL (La Dirección de Inteligencia). Lo mismo aplicaba para el Gaula o Dirección Antisecuestro y la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (DIJÏN).
Con el presidente y con el ministro coincidió en que será necesario imprimir los mayores esfuerzos en el desarrollo tecnológico para enfrentar esa amenaza creciente llamada cibercriminalidad. Coincidieron en que las mayores amenazas para la seguridad ciudadana ya no están solo en las calles, sino en el universo digital con todas sus complejidades.
Desde los años 90, cuando la Policía fue dirigida por el general Rosso José Serrano, un director no había recibido atribuciones tan amplias que le permitirían romper líneas de antigüedad cuando las necesidades del servicio lo exigieran. En aquella época Serrano llevó a la Dijin y al Gaula a dos jóvenes tenientes coroneles que producirían los mejores resultados: Óscar Naranjo y Leonardo Gallego. Hasta entonces sus cargos habían estado reservados a generales.
Durante la visita relámpago de Salamanca a Bogotá fueron anticipados algunos cambios forzosos en la línea de mando en unidades regionales y mereció una consideración especial el nombre del mayor general Silverio Ernesto Suárez, un comunicador social y sacerdote de formación que, con el retiro del general Sanabria, quedó convertido en el oficial de mayor antigüedad entre los que se encuentran hoy en servicio activo. Si primara la tradición y la interpretación literal de los reglamentos, Suárez tendría que irse al retiro. Pero como se trata de una persona muy querida dentro de la institución y de alguien que ha venido apoyando, en la mesa misma, el ciclo de negociaciones con el ELN, se contemplará la posibilidad de asignarlo a un cargo apropiado para su formación. Una agregaduría en la Embajada ante la Santa Sede, en el Vaticano, figura entre las opciones.
Hacia las diez de la noche el designado director de la Policía ya se encontraba embarcado en un vuelo comercial hacia Miami. La urgencia y el ritmo febril de su visita no le permitió ir, como era su deseo, de ir hasta su natal Úmbita, en el departamento de Boyacá.
Antes de finalizar abril deberá estar de vuelta en Colombia para asumir formalmente el mando de la Policía. Y es posible que durante algún tiempo no pueda estar junto a su familia porque su esposa, Yadira Portuondo, de origen cubano, recibió recientemente el estatus de residente en Estados Unidos y estaría obligada a permanecer allí al menos durante seis meses, junto a su pequeño hijo. A menos que las autoridades de Estados Unidos, que ven con buenos ojos al general Salamanca -formado en altas escuelas allí- hagan una excepción.
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