Cuánta falta le hace un García Márquez a Colombia: genio literario, consecuente, agudo y leal en lo político, siempre del lado de las causas del pueblo, de los olvidados, de los excluidos de siempre. El vacío que dejó García Márquez en la cultura colombiana no ha podido ser llenado por nadie. En contraste, lo que tenemos en el país hoy en día, es a unos cuantos letrados, muy consentidos por el establecimiento y los medios que, desde pedestales morales pregonan contra la polarización, y despotrican con sesgos y argumentos pseudo-intelectuales de la única opción de cambio real que ha tenido el país con el gobierno popular de Gustavo Petro
Al estilo de Vargas Llosa, podemos mencionar casos aberrantes como el de Willian Ospina, ese que con una literatura reivindicativa logró situarse como un referente de la izquierda colombiana, pero oh sorpresa, en 2014, cuando estaba en juego la posibilidad de la Paz con Santos, salió a decir que había que votar por Oscar Iván Zuluaga con el lánguido argumento de que era “el mal menor”, ese que hoy está sindicado por corrupción en el escándalo de Odebrecht. No bastándole, las pasadas elecciones adhirió a Rodolfo Hernández, el millonario machista, misógino, violento y corrupto, hoy sancionado por la procuraduría. Nunca se ha arrepentido de lo uno ni de lo otro.
Al lado de esto, aunque menos alevoso y aberrante, pero igual de lamentables, están los casos de Héctor Abad Faciolince, quien ha llamado a Petro tramposo, egocéntrico y que a punta de “corazonadas” vaticina que al gobierno le va a ir mal. Tenemos también a quien hoy fuera graduado por los medios de la élite como un gran referente político, el autor de Satanás, Mario Mendoza, quien en una entrevista reciente graduó al presidente de narcisista con tendencia a tirano y dictador, y de quien dijo haberse arrepentido de votar, y que si pudiera volver atrás votaría en blanco, al lado de Robledo y Fajardo.
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Pues bien, estos tipos, muy callados en los gobiernos anteriores, donde se masacraba niños y civiles, donde la corrupción campeaba, donde se gobernaba para los intereses de la élite, ahora vienen a decirnos que vamos camino a la tiranía. ¿Cuáles son los argumentos que dan? Básicamente, ninguno. Habría que preguntarles: ¿qué medios de comunicación ha mandado a cerrar Petro? ¿Hay persecuciones o encarcelamientos a la oposición? ¿Cuánta plata se ha perdido en este gobierno? ¿Acaso 70 mil millones del internet de los niños? En serio, ¿cuál es la tiranía? ¿Contestar en democracia y con argumentos a las mentiras de ciertos medios? ¿Decir que no está de acuerdo con los argumentos con los que marcha la oposición contra su gobierno? ¿Acaso reprimió la protesta social, murieron jóvenes asesinados en las movilizaciones de la oposición? ¿Cuántos ojos se sacaron en esas marchas? En serio, señores “intelectuales” “faros morales de la patria”, ¿de qué están hablando?
La economía va bien, “imbéciles”: todos los analistas serios lo reconocen, la inflación está bajando, el dólar está bajando, inversión histórica en educación, salud y agro y energías renovables, apoyo internacionales, esfuerzos audaces para lograr la paz de los territorios, prioridad en la agenda social de los más pobres, acuerdos históricos para dignificar la profesión docente entre gobierno y Fecode, etc., etc., etc.
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Vuelvo y pregunto al señor Mendoza, en serio, ¿de qué rayos está hablando? ¿Cuál es el desastre? Detrás de estos escritores lo que hay en una conformidad con el statu quo, con la sociedad que a ellos los trata con beneplácito, y todo por cosas como estas: no incomodan a nadie, no cuestionan al poder, no defienden en realidad ninguna causa, viven plácidos dando entrevistas y yendo a ferias de libros, recibiendo regalías y viviendo cómodos en Bogotá o Medellín.
Me reafirmo más en mi opinión de que un García Márquez hace mucha falta a la cultura colombiana, pues el país en realidad está huérfano de pensadores que ayuden a entender la realidad, a darle sentido al mundo de los colombianos de a pie, que se identifique con la Colombia nacional y no con la Colombia oscura de las élites.
Rindo homenaje a todos estos escritores a quienes sin importarle el riesgo de censura o, como le tocó a Gabo porque lo iban a matar, el exilio, luchas por las causas juntas del adolorido pueblo colombiano. Porque lo que tenemos ahora es una élite intelectual criolla nefanda, decepcionante y vergonzosa.