De Carlos Vives a María Fernanda cabal

De Carlos Vives a María Fernanda cabal

"Ellos encarnan la más fidedigna postal de una Colombia irremisiblemente disímil". Un texto a propósito del reciente rifirrafe entre el cantante y la congresista

Por: JOSE ALEXIS DIAZ MARIN
noviembre 15, 2019
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De Carlos Vives a María Fernanda cabal
Foto: Instagram @carlosvives @mariafernandacabal

Algo hay de Carlos Vives a María Fernanda Cabal. Una distancia intransitable. La arena del Rodadero todavía está pegada a sus tobillos. Hablo de Vives. Su alma noble, nunca ha sucumbido a las bofetadas del odio ni tampoco a las heridas que infringen los fracasos. Un alma curtida en los atardeceres míticos de Pescadito, donde despernancado con sus amigos en un andén reproducía historias, atragantado de risa. La risa de Carlos es genuina, sin libretos. Espontánea como el sol de su tierra. En la bahía de sus ojos retoza siempre un niño inquieto, soñador y humilde como el que más. Su carácter dulzón fue cosechado en los alambiques de un bambuco bien entonado; en la exquisitez de un bolero enamorado, en el donaire de un currulao incitador, en la catadura de un porro sabrosón y en la alcurnia de esos vallenatos que aún se niegan a morir. Uno no tiene que ser amigo de Carlos para saber discernirlo. Su corazón es una carta abierta.

La señora Cabal es otra cosa. Siempre ha estado a la mesa de los que reparten el mazo de la baraja. No me la imagino comiendo pan con salchichón en una tienda de Pescadito. Es soberbia, ultraderechista y los descamisados parecieran olerle feo. Sus diatribas senatoriales, siempre caídas en desgracia, tan hirientes como patéticas, causan la turbación propia del insulto. Colegir que está hecha también es fácil. Basta con que abra la boca unos segundos. Es ácida y amarga. Por mucho que ría, la turbidez de su mirada y el atrio lóbrego de su cara, colonizado por una nariz indómita, la hacen sospechosa de agresión.

Por esa infranqueable disparidad no me extrañan los conceptos del cantante, blindados en la sencillez y la buena fe, en relación con la marcha del próximo 21 de noviembre. Pero tampoco me sorprenden las coces de la señora senadora cuando respondió a Vives.

“Si es para vivir unidos en la diversidad, yo marcho. Los hombres nacemos en desigualdad. Corregirlo, de eso se trata la civilización", expresó Carlos Vives en la red social Twitter. “Entonces comience por repartir su fortuna entre sus hermanos. La igualdad debe ser frente a la ley. El resto es paja’’, ripostó Cabal.

Carlos, desprovisto de la iracunda paranoia en que está sumido este país y ajeno a la hipocresía que campea en del tinglado político, atinó a subrayar: “Si la marcha es para que no maten a nuestros niños en todos los rincones del país, yo marcho. Si es para que dejemos de matarnos, yo marcho. Si es para pedir una mejor educación para todos, incluidos los que odian y hablan por aquí sin saber, yo marcho. Si es para hacer respetar las pensiones de nuestros viejos, yo marcho. Si es contra la corrupción y su inmensa fábrica de pobres, yo marcho. Si es para respetar a nuestros hermanos mayores, yo marcho. Si es para decirles no más a las extremas retardatarias, yo marcho”.

La senadora del Centro Democrático, en una incursión temeraria, y con la impronta natural de su fusil de asalto, disparó nuevamente:  “Quienes marchan son estudiantes privilegiados, que gozan de una carrera gratuita, gracias a los impuestos que pagamos. Desigual es aquel que no logra acceder al estudio por la escasa oferta pese a los multimillonarios presupuestos. Esos no marchan, trabajan para estudiar”.

Vives y la señora Cabal encarnan la más fidedigna postal de una Colombia irremisiblemente disímil. La que extiende la mano blandiendo el cerco de una sonrisa. La que como granos de café excelso, se agiganta en el paladar de los que catan la pureza. La lunática e iracunda, que se destaza a mordiscos y se arranca los cabellos. La que siempre está invitando a la contienda, agraviando con su juicio a los que piensen diferente. La que ningunea y se mofa. La Colombia que se niega a perder la esperanza, mientras tararea un estribillo que sabe a fruta fresca en la misma tierra del olvido. La que sale a marchar o se queda en casa, asumiendo riesgos, pero soñando que la palabra “corruptos’’ solo es una definición escrita en el diccionario. Nada más.

Me parece verlos ir a cada uno por su carril. A Vives inventando malabares en su vieja bicicleta, mientras canta a dúo con la brisa. Y a la señora Cabal eructando pestes tras el vidrio polarizado de su limusina.

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