El líder norcoreano se ha convertido en la estrella de la diplomacia mundial, cuando hasta hace unos meses era considerado un paria internacional. ¿Qué tanto es curiosidad y qué tanto es popularidad?
¿Cómo hizo Kim Jong Un para pasar de ser llamado “brutal dictador” de Corea del Norte al más considerado apelativo de “Su Excelencia”? Aparentemente gracias a un guiño diplomático hecho desde Washington.
La cumbre con el presidente Donald Trump de este martes en Singapur (noche del lunes hora de la costa este de EEUU) es a la vez para Kim un punto culminante y un primer paso que podría significar para el norcoreano el ingreso a las arenas de la política internacional de la que su país se ha mantenido agresivamente aislado desde que su abuelo Kim Il Sun lo fundara en 1945.
Hace menos de un año atrás, Corea del Norte experimentaba peligrosamente con cohetes balísticos de alcance intercontinental, se ufanaba del poder de su arsenal nuclear y parecía decidido a enfrentarse con medio mundo para seguir desarrollando su programa atómico militar.
Los hombres que ahora se encuentran en la reunión cumbre compitieron por mostrar al mundo quién tenía el “botón (nuclear) más grande” y llegaron al nivel del insulto personal: Trump llamó “pequeño hombre cohete” a Kim y este le dijo “viejo chocho trastornado”. Por cosas menos ofensivas, en otros tiempos, líderes de algunos países han ido a la guerra.
Pero eso fue hace meses. Una eternidad en esta nueva dinámica diplomática que está poniendo en marcha la Casa Blanca y que parece pasar por el acercamiento a los viejos enemigos (Corea del Norte, Rusia) y el enfrentamiento a los confiables aliados, como demostró la malograda cumbre del G-7 en Canadá, al final de la cual, por primera vez en su historia, Washington no suscribió la declaración final.
Ignorancia o mezquindad
Es imposible saber qué se logrará con la cumbre. Se puede estar de acuerdo con Trump en que dialogar es mejor que enfrentarse y que para cambiar cosas hay que actuar diferente, aunque ese sea un punto que el presidente enfatiza quizá por ignorancia o mezquindad o ambos, cuando da a entender que ninguno de sus predecesores hizo nada para solucionar el problema que es Corea del Norte.
En 1992 Corea del Norte y del Sur firmaron un acuerdo para la desnuclearización de la península, pero al año siguiente Pyongyang informó a Seúl su intención de retirarse del pacto. No lo hizo por la intervención de EEUU que gestionó negociaciones dentro de la ONU.
Al año siguiente el gobierno de Bill Clinton acuñó el Acuerdo Marco para atajar el desarrollo del programa nuclear norcoreano, que las fuentes de inteligencia estimaban que estaba en capacidad de producir hasta dos bombas atómicas, a cambio de ayuda financiera y humanitaria.
Con altas y bajas el Acuerdo Marco tuvo éxito, al punto que en 2000 se empezó a gestionar una reunión cumbre entre el presidente Bill Clinton y Kim Jong Il (padre del actual líder norcoreano) que finalmente no pudo concretarse. Era una diplomacia más tradicional que reservaba un encuentro de ese nivel para cuando hubiera logros fehacientes que mostrar.
El Acuerdo Marco se vino abajo con la política más agresiva del presidente George W Bush, quien puso a Pyongyang como uno de los puntos del eje del mal y acusándolo de violar lo pactado con el presidente Clinton enriqueciendo uranio con fines militares.
En 2003 empezaron las conversaciones del Grupo de Seis entre las dos Coreas, EEUU, China, Japón y Rusia, aunque el gobierno norcoreano ya fuera del Tratado de No Proliferación Nuclear no estaba dispuesto a negociar el fin de su programa atómico.
En 2006 Corea del Norte hace su primera prueba nuclear y genera una tormenta en la política internacional que tres años después lleva al colapso de las conversaciones del Grupo de los Seis sin haber logrado acuerdos sobre límites al desarrollo militar norcoreano ni cómo realizar la inspección que exigía la comunidad internacional.
En 2011, mientras el presidente Barack Obama intenta revivir el Grupo de los Seis, muere Kim Jong Il y sube al poder su hijo Kim Jong Un. EEUU aumenta la presión sobre el nuevo mandatario reforzando las sanciones, pero el joven Kim termina sustrayendo al gobierno de los acuerdos para supervisar su programa nuclear y reactiva su desarrollo.
"Fuego y furia"
Aunque en campaña había dicho que estaría dispuesto a sentarse con Kim, en 2017 el presidente Trump estrena una retórica agresiva contra el gobierno comunista al que amenaza con “fuego y furia” que generó alarma a muchos dentro y fuera de EEUU por la belicosidad de sus declaraciones.
Paralelamente Pyongyang realiza pruebas de nuevos misiles intercontinentales, demostrando que puede llegar a territorio estadounidense, además de su sexta y más poderosa prueba nuclear. El sudeste asiático parecía al borde de un conflicto, al menos convencional.
Pero toda esa tensión se evaporó en 2018 gracias a los oficios del gobierno de Corea del Sur, que, ante la agresividad estadounidense, decidió un acercamiento por su cuenta con el vecino del norte. Luego vino la invitación a participar en los Juegos Olímpicos de Invierno y todo se hizo buena voluntad, hasta llegar a la cumbre binacional realizada en la zona desmilitarizada que separa a ambos países.
Cierto que hubo roces retóricos entre Pyongyang y Washington que llevaron al presidente Trump a cancelar la cumbre, aunque rápidamente las cosas retomaron el rumbo.
Mientras tanto Kim se ha convertido en un mandatario codiciado, fue recibido en Corea del Sur y en China, ahora viaja a Singapur para una reunión con el jefe de la primera potencia militar del mundo y además tiene una invitación Rusia, la segunda potencia militar, lo que equivale a recibir el rango de interlocutor necesario de las naciones más poderosas.
De paria a par, ha sido la trayectoria de Kim. Por eso, independientemente de lo que resulte del encuentro en Singapur, no hay dudas que el norcoreano es quien hasta ahora ha ganado más con la nueva dinámica diplomática.