De Bazurto a Ciudad Delirio o la búsqueda del Dorado y las Indias

De Bazurto a Ciudad Delirio o la búsqueda del Dorado y las Indias

Por: Jorge Eduardo Suárez Gómez
abril 19, 2014
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De Bazurto a Ciudad Delirio o la búsqueda del Dorado y las Indias

Hace un par de meses, cuando comenzó la campaña de expectativa de la serie televisiva que en nuestro país se llamó Bazurto (y que para el exterior se llamó Made in Cartagena), se avisoraba un gran éxito. La mezcla entre Cartagena, Champeta y cierta dosis de sensualidad y acción, hacían presumir que lo que se venía era una producción que marcaría un hito en la historia de la televisión local.

La Champeta, aunque creación cultural propia del Caribe colombiano, ha sido sistemáticamente marginada junto con sus cultivadores, en el marco de la estratificación de la sociedad costeña. “Champetudo” en Cartagena significa ser ordinario, pintoresco y de poca clase. Los “champetudos” son los jóvenes que provienen de los barrios humildes de la Heroíca, en los cuáles la población es en buena parte afrodescendiente. La forma en que se publicitaba Bazurto, hacía presuponer que con la serie se comenzarían a derribar las discriminaciones constituidas en torno a esa cultura popular.

Hace un par de semanas, cuando comenzó la campaña de expectativa de Ciudad Delirio, la película “colombiana” que abrió el Festival de Cine de Cartagena y que se estrenó a mediados de abril, se avisoraba un gran filme. La combinación entre Cali, Salsa, grupos de baile y un poco de sensualidad; iba a generar una narración que le hiciera honor a esa riqueza cultural que han construido los caleños en torno a los ritmos afroantillanos. La película prometía introducirnos en el delirante mundo de los coleccionistas de discos, o en la epopeya de los jóvenes de las barriadas caleñas que con grandes dificultades han construido espectáculos dignos de Broadway. Hablar de la Salsa y Cali hizo pensar hasta en el “agúzate” con el que Andrés Caicedo pretendía despertar a Cali en el década del 70.

Vistas Bazurto y Ciudad Delirio, quedó claro que no estaban destinadas a dar cuenta de las subjetividades culturales nacidas en Colombia. Tampoco pretendían discutir con los prejuicios racistas con los que se han tratado las músicas nacidas de las entrañas de nuestro pueblo. Mucho menos pretendían vislumbrar cómo con la banda sonora de los ritmos afroantillanos que resuenan en toda nuestra geografía, se mueve un país que goza más de lo que sufre –que no es poco-.

En ambas producciones el protagonista es un galán otoñal español. Ni Vicente ni Javier bailaban nada de champeta o salsa. La cultura popular en cada caso no es sino la banda sonora de la aventura erótica de esos cuarentones blancos, altos y exitosos que vinieron a estas tierras “a sanar, a educar y a arrastrar pueblo. Las mujeres, cansadas de los negros machistas, incultos y feos que pueblan el Valle [y Cartagena], se derriten ante las buenas maneras, la caballerosidad y el acento de los extranjeros.”

El banquero en Bazurto y el Médico en Ciudad Delirio, están en el lugar de la enunciación de la rectitud moral en un contexto de hombres disfuncionales y mujeres hermosas desvalidas. Ninguna de las dos producciones trata de Cartagena, de la Salsa, de Cali o de la Champeta. Los protagonistas, los buenos de la película, son los españoles que encarnan el faro ético que vienen a iluminar el caos. No es sino la actualización de la dicotomía civilización-barbarie como lo señala Iván Gallo para el caso de Ciudad Delirio.

Ambas producciones, lejos de limpiar de prejuicios las culturas populares locales y darles la dignidad que merecen, las envilece más y de paso a nuestro país. La novela y la película están claramente diseñadas para el mercado internacional. Están construidas desde la mirada del europeo, es decir, de cómo él es superior al caos reinante.

Dice un filósofo que los productos culturales de consumo masivo son un termómetro del clima social de una época. Bazurto y Ciudad Delirio nos muestran felices por poder atender como reyes a los españoles que nos siguen pidiendo visa. Nos muestran emocionados por ser anfitriones de los mismos que tratan como ciudadanos de tercera a los latinos que buscan un mejor futuro en sus tierras.
Parece que ya dejamos de ser la sociedad fallida, por eso se reinició la búsqueda de El Dorado (En Bazurto la historia se tejía en torno a una estatuilla precolombina) y de las Indias.

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