De nuevo nos aprietan las manos simulando sinceridad y firmeza de las convicciones, mientras en sus adentros hacen fuerza para que un partido político cualquiera -no importa la ideología - les dé el aval para poder decir que nos pueden representar en un cargo de elección popular.
Es como una feria o una plaza de mercado. Es la subasta de avales en donde los maltrechos partidos políticos, que en general se representan así mismos, le dicen a los candidatos a alcaldías y concejos qué hacer para obtener la unción que los hace merecedores del aval para poder hacerse contar.
Los candidatos, por su parte, cambian sus discursos, esos que otrora defendían derechos humanos, hoy los vemos defendiendo la seguridad a ultranza o en otros casos aquellos antes conservadores y hasta reaccionarios, hoy posan de demócratas y librepensadores, es el auténtico mercado político, en donde los partidos no son más que micro empresas electorales en franca lucha por una porción de ínfimo poder, una demostración de nuestra frágil democracia.
Las intenciones de líderes políticos buenos, quedan atrapadas en los intríngulis de los juegos de poder de quienes tienen la potestad de dar y quitar avales por conveniencias y favores, por el “yo te doy tú me das”, por el poder que ejercen personas, que son invisibles para el “pueblo” que dictan órdenes, incluso desde las sombras.
Hoy pareciera no tener validez la pregunta por la coherencia ideológica o la propuesta programática de los partidos políticos para el país, para las regiones, para el territorio; importan los apretones de mano, los regalos en la veredas, las listas de necesidades en asambleas comunitarias en donde los candidatos toman atenta nota “de las necesidades de la gente” para ser tomadas en cuenta para cuando sean elegidos, sin decirle a la gente que la agenda, en muchos casos la impone el cacique político regional o nacional de turno, el senador, el representante a la cámara, el exalcalde o el contratista, solo en algunos casos se construye con las personas.
Los candidatos aprietan la mano, algunos incluso miran a los ojos; a los ciudadanos nos toca dar un salto de fe, -como dicen creer en algo que no se ve pero existe-, nos toca esperar que no haya decepciones futuras, votar a conciencia y esperar que eso sirva.
Por fortuna son cada vez más las personas que se comen el tamal y votan por quien creen que es mejor candidato o candidata, esperemos que eso sirva.