El delantero colombiano Dayro Moreno había intentado seguir su carrera con el Oriente Petrolero de Bolivia pero su afición por el trago ha hecho imposible que el tolimense se forjara un nombre acorde con sus condiciones. Dayro fue sorprendido en un bar en Santa Cruz de la Sierra por los propios hinchas del equipo quienes lo sacaron a rastras:
El colombiano Dayro Moreno fue encontrado en un boliche en Santa Cruz de la Sierra en estado de ebriedad, los mismos hinchas de Oriente Petrolero fueron hasta el lugar y lo sacaron a la fuerza. pic.twitter.com/iMhQ64zb9L
— Fútbol Boliviano Arg🇦🇷 (@ArgBolivia) March 22, 2021
La historia de Dayro y el trago es ya bastante larga.
Cuando hacía un gol con su primer equipo, el Once Caldas, Dayro Moreno acostumbraba ir a abrazar lo que más le gustaba en este mundo: una botella de aguardiente de tres metros. Hay gente en el Palogrande de Manizales que afirma haberlo visto ir al banco de los suplentes, después de marcar un tanto, a probar la sabrosura del Cristal.
Hubo una época en que ningún equipo lo quería por su comportamiento. En junio del 2013 la prensa bogotana le recomendaba a Millonarios no contratarlo por su pasado etílico: insultar a una mujer en una discoteca en Manizales, solo porque pensaba que la gente le tomaba fotos a él rumbeando; abandonar abruptamente a un equipo de fútbol en Rumania solo porque no le gustaba la posición en la que lo ubicaba el técnico; romperse los dientes en un accidente automovilístico en su natal Chicoral, Tolima, situación que le puso fin al primer periodo de su exitoso paso por los Xolos de Tijuana, y recibir una demanda de su ex esposa por incumplimiento en la cuota alimentaria, eran varias razones que se esbozaron para impedir su arribo a la capital.
Bastaron un par de partidos para que Dayro empezara a callar bocas. Era un depredador, un gambeteador capaz de derretir cualquier defensa. Sus condiciones estaban intactas. Pero llegó el 15 de septiembre, la fecha de su cumpleaños y, para celebrarlo, organizó una fiesta de cuatro días en su apartamento en el norte de Bogotá. Las quejas de los vecinos llegaron a los oídos de Antena 2 y ahí empezaron otra vez las presiones, los señalamientos, recordar que Dayro, a pesar de toda su calidad, seguía teniendo un problema con el alcohol. Otra vez pasar toda una semana remontando la deshidratación del guayabo a punta de Pedialyte, como lo hacía al principio de su carrera, cuando era un pelado de 16 años recién llegado de Chicoral Tolima y con ganas de hacer historia en el Once Caldas.
Con 18 años, Dayro Moreno fue una de las grandes figuras que tuvo el equipo de Manizales cuando levantó la Copa Libertadores de América. En ese torneo se dio a conocer a nivel mundial. Sus compañeros veteranos, como Arnulfo Valentierra, lo adoptaron como la mascota del equipo y por sus greñas lo bautizaron como Peluca. Era el alma del camerino, el niño insoportable que se ganaba los regaños de Juan Carlos Henao por intentar hacerle goles a 50 metros de la portería “ A mí no me ridiculizás pelao”, y a Dayro, el ceño fruncido del portero, le daba más miedo que los aviones.
Hijo de Edinael, ya fallecido y de doña Hilda Rosa, es el tercero de cuatro hermanos. Su padre lo llevaba a las canchas de su pueblo y del Espinal para que se fuera fundiendo en el acero en el que se forjan los cracks. Empezaron a llegar los triunfos con el Once de Luis Fernando Montoya quien, a pesar de su férrea disciplina, tenía que soportar que sus compañeros le alcahuetearan a Peluca que llegara enguayabado a los entrenamientos. La confianza sirvió: el joven, en las cuatro temporadas que estuvo en el equipo blanco, no solo ganó la Libertadores sino que marcó 56 goles en 136 partidos. Su buen desempeño lo llevó al Atlético Paranaense de Brasil en donde su indisciplina volvió a jugarle una mala pasada: solo jugó 2 partidos.
En Chicoral Dayro es Dios. Cada visita suya no solo está teñida por las interminables fiestas aguardienteras y reguetoneras sino que llega, como cualquier Papá Noel, cargado de regalos para los niños más pobres. Su casa se convierte en un lugar de peregrinación del necesitado y Moreno, insuflado de buenas intenciones, no sabe decir que no.