Más de medio siglo de guerra fratricida no tiene nada que lo justifique, y mucho menos si se trata de un hecho que pudo ser evitado. Sin embargo, teniendo como fuente una entrevista realizada en la emisora de la Universidad Nacional, el 25 de julio, al encargado del censo socio-económico hecho a los integrantes de las FARC, no se puede negar que, en esa nefasta experiencia, existen lecciones ejemplares dignas de una seria reflexión.
En primer lugar, se destaca que la población de ese movimiento constituye el 0.02% de la población colombiana. Es decir, el 99.98 % de los colombianos no somos militantes de la guerrilla; pero ese 0.02 % nos ha mantenido perturbados durante más de cincuenta años. Frente a este dato saltan de inmediato varios interrogantes, pero uno podría detenerse a pensar en lo que seriamos capaces de hacer los colombianos si, mediante estrategias civilizadas contempladas en la misma carta constitucional, nos decidimos a no permitir que ningún gobierno, viniendo de donde viniere, nos atropelle. Que nadie se meta con nuestra salud ni con nuestra vida a menos que sea para defenderla y protegerla. Las cuentas serían otras.
De otra parte, también vale poner de relieve el hecho de que el 90% de los exguerrilleros aprendió a leer y a escribir en las escuelas que ellos hicieron en las montañas. Al respecto, nos asalta la duda sobre la calidad de la educación. No obstante, ya que tanto se ha hablado sobre la calidad, un buen ejercicio sería evaluarlos simultáneamente con los estudiantes del sistema educativo colombiano que han obtenido los mejores resultados en las famosas pruebas internacionales. En este caso, el ejercicio no sería ponerlos en competición sino una mirada a sus competencias.
Otra cifra que llama la atención es que cada exguerrillero tiene competencia para desempeñarse en, por lo menos, 6.5 oficios. Sigamos preguntándonos, ¿el 99.98% de los colombianos qué sabe hacer después de haber pasado doce años o más por la escuela? De mi parte, no dudo que sentiría eso que llaman “un momento de felicidad” al saber que este último porcentaje sin no tiene competencia para desempeñar un oficio, por lo menos sepa leer y escribir aunque sea su propio nombre.
Pero el dato verdaderamente sorprendente es el de los médicos analfabetas. En lo particular, lo pensaría más de una vez para someterme a una cirugía. Sin embargo, el entrevistado sostuvo que tienen competencias para realizar operaciones complejas con todos los procedimientos y las asepsias indicados. El dato, aunque con cierto recelo, lo lleva a uno a preguntarse si es más peligroso un médico analfabeta o el titulado (conste que así como hay médicos titulados también hay alcaldes titulados que hacen metros en el aire). ¿Qué es más peligroso, el médico analfabeta dispuesto a hacer la cirugía que se necesita y cuando se necesita o el titulado que tiene prohibido autorizar medicamentos costosos? ¿Qué es más peligroso, el médico analfabeta, el paseo de la muerte haciendo trámites de hospital a hospital o el hospital que deja morir a la gente en la puerta?
Pero en medio de tanto peligro, hay un dato que también llama poderosamente la atención, y es el relacionado con la infancia. Cierto que las FARC reclutaron menores, y nadie está de acuerdo con eso, pero también es cierto que muchísimos niños nacieron en las montañas en reprochables condiciones. Estos últimos tienen sus padres, pero tienen como padrinos al resto de los guerrilleros. Son una especie de ahijados de la guerrilla; todos los quieren, todos los protegen y todos se preocupan por ellos. Otra vez la pregunta ineludible. ¿Cómo están los niños en el 99.98 % de los colombianos?, ¿qué decimos del robo del presupuesto para los alimentos de los niños?, ¿qué decimos de eso que están pensando dizque en despenalizar la inasistencia alimentaria?
Por último, y esto para tranquilidad de quienes han puesto el grito en el cielo pensando que un exguerrillero va a vivir al lado de su casa, ellos han decidido, en su gran mayoría, quedarse en el campo. Saben perfectamente que el desarrollo verdadero del país sigue en el campo y que no hay que correr. Han aprendido que la tecnología no siempre se traduce en desarrollo. Han asimilado el hecho de que la tecnología va a una velocidad de la cual el hombre debe servirse, pero no servirle a ella. Si sobre esto hay alguna duda, preguntémonos por qué SONY tiene proyectado producir, de nuevo, discos de vinilo en el primer semestre de 2019.
Como dije al principio, nadie está de acuerdo con la guerra pero estos datos deberían invitarnos a reflexionar un poco.