El caricaturista vallecaucano, MHEO, publicó el pasado viernes 23 de marzo en el diario El País una viñeta que pone el dedo en la llaga de la tragicomedia nacional: un caminante le dice al otro, ‘el problema de una Alianza Fajardo – de la Calle es político’. El segundo le contesta con una pregunta, ¿y el problema jurídico?, a lo que el primero le riposta con otra pregunta: ‘¿cuándo lo jurídico ha sido problema en Colombia?’. En los últimos tiempos, pero en especial en los últimos dos gobiernos, la ley se ha convertido en especie de cubo de Rubik cuyos colores y secuencias se amoldan a las pretensiones del ejecutivo. Para cumplir con lo pactado en La Habana era necesario torcerle el pescuezo a la Constitución. Para evitar tener que ajustar el Acuerdo de la Habana al ordenamiento jurídico y lubricándolos con ríos de ‘mermelada’, al Congreso y a las altas cortes se les dio la orden de ajustar el ordenamiento jurídico al Acuerdo de La Habana,.
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La empresa Avianca, con la discutible y algo pusilánime excusa que debido a problemas derivados de la reciente huelga de pilotos, afirma haberse visto forzada a atender varias rutas e itinerarios con aviones fletados de otras empresas, naves que, en unos aviones bastante anticuados, prestan un servicio inferior. (Recientemente un pasajero me relató que uno de los aviones tenía ceniceros.) En opinión de este columnista, esta práctica - que lleva cerca de seis meses - es inaceptable. Si una compañía aérea no es capaz de cumplir con ciertas rutas, el Gobierno debe de manera inmediata entregar esa(s) ruta(s) a otra u otras empresas, indistintamente sean nacionales o extranjeras. No hacerlo es un atentado contra los usuarios.
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Varios de los incentivos que el Gobierno ha diseñado e implementado en estos años en vez de ‘virtuosos’ han resultado ser ‘perversos’, como aquellos que para erradicar voluntariamente la coca lo que lograron es que se multiplicara el área sembrada. Hoy el Gobierno impulsa un proyecto que le da gabelas penales a las bandas criminales, incluyendo a las disidencias de las Farc, proyecto que de aprobarse va a duplicar el número de bandidos. El fiscal Néstor Humberto Martínez dijo que “los disidentes de las Farc, que despreciaron la mano generosa de la sociedad, deben ser objeto de inequívoca persecución legal” añadiendo “Cualquier otra opción nos mostraría como un Estado claudicante”. La prensa informa que el Presidente Santos contestó los comentarios del Fiscal con el siguiente tuit: “Señor fiscal @FiscaliaCol, estamos de acuerdo. Las disidencias no tendrán beneficio alguno. Las estamos persiguiendo y las perseguiremos con toda la contundencia.” Santos, para respaldar sus palabras, lo que debe hacer de inmediato es retirar el estulto Proyecto que su Gobierno le presentó al Congreso.
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Nicolás Maduro, que combina la ignorancia con la arrogancia, sigue sin entender que la calentura no está en las sábanas. El venezolano cree que el restarle tres ceros al ‘Bolívar’ y rebautizándolo como ‘Bolívar Soberano’ va a solucionar sus gravísimos problemas de inflación y escasez. Este saltimbanqui no ha entendido que los problemas de una moneda no se derivan del número de ceros que tengan sus billetes y mucho menos del nombre, sino de la confianza que les inspire la moneda a los usuarios. Al manejar el ‘Bolívar’ unos sinvergüenzas que gastan bastante más de lo que reciben, el único camino que les queda es prostituir la moneda acudiendo a emisiones sin fin. Y cuando esto ocurre, no existe moneda alguna, por más nombres o denominaciones que se le cambien, que vaya a merecer la confianza de los usuarios.
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Al presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynsky, en días pasados le tocó renunciar a su puesto por dos principales motivos: su involucración, aunque fuera de manera indirecta, con los sucios dineros de Odebrecht; y por intentar comprar el voto de los congresistas. En nuestro país los dineros de la firma brasileña financiaron la campaña presidencial y la compra congresistas por medio de ‘mermelada’ es pan de todos los días. Pero en Colombia, el país de ‘aquí estoy y aquí me quedo’, esperar la renuncia de cualquier funcionario es una infantil quimera.
