El 18 de abril del 2014, después de 772 columnas, Daniel Samper Pizano cerraba Cambalache. En esa despedida recordaba el principio de todo, cuando a los 19 años, el 1 de mayo de 1964, se le metió a la oficina de Eduardo Santos, expresidente de Colombia y amigo de su abuelo, y le preguntó si podía hacer algo dentro del Tiempo. Por esa época había desistido de su intención de estudiar cine en París y, con resignación, había ingresado a la Javeriana a estudiar Derecho. Las clases eran sólo por la mañana así que, como él mismo lo dice, tenía tiempo para lagartearle ante el mismo Eduardo Santos un puesto en el periódico. Le dijo que sí. Cincuenta años después cerraba su columna prometiéndoles a los lectores dejarlos descansar, la excusa perfecta para dedicarse a sus otras pasiones: el fútbol, la lectura y el cine.
Pero la promesa se rompió ese10 de mayo del 2020. La propuesta de su hijo tocayo y de Coronell de formar parte de Los Danieles lo hizo volver a caer en la tentación de opinar. Su columna La Jaula de los abuelos, ha resultado siendo una de las críticas más mordaces al presidente Duque: no puede tachar a un setentón de anciano cuando los Rolling Stones todavía hacen giras. A los 75 años tiene el conecte intacto con los jóvenes, basta con comprobar las tendencias del domingo 10 de mayo para ver que su nombre estaba repetido tres veces en el Top 10.
Desde que estaba en el Gimnasio Moderno tenía la vena del escritor. Del escritor enamorado de Santafé. Dice que su mamá, para no lavar demasiado la ropa, lo mandaba siempre de rojo, con el uniforme de Santa Fé. Que los dos momentos más recordados de su niñez fue cuando conoció las novelas de Emilio Salgari y a Ángel Peruca, el mítico goleador argentino. Lo llevaron al Moderno y casi le ponen un soplete para que le soltara la mano. En esa época, a los 14 años ya dirigía Aguilucho, fundada en 1927 por Eduardo Caballero Calderón y considerada la revista escolar más antigua de Colombia.
En 1963, con 18 años, arrancó, con amargura, su carrera de Derecho y allí conocería a uno de sus grandes amigos, Luis Carlos Galán, el mismo con el que compartiría, junto con Enrique Santos Calderón, la oficina 301 del Tiempo a finales de los sesenta, los jóvenes rebeldes que tantas rabias le sacarían a los Santos más viejos y que fueron bautizados por Hernando Santos Castillo, irónicamente, como los tres arcángeles.
En el Tiempo conoció y se formó con uno de sus maestros, Lucas Caballero, Klim, el hombre que durante décadas vivió empijamado en su apartamento de Bogotá, mirando a través de la ventana y escribiendo unas columnas revestidas de un humor político que nadie volvió a escribir. Su estadía en el tiempo sólo la interrumpió un postgrado que realizó en Boston entre 1981 y 1983. Después llegó a fundar y a encabezar, en el infierno que había desatado Escobar en Colombia, la unidad investigativa del Tiempo.
El vallenato y el fútbol y la literatura y el humor con Les luthiers eran su agenda. A mediados de los años ochenta sólo García Márquez superaba en ventas a Samper. Sus Cambalache y sus Postre de natas, se convirtieron en varias antologías que fueron ampliamente vendidas por Oveja Negra. Una de sus ideas, Dejémonos de vainas, se transformó en la comedia más vista y más aplaudida, después de Don Chinche, de la historia de la televisión colombiana. Por esa misma época, 1986, cuando ya Pablo Escobar empezaba a matar con fruición a jueces, periodistas y políticos, aceptó una corresponsalía en España. Desde esa época dejó Colombia, a su Santa Fe, de la que fue directivo y por la que cometió una de sus más sonadas locuras: llevar a vivir a su casa a Monaguillo, el león que era la mascota y el símbolo de Santa Fe
A España se tuvo que ir después de que llegara a la sede de El Tiempo un hombre malencarado preguntando por él. El DAS en esa época le ofreció un esquema de seguridad de veinte hombres pero prefirió buscar tranquilidad lejos de Colombia. No iba a perder su libertad.
Desde entonces vive en Madrid. Treinta cuatro años sacándole jugo a España, donde vio a César Rincón salir por la puerta grande en la plaza de las Ventas de Madrid en hombros, a Messi convertirse en su adorado Barcelona en el mejor de la historia y a Nairo Quintana conquistar los Pirineos españoles. Con Colombia el lazo no lo rompe nadie y viene cada vez que puede y en especial a su apartamento en Cartagena en el barrio San Diego.. Ahora una nueva generación de lectores, una gran comunidad de lectores cultivada por su hijo Daniel, a quién le ganó por goleada con su segunda columna, disfrutará de su picante cada vez que se le da gana, porque como se despidió en La jaula de los viejos, publicará cuando quiera porque “los viejos somos caprichosos”.
