Daniel Quintero ¿el prototipo de un autoritario?

Daniel Quintero ¿el prototipo de un autoritario?

Quintero, el mismo que creó una secretaria de la No Violencia y practica yoga, ingresa al Twitter, y no escatima en incitar a los “guapos” a la pelea

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
noviembre 19, 2021
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Daniel Quintero ¿el prototipo de un autoritario?
Foto: Facebook Daniel Quintero

A Daniel Quintero se le percibe descompuesto, paranoico y errático. De su canto de victoria “la esperanza derrotó al miedo”, solo va quedando un vago recuerdo; ahora, es él quien genera cierto temor: pues su hostigamiento a los medios críticos; su censura en Telemedellín; el espionaje a concejales opositores y su épica imprevisibilidad, se han convertido en los rasgos característicos de un gobierno hostil y bastante reactivo.

El alcalde es un dirigente Intolerante al más mínimo cuestionamiento y encerrado en una burbuja, sin un equilibrio que le permita apreciar los contrapesos fácticos de la realidad, ya que solo se rodea de áulicos que le “hacen caso como un verraco” y que hace mucho perdieron el criterio suficiente para cuestionar sus posiciones.

Al parecer, sus altos niveles de desfavorabilidad (los más altos para un alcalde de Medellín en las últimas décadas), la creciente polarización y la arremetida de una oposición mediática, social y política sin precedentes, tienen al alcalde asumiendo posiciones claramente autoritarias. Con las cuales reafirma en stricto sensu la centralidad de su poder y erosiona los pilares de la democracia local.

Para algunos, las posiciones de Quintero son necesarias para sortear la intensa pelea que viene librando con algunas élites regionales (agrupadas en el GEA y el uribismo); para otros, son la consecuencia de su desconocimiento de las dinámicas de la ciudad y su fragmentada capacidad de liderazgo.

A continuación, presentó tres de las movidas más antidemocráticas del “tirano alternativo”.

Intolerante al control desde los medios de comunicación

La postura de Quintero con los medios y periodistas que lo cuestionan siempre ha sido la misma: los descalifica y los ataca sistemáticamente; por lo general, apoyado en hordas virtuales de contratistas y funcionarios. Entre los medios que han recibido sus dardos se encuentran: El Colombiano, El Espectador (en los espacios de Las Igualadas y La Pulla) y Vorágine.

Su relación con estos medios se ha tornado conflictiva; por ejemplo, porque asume la pauta como un regulador de lealtades, es decir, tan solo como un instrumento para destacar sus ejecutorias. Según Quintero, los medios que lo cuestionan “se han vendido”, tienen en su plana a periodistas resentidos o son meros apéndices del GEA o el activismo uribista.

Son varios los episodios que dan cuenta de su autoritarismo frente a los medios, resalto algunos: cuando se destapó un episodio de acoso sexual en su contra desde el espacio Las Igualadas, ante la inminente publicación de la nota, emprendió una defensa en Twitter y llamó al director de El Espectador, Fidel Cano, quien le pidió que mejor le respondiera a las periodistas; ante las investigaciones del portal Vorágine sobre los intereses de la empresa familiar de su secretario de Hacienda, afirmó que solo era el trabajo de un periodista resentido, en alusión a Juan Pablo Barrientos; tras la seguidilla de investigaciones de El Colombiano -que inician desde las movidas de su campaña con la polémica Celeste Inversiones- insinuó que el periódico se había “vendido”.

Tampoco hay que olvidar que su actitud censora se reflejó con intensidad en la reorganización de Telemedellín, convirtiendo un canal público en el “canal de Daniel Quintero”, alterando su línea y vinculando un gerente, Deninson Mendoza, que patentó una nueva máxima de sometimiento al poder: “Yo al jefe le hago caso como un verraco”. A lo que se suma la creación de un amplio ecosistema de propaganda y difusión, especialmente desde el portal Minuto30 y Medellín Imparable.

Hostigamiento sistemático a la oposición

A Quintero no le gusta que lo cuestionen o confronten sus posiciones; en realidad, no le gusta la oposición bajo ninguna circunstancia. Algo problemático cuando se administra una ciudad, se torna imperativo rendir cuentas a la ciudadanía y se debe velar por preservar un equilibrio democrático. De ahí que su postura frente a los sectores opositores, que van desde una oposición social, política (con sectores del uribismo, el fajardismo y la izquierda) y mediática, sea de ataque y descalificación.

Para Quintero, la oposición “no lo deja trabajar”, asumiendo erróneamente su administración bajo una lógica privada, pues considera a quienes lo cuestionan como un escollo en el desarrollo de su visión de ciudad.

Y aunque no había pasado de meros insultos y descalificaciones, algo de por si bastante reprochable, recientemente sacó su vena más autoritaria cuando amplificó desde su cuenta en Twitter un delicado episodio de espionaje y persecución a un grupo de concejales opositores, consecuencia de su paranoia al sentir que perdería el control de la mesa directiva del Concejo.

Un episodio bastante delicado porque da cuenta de que los concejales venían siendo perseguidos y vigilados, bajo la tutela de Quintero, siendo una actitud bastante lesiva para el equilibrio democrático y que recuerda -guardando las proporciones- eventos similares como las chazadas del DAS y la persecución a la oposición en el segundo gobierno Uribe.

Asimismo, entre funcionarios de primer nivel y contratistas, priman los insultos y agresiones; por ejemplo; el secretario de Gobierno, Esteban Restrepo, se tiende a referir a algunos sectores opositores como “hienas resentidas”, la secretaria Privada, Camila Villamizar, recientemente tildó a los concejales de “sinvergüenzas” y el secretario de Inclusión, Juan Pablo Ramírez, hostiga a la oposición desde su cuenta en Twitter.

Un mundo a blanco y negro

En medio de su intensa pelea con Uribe (más no con el uribismo) y el GEA, al alcalde se le estrechó su visión del mundo y ahora solo puede percibir la realidad a blanco y negro. El decir es el siguiente: se está con Quintero o en contra de él. Sin punto medio o espacio de equilibrio. Una visión problemática y polarizante, pues la administración de una ciudad como Medellín no se puede reducir a un único tema, ya que un mandatario se debe valorar desde una perspectiva multidimensional, sin caer en la actitud falaz de configurar “amigos y enemigos” o la clásica lealtad de perros.

De ahí que resulte cotidiano que quienes cuestionan algunas decisiones (sin relación con el tema de Hidroituango) sean inmediatamente tildados de uribistas, fajardista, pro-GEA y hasta corruptos.

Para Quintero, profundizar esa polarización resulta rentable en términos políticos, por eso, no pierde oportunidad para pelear con Uribe y echar en el mismo costal a quienes lo critican. Ante el negativo del uribismo y el enorme desprestigio del gobierno Duque, pelear con Uribe siempre genera visibilidad y show a escala nacional; sin embargo, esa actitud reduccionista minimiza la complejidad de las dinámicas de gobierno en la ciudad, obviando reclamaciones sociales legitimas y alejadas de una pelea que parece devorarse todo el debate público, se pasó del Uribe–Santos al Uribe–Quintero.

Ver el mundo en dos colores, incitar a la pelea, hostigar y vigilar a los sectores opositores, cuestionar la independencia de los medios, solo son rasgos atribuibles a un dirigente autoritario; inclusive, muy cercanos al accionar del mismo Uribe.

Ese es el talente de Quintero, el mismo que creó una secretaria de la No Violencia y que dice practicar Yoga, pero que cuando ingresa a su burbuja en Twitter, no escatima oportunidad para perseguir, hostigar e incitar a los “guapos” a la pelea.

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