Daniel Ortega le dio la espalda a sus viejos compañeros del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) para mantenerse en el poder. Con ellos combatió la dictadura de Anastasio Somoza Debayle hasta su derrocamiento, pero ahora empezó una feroz cacería y ha detenido y propiciado el exilio de quienes alguna vez fueron sus aliados y funcionarios de su gobierno, figuras icónicas del sandinismo que han sufrido una oleada de arrestos y allanamientos. Las detenciones empezaron el 13 de junio, buscando a toda costa la reelección en un cuarto mandato consecutivo de cinco años.
En la primera redada detuvieron a Dora María Téllez, Víctor Hugo Tinoco y Hugo Torres representantes del viejo sandinismo que fundó Carlos Fonseca en 1961 como una organización político militar de izquierda con el nombre del guerrillero Augusto Sandino -que a principios del siglo pasado luchó por sacar a los americanos de Nicaragua- con miras a repetir en su país lo que Fidel Castro había logrado en Cuba con la dictadura de Fulgencio Batista. Los tres detenidos hicieron parte del sandinismo que combatió de forma clandestina, primero, y luego protagonizó feroces ofensivas contra la dictadura de 42 años de la dinastía Somoza. Ellos son algunos de los llamados “históricos del sandinismo”.
Torres formó parte del comando Juan José Quezada de 13 guerrilleros que en 1974 irrumpió en la casa del ministro somocista José María Castillo, situada en una zona residencial de clase alta en Managua, cuando ofrecía una fiesta en que los invitados fueron hechos rehenes de los guerrilleros permitiendo la liberación de decenas de detenidos, entre ellos Daniel Ortega, quien llevaba siete años en prisión. Torres también participó junto a Téllez, la mítica comandante 2, en el asalto al Palacio Nacional, sede del Parlamento somocista, otra audaz operación de los rebeldes y uno de los mayores golpes a la dictadura que relató Gabriel García Márquez en su crónica “Asalto al Palacio”. Tinoco era un joven idealista de 20 años, educado por sacerdotes franco-canadienses, en un ambiente imbuido por la teología de la liberación, después fue vicecanciller.
Los tres empezaron a distanciarse de Ortega desde que en 1990, tras perder las elecciones, comenzó a volver el partido una estructura personal y antidemocrática al lado de su esposa Rosario Murillo, la actual vicepresidenta. Por eso, los analistas no dudan en que el mandatario estaba saldando una vieja deuda porque siempre consideró traidores a quienes se salieron del FSLN y se convirtieron en opositores de su régimen.
Los tres también veían venir el carcelazo y por eso grabaron sus videos antes de que 60 policías allanaran sus casas. “Así son las vueltas de la vida, los que una vez acogieron principios hoy los han traicionado”, alcanzó a decir Torres. Era prisionero de a quien le salvó la vida. Después de esta redada, otros optaron por el exilio.
El primero de los nueve grandes excomandantes de la revolución sandinista en salir del país en esta coyuntura fue Luis Carrión Cruz, 69 años, el primer viceministro del interior de la primera etapa revolucionaria, y segundo comandante en jefe del Ejército Popular Sandinista antes de ser el Ejército de Nicaragua, debajo del excomandante Humberto Ortega y delante de uno de los fundadores del FSLN, Tomás Borge, otro de los nueve. Tras la derrota sandinista en las elecciones de 1990, Carrión fue uno de los fundadores del Movimiento Renovador Socialista (MRS), que nació en 1995 liderado por el escritor y exvicepresidente Sergio Ramírez Mercado, -actualmente retirado de la política- que hoy se llama Unamos y del cual hacen parte también Téllez, Torres y Tinoco.
Como asegura la exguerrillera, revolucionaria y política Mónica Baltodano, 67 años, autora del libro "Democratizar la Democracia. El desafío de la participación ciudadana”, la persecución de Ortega contra los excombatientes no es nada nuevo y los persigue por temor a que los disidentes se organicen y resistan. El viernes 13 de agosto Baltodano abandonó Nicaragua con su esposo, Julio López Campos, y su hija Mónica, "por puntos ciegos", luego de "meses de vivir prácticamente en la clandestinidad, y ante la brutal oleada represiva que vive el país".
Su hermano Ricardo, 60 años, exguerrillero, profesor universitario y fundador de la Juventud Sandinista, fue encarcelado después del estallido social de abril de 2018 que dejó 300 muertos y miles de heridos. El 15 de agosto de ese año fue apresado en su casa de la Colonia San Antonio de Managua, cuando regresaba de una marcha contra el gobierno.
Varios excomandantes buscaron entonces el exilio. Carlos Brenes intentó huir hacia Costa Rica el 28 de agosto pero no pudo cruzar la frontera de Peñas Blancas, donde fue capturado por soldados s del Ejército que, de inmediato, lo entregaron a la Policía Nacional al ser señalado como “terrorista-golpista”. Brenes, coronel en retiro fue figura importante del FSLN y luchó codo a codo en la clandestinidad con Camilo Ortega, el hermano de Daniel, héroe de Masaya. Con Brenes también fue capturado el mayor en retiro Tomás Maldonado Pérez, otros tres que figuran en el expediente lograron llegar a Costa Rica.
Al exilio también tuvo que salir en el 2018 Óscar René Vargas, compañero de guerrilla de Ortega, quien le salvó la vida cuando en una casa del popular barrio Monseñor Lezcano, de Managua, estuvo a punto de ser capturado, y posiblemente ejecutado. Vargas, sociólogo, autor de 35 libros, se volvió crítico del régimen con la rebelión de abril 2018. Fue amenazado y escapó al exilio ese año.
La poeta, escritora y exguerrillera sandinista Gioconda Belli, 72 años, compañera de lucha de Ortega, autora de El país bajo mi piel, prepara su nueva novela sobre la situación de su país y denuncia que antes de estas detenciones ya había 120 presos políticos en Nicaragua. Su hermano Humberto, editorialista del diario La Prensa fue víctima del acoso del régimen. Tuvo que irse de Nicaragua “y entonces llegaron a su casa con 30 policías y perros. Estuvieron tres horas en la casa”, narra Belli.
Cuando el 7 de noviembre se abran las urnas en Nicaragua para elegir presidente, los candidatos estarán en la cárcel, los políticos de oposición estarán en la cárcel, el principal diario del país no podrá salir a la calle porque le quitaron el papel. Los excombatientes sandinistas que compartieron la lucha con Daniel Ortega Saavedra, también estarán en la cárcel.
Por qué Ortega ha decidido detener ahora a los disidentes sandinistas, y no en anteriores comicios, tiene más de una respuesta. Algunos creen ver revanchismo y venganza contra quienes no se rajaron y se apartaron de él. “Traidores y vendepatrias” los llama Ortega. Otros se inclinan a que en la mente de la pareja presidencial esté que en caso de una retirada del ejército, los históricos del sandinismo puedan formar parte de algún tipo de gobierno de transición. Lo cierto es que hoy por hoy, ni Torres ni Téllez parecen amenaza electoral. Porque, aparte de que el sandinismo disidente ha tenido un pobre desempeño en las urnas, hay una razón de peso: no tienen partido político legal para participar. Y otra más contundente: son reos de su compañero de lucha.