Daniel Cassani estuvo en Bogotá hace poco. Cassani, profesor universitario catalán, es posiblemente el mayor experto mundial en temas de enseñanza de lectura y escritura en castellano. Autor de varios libros, destaca entre ellos La Cocina de la Escritura. Es tal la pasión que despierta entre algunos profesores que, en ciertos ámbitos de la educación se habla del “Cassanismo”.
Fue invitado a dictar una charla en la Escuela de Maestros del Gimnasio Moderno. Su conferencia, maravillosa, duró casi cuatro horas, hasta las ocho de la noche, con lleno total (gente sentada en el piso que, para una conferencia de pedagogía, es un gran logro). El auditorio, a pesar del cansancio, se quedó hasta el último momento, mientras Cassani contestaba cada una de las preguntas que se le hacían, en un acto de generosidad. Asistieron a esta charla profesores de colegios distritales, privados y universitarios. La conferencia puede ser vista en http://www.gacetadocente.gimnasiomoderno.edu.co/. Vale la pena verla porque se trata de una charla magistral sobre la enseñanza de la lengua, sobre la pedagogía en general, y sobre las maneras de incorporar la tecnología al aula.
Con Cassani aprendimos que los buenos maestros son sencillos y cercanos; que el Internet, que es una invención como el fuego o la rueda, lo ha transformado todo y nos obliga a repensarnos como maestros todos los días; que lo que las escuelas y universidades enseñan y enseñamos (los currículos de Español y Literatura, entre otros) se aleja cada vez más de la vida de los estudiantes; que las preguntas a los niños y jóvenes deber ser personales, y no académicas; que introducir tecnología en las escuelas no es poner computadores en manos de cada niño sino cambiar la cultura y la mentalidad de las personas (un cambio lento y difícil).
Aprendimos que los maestros siempre serán necesarios, más allá de las aplicaciones y los programas, porque en el fondo la tecnología no nos enseña a pensar críticamente ni a reflexionar; que enseñar a escribir es enseñar a planificar, a poner en el papel las ideas y a revisar (y por ello no debemos pedir textos finales o acabados; lo que importa es el proceso); que no podemos luchar contra lo que está perdido (como los plagios en Internet), y por eso nuestras preguntas deben ser sobre vivencias de los estudiantes y sobre sus percepciones; que las abreviaciones en las redes sociales no son malas y desarrollan ciertas facultades del cerebro; que enseñar a escribir hoy no consiste en repasar reglas ortográficas, sino conocer recursos como el traductor de Google, entre otros.
Sus principios sobre la enseñanza pueden ser resumidos en cinco ideas: (1) las clases deben ser activas. Como nuestros períodos de atención y concentración son de tres minutos, en una clase de 60 minutos, un profesor debe hablar 10. Los 50 minutos restantes de deben destinar a que los estudiantes trabajen en grupo, lean, escriban debatan. El profesor juega un rol de coordinador. Debe haber ruido y movimiento porqueun salón es un taller. (2) Debemos conectar el aula con la vida de los estudiantes. (3) Hay que usar los dispositivos tecnológicos en el salón: la escuela debe integrar la tecnología al aula porque la tecnología es la vida misma. (4) Lo fundamental en la clase es el diálogo con el profesor, su guía, sus reflexiones (no todo está en la web). El profesor conoce la vida de sus estudiantes y, por ello, puede ser como un médico que los escucha y receta medicamentos (como lecturas, reflexiones, música, ejercicios y demás). (5) Cuando los estudiantes leen algo, no se les debe pedir resúmenes. Más bien, se les debe pedir que cuenten sus vivencias a propósito de la lectura (qué piensan, qué sienten, qué creen, cómo se conecta la lectura con sus emociones, entre otros).
La experiencia de Cassani nos enseña que si queremos mejorar la calidad de la educación, las clases deben estar cerca de la vida de los estudiantes, sobre todo, de sus realidades: la escuela debe girar alrededor de la vida de los jóvenes y los niños, y no del canon de los académicos. Esto requiere esfuerzo, creatividad y sensibilidad. No es fácil, pero es esencial para mejorar nuestra práctica como profesores, para diseñar mejor nuestras escuelas y para dar una educación más pertinente, más relevante y más humana.
Nota: También estuvo en Bogotá Gordon Porter, experto en temas de educación, inclusión y diferenciación. En columna futura les contaré sobre su visión acerca de este tema fundamental.