En 1814 una flota con 15.000 hombres ingleses intenta reconquistar los territorios de Alabama y Louisiana, y el importante puerto de New Orleans que por el río Mississippi integra extensas regiones.
Andrew Jackson organiza la resistencia y una épica marcha para adelantárseles, transportándose con cerca de 4500 hombres, cañones y vituallas por los inhóspitos pantanos de Louisiana, plagados de caimanes y mosquitos, para llegar primero al puerto y fortificarlo en posición estratégica, antes del arribo de los veleros ingleses.
Bien apertrechados y protegidos por un fuerte construido aceleradamente y pacas de algodón detrás de las que apuntan sus rifles esperan el avance del blanco perfecto ofrecido por las desplegadas formaciones inglesas y después de intensos combates causarles más de 2000 bajas mortales, mientras los patriotas perdieron poco más de 150 hombres.
Ante la contundente derrota, los ingleses se devuelven para no volver y Jackson se convierte en héroe de la talla de Washington, que forja una gran fortuna al dedicarse a vender grandes extensiones de los nuevos territorios a los colonos que las dedicaran a sembrar algodón, reviviendo la esclavitud de comunidades negras e ignorando derechos de los cherokees y otros pueblos indígenas a quienes desaloja de sus territorios. Y en una larga marcha de miles de kilómetros, conocida como “sendero de lágrimas”, los obliga a confinarse en Oklahoma, después de perder más de 16.000 indígenas, entre ancianos, mujeres y niños afectados por el hambre, agreste camino y enfermedades.
Ante su creciente popularidad alcanzada al derrotar la reconquista inglesa y a costas de los indígenas ampliar la frontera colonizadora, Jackson incursiona en la política y después de ganar las elecciones se convierte en el sexto presidente de la joven nación.
David Crockket, uno de los pioneros de los colonos que exploran nuevos territorios, se opone al desalojo de los indígenas y a la política de Jackson, logrando ser elegido senador. El presidente se propone acabarlo y usando los periódicos bajo su control empieza una encarnizada campaña de ataque a su reputación tratándolo de borracho y mujeriego, mientras para boicotear su reelección consigue a un político afín, de apellido Fitzgerald, para disputarle la curul, que al final le ganan por cerca de 800 votos.
Crockett aburrido se va a Texas, entonces territorio mexicano al que el gobierno de ese país ha invitado a ciudadanos norteamericanos para que compren tierras. Muchos, cerca de 45.000, huyen de enemigos y deudas en Estados Unidos, aceptando la invitación de colonizar el amplio oeste.
Y cuando el general Santana, presidente de México, decide imponer leyes restrictivas contra los colonos, muchos se rebelan y empieza a fraguarse la independencia de Texas, que avizorada como gran oportunidad por el presidente Jackson para ampliar el territorio de su país, por medio de la guerra contra las tropas del presidente Santana pronto se extiende a California y a otros estados (cercenándole a México más de la mitad de su territorio del que se apoderan los Estados Unidos en expansión hacia el sur).
La gesta difundida por History Channel se constituye en un ejemplo de modalidades de conquistas, que en el caso de Inglaterra en Norteamérica se desarrolló en diferentes épocas.
En Colombia y Brasil, después de la violenta conquista española y las andanadas de los patriotas haciéndose a fundos en territorios de indígenas, en la actualidad, con la complicidad de los gobiernos de Duque y Bolsonaro, grandes empresarios de la agroindustria, ganadería, la gran minería, el narcotráfico, la minería ilegal y el contrabando adelantan la oleada de colonización agresiva de nuevos territorios en la selva del Amazonas, regidos por la ambición desmedida del capitalismo salvaje propio del neoliberalismo.
En Colombia, la agalla por más tierras se extiende a las selvas del Pacífico, Catatumbo y Montes de María, desplazando y destruyendo culturas y lazos comunitarios de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinos desplazados, que desde hace tiempo ocuparon esos territorios.
En este propósito, les cae como perlas la profusión de grupos armados de diversas marcas y supuestas ideologías, que, además de los hombres de las fuerzas armadas del estado, configuran el caldo de cultivo ideal para que se perpetúe la violencia y en medio de ella, entre todos acabar con los líderes de las comunidades indígenas, negras y de campesinos desplazados que entorpecen la expansión de los narco-hacendados-ganaderos-parapolíticos, cultivadores de palma africana y caña de azúcar, explotadores de madera y de la minería a gran escala, entre otros.