Cumbre antipederastia del papa: más preguntas que respuestas

Cumbre antipederastia del papa: más preguntas que respuestas

Los casos de abuso sexual infantil continúan levantando ampolla entre los católicos ¿Cómo van a enfrentar esta disyuntiva los creyentes?

Por: Ricardo Muñoz
febrero 27, 2019
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Cumbre antipederastia del papa: más preguntas que respuestas
Foto: Instagram @franciscus

Según informa el Annuarium Statisticum Ecclesiae, al 2018 el número de bautizados católicos en el mundo alcanzaba la suma de 1299 millones con ligeros aumentos año a año, tal vez por efectos demográficos. No sé si ello contradice a quienes hablan de iglesias cada día más vacías. Es imposible saber el número real de practicantes, el cual se piensa puede haber disminuido como reacción ante conocidas conductas licenciosas entre los sacerdotes, hombres de Dios, y la costumbre de sus jerarcas pretendiendo ocultarlas, hiriendo con ello aún más a las víctimas, a sus congregaciones, a la sociedad en general y a la propia iglesia.

Por esta razón, 190 jerarcas de todo el mundo fueron llamados a Roma por Francisco para la denominada reunión antipederastia. Esta tenía el propósito de escuchar a las víctimas de los abusos, quienes al final de la misma se declararon decepcionados ante la falta de resultados concretos en el informe papal final, lo que provocó, según muchos, un deseo de alejarse de la Iglesia católica, llevando su búsqueda de consuelo y trascendencia a otras congregaciones o a un ateísmo vociferante.

Las víctimas esperaban como resultado final del encuentro una lista de sacerdotes expulsados de la iglesia y el traslado inmediato de las investigaciones internas a los fiscales para hacer justicia, no divina sino humana, con estos “lobos hambrientos”, como los denominó el papa Francisco. Sin embargo, la conclusión del evento fue una directriz a la jerarquía de cero tolerancia, que como toda directriz marca el actuar al futuro dejando pendiente dos tareas.

La primera, la del juzgamiento de lo ya acaecido donde la tendencia anterior era ocultar y perdonar las faltas de los sacerdotes, vista ellas como pecados y no cual crímenes punibles, con el resultado ya sabido de la pérdida de legitimidad de la iglesia. La segunda, y tal vez inabordable para la iglesia, la terminación del celibato sacerdotal obligatorio con la aceptación de la práctica de una sexualidad de sus sacerdotes, marcada eso sí por sus cánones de cero promiscuidad y cero homosexualidad; además aunando a ello la idea de extender el sacerdocio a la mujer, lo cual, según la doctrina de la jerarquía, estaría dando punto final a la iglesia como fue concebida por un sinfín de concilios en dos mil años de historia, ya que Jesús en su ministerio de tres años sobre la tierra solo tuvo tiempo de expandir el amor y explorar este amor en el corazón de Pedro, para luego encargarle apacentar su ovejas y ponerlo en cabeza de la iglesia, cosa que vendría a disputarle Pablo, pero eso ya es otra historia la cual llevó al catolicismo a dominar por muchos siglos el mundo occidental, donde se creó la jerarquía para lograrlo, mas hoy la iglesia pareciera cerca de implosionar sin llegar a construir una nueva iglesia pues tal tarea, para la jerarquía, no puede acometerse.

Entonces, ¿cómo han de enfrentar esta disyuntiva los creyentes, quienes no aceptan las culpas irresueltas y tampoco pueden tener una nueva iglesia? Aquí lo importante no es proponer soluciones a los problemas de la Iglesia católica, no las tengo, sino visualizar una senda para cada individuo para continuar en la misma. Tal senda al ser individual es incompartible, por tanto, indifundible a otros más, donde este encuentre tranquilidad espiritual aquietando sus ganas de salir del redil católico que se ha construido por imposición, por muchos siglos.

A Dios gracias ya las hogueras y la sangre son cosa del pasado, aunque aún quede por corregir el goce y ostentación de la riqueza, que tal vez y sin darse cuenta, o más aún, con plena conciencia de ello, influye en muchos aspirantes al sacerdocio al momento de tomar el camino del apostolado, con lo cual se sigue alimentando este círculo vicioso sin fin de la inmovilidad de la iglesia.

Esta senda individual pasa por romper la disyuntiva del príncipe Hamlet “ser o no ser”, donde seguramente, muchos, yo diría casi todo católico, han estado en sus momentos de flaqueza ante la doctrina (enfatizo, ante la doctrina). Entonces, a cada católico que enfrente esta decisión de salir del redil de la iglesia por causa de conductas desviadas, ajenas a su sentir, le sugiero que no lo haga, que se mantenga en ella, porque la disyuntiva de Hamlet se resuelve con una conjunción: ser y no ser.

Así de llana, que no simple ni escapista, sino por lo contrario, que requiere mucha meditación u oración como se quiera elegir.

De llegar a saber de tu reflexión cuestionando su doctrina, si lo deseara, la iglesia tendría la posibilidad de excomulgarte, no lo harán ante tanto candidato a hereje, pero lo que no pueden es negarte el alimento espiritual de la palabra en sus homilías, para lo cual un buen consejo sería escuchar a aquellos sacerdotes que logren en ti, en su palabras, dar vuelo a tu espíritu y las cuales también debes pasar por el cedazo de tu corazón centrado en la percepción y la vivencia de Dios que a lo largo de la vida se puede y debe ir construyendo.

Se debe hacer de Jesús compañero de camino sin esperar que Él te alce en sus brazos, solo que te aliente en tus pasos, recordando que para el mundo hay leyes a cumplir. Hombres y mujeres van en la tarea de ir moldeando a las sociedades en las cuales quieren vivir y esta tarea es tan finita o larga como ellas mismas. La religión no debe ser el factor primordial anteponiendo sus dogmas a ellas para imponerlas a la sociedad entera.

Para el consuelo del alma no hay como una relación directa y sincera con Dios sabiendo que no hay doctrina ni escritura alguna que a Dios abarque, por tanto debes ir paso a paso, día a día, pidiéndole a Él que las señales te iluminen, entre ellas, la doctrina. Por eso es necesario estar en el redil de la iglesia, pero también que cada señal que Él quiera entregar se tome con el corazón dispuesto, reflexionando en su justa conveniencia de aceptarla, recordando que Dios a nadie exige nada (ni diezmo, ni sacrificio) y que Él tampoco necesita nada de ti. Eso solo hace parte de los juegos de poder del ser humano tomando la religión como instrumento.

Entonces, no te amargues al ver la riqueza o la transgresión de las leyes humanas de los sacerdotes, quienes no son más hombres de Dios que cualquiera y por tanto no te representan ante Él, así ellos aún piensen tener las llaves del cielo por mandato divino como está en la escritura. Por contrario, la palabra de Dios siempre es mar calmo, mas siempre en movimiento dispuesto para todos.

Pon esto en tus pensamientos, pues solo es a ti a quien corresponde empujar la puerta para entrar a su casa, mas solo tú puedes pasar por esta hendidura por ti abierta. Ella también está dispuesta para todos cuando cada cual quiera buscarla.

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