Unas figuras cubiertas con túnicas sacerdotales, de edad indefinida, alopécicas, moviéndose al lento ritmo de los astros, como seres lunares. Unos cuerpos vigorosos, acelerados en perfecta sincronización, el ritmo frenético de la juventud sometido a una disciplina creativa. Otros cuerpos con una sincronización suave, con una magia que surge del ritmo elemental y repetitivo de unas pocas cuerdas, de unas maderas que chocan. Una denuncia racial, negros sometidos por blancos, que danzan contra el ruido de los radios de la policía que los asedia. El vigor ancestral del flamenco reivindicando el papel de la mujer. Todo ello en la muestra internacional de la Tercera Bienal Internacional de Danza de Cali.
Cada cultura danza al ritmo de su historia y de su madurez. Del extremo oriente los bailarines de Japón y China han aprendido de sus tradiciones milenarias que el tiempo de los siglos transcurre con lentitud. Cada gesto es estudiado con refinamiento infinito, cada movimiento, cada contorsión, es el reflejo de un mundo que transcurre en cámara lenta, donde no hay prisa y donde la danza es una forma de reflexión.
De Francia, España y Estados Unidos, que es el Occidente agobiado por la velocidad y el afán de beberse a grandes tragos la brevedad de la vida, viene el encuentro brutal de los cuerpos domado por la fuerza de la música. Si hay un momento de quietud es un símbolo de dominación porque el baile es la libertad y la libertad no tiene límites. Exhaustos y felices al final tanto los actores como el público, como si hubieran protagonizado un ruidoso acto de amor colectivo.
El grupo Sanjai Juku del Japón surgido de la danza Buto, marcado por el holocausto de Hiroshima y Nagasaki, une a esa antigua tradición de danza una carga de dolor, que es de donde surgen unos seres pálidos que flotan en el espacio sideral. La Compañía Moderna de Danza de Guangdong, primera de su género en China, baña con un toque moderno a través del baile grupal su ancestral historia de la danza basada en movimientos sugerentes, solitarios, donde es el gesto el que narra la historia. La Compañía María Pagés de España, con su maravillosa versión del baile flamenco que no pierde su vitalidad a través de los siglos; luces y sombras dan una nueva vida a ese infatigable revolotear de faldas y abanicos.
El ballet Preljocaj de Francia con su obra La Fesque (El Fesco), es una serie de imágenes que se crean en un instante sobre la pared húmeda, pintadas rápidamente en figuras llenas de fuerza y encanto; mezcla una larga tradición de danza clásica en odres nuevos, vital y hermosa. Abraham In Motion, es una compañía norteamericana que explora la veta del ballet como denuncia política y expresa las grandes contradicciones de esa sociedad basada en la libertad donde tantos de sus ciudadanos están oprimidos por la pobreza y su origen racial; es un baile agresivo, que trata de ser un ejercicio liberador, canciones del clasicismo mezcladas con baladas norteamericanas y la omnipresencia de la radio de la policía: el espectador confundido, apaleado. En todos ellos la iluminación y los escenarios minimalistas son el denominador común, un recurso de concentración en la danza.
La presentación de esas compañías internacionales en Cali fue una oportunidadextraordinaria para el público y para las compañías de danzas nacionales, demasiado atenazadas por el folclor, de aprender cómo se pueden hacer cosas sorprendentes basadas en las más hondas tradiciones culturales y populares. Una exposición al talento internacional que no tiene sino aspectos positivos y cuya responsabilidad corresponde al Ministerio de Cultura y a Proartes, o para decirlo de una justa manera a Mariana Garcés y a Amparo de Carvajal, quienes han logrado con una intensa labor de promoción y un serio trabajo de curaduría hacer por tercera vez entre nosotros el milagro de abrir nuestros ojos a “otros mundos y otras danzas”.