La entrevista hecha por el señor Fabio Zuleta a un supuesto palabrero wayuu en un programa de radio en Valledupar ha sido, con toda razón, motivo de indignación en todo el país. Reproduciendo una supuesta cultura ancestral este comunicador realizó el aire una transacción para obtener “una chinita” de esa etnia a cambio de cinco millones de pesos. Los detalles de esta negociación, hecha según las disculpas del señor Zuleta, como una broma, son más espeluznantes que la cifra con la que pretendía comprar a la mujer.
Condiciones sobre la edad, la apariencia del cuerpo o la actitud que debería tener la niña dan verdaderamente asco. Creamos que lo que se trata de una broma, termina reforzando la concepción de dominación del hombre sobre la mujer, en esa región del país, o en cualquier otra.
Como reacción apareció un video de mujeres wayuu que ponen muy en alto su dignidad y su respeto hacia su etnia, rechazan la idea de que la mujer wayuu se venda. Eso está muy bien, pero es necesario recordar y reconocer que a lo largo y ancho del país se ha repetido de boca en boca este equivocado concepto de negociación a través de una dote que el futuro marido ofrece a la familia, por la niña que quiere sea su esposa.
Así las mujeres wayuu salgan a defender la cultura ancestral de la “dote” como una protección para la mujer, lo que no está muy claro es si se le pregunta a la mujer si se quiere casar con quien está ofreciendo la dote y si es ella la que la recibirá o si el beneficio se queda en familia, en manos del padre que es quien administra el patrimonio.
Por supuesto no pretendo conocer más de la cultura wayuu que las mujeres que hablan en este video. Se trata de mujeres formadas, con claridad sobre sus derechos y dignidad suficiente para representar a las mujeres de su pueblo. Ellas claramente rechazan las supuestas bromas hechas en la radio. Sin embargo, preocupa que no sean así otras mujeres que habitan en la alta Guajira que no tienen formación, que no conocen sus derechos y que pueden estar cayendo en redes de tráfico o en la trampa de una tradición donde las mujeres son vistas como mercancía.
Además de que se castigue severamente al señor Zuleta y el supuesto palabrero por estar promoviendo un negocio infame, está entrevista es también señal de alarma para que el Gobierno Nacional realice, a través de entidades como Bienestar familiar, el Ministerio de Educación o el Ministerio del Interior, seguimiento cuidadoso y respetuoso a las comunidades wayuu para verificar si se están violando derechos de la mujer.
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Abandono y pobreza son caldo de cultivo para que se den prácticas como la mencionada por el tal palabrero y el tal periodista que deshonra el oficio
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Así como no es aceptable que, amparados en la tradicional ancestral, se aplique la ablación del clítoris en mujeres de pueblos indígenas emberá en la zona limítrofe entre Risaralda y Chocó, tampoco puede ser admisible una tradición, por muy ancestral que sea, que coloque a la mujer en condición de mercancía.
Lamentablemente Colombia conoce muy bien la pobreza y el abandono en que viven estas comunidades. Muchas veces se ha denunciado la sed que padecen en la alta Guajira, la desnutrición infantil en estas comunidades, la falta de educación de calidad y los abusos cometidos por corruptos que se han robado los dineros de los planes de alimentación escolar. Todo esto, abandono y pobreza, es caldo de cultivo para que se den prácticas como la mencionada por el tal palabrero y el tal periodista que de paso, hay que decir con toda claridad, deshonra el oficio y reproduce imaginarios patriarcales de muchas personas en los medios.
Así que el llamado del Gobierno Nacional y de la Procuraduría debe ser llevado hasta sus últimas consecuencias, que no significan simplemente el castigo para estos dos “machos” sino la reeducación en todas las zonas del país donde la mujer es maltratada.