Bajo un improvisado toldo cada domingo se instala un pastor evangélico que amplifica su voz por tres parlantes para hacer un culto pentecostal en el que, entre veinte y treinta personas, se reúnen en las mañanas y tardes.
La pandemia de COVID-19 fue la excusa para que el pastor de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, sede Bilbao, hiciera apropiación ilegal de este espacio adoquinado, mientras que los que hacen uso de la cancha adjunta tienen que escuchar sus llamados al arrepentimiento.
Según el Sistema de Información Geográfica del espacio Público de Bogotá (SIGDEP), el Parque Albear o Rodesia ubicado en la Calle 144 con Carrera 146 A, es un parque bajo administración del IDRD con el número 11-1186. Es decir, es plenamente espacio público, y no un lote o espacio de un particular.
“Me gustaba venir a patinar en la zona adoquinada antes de que llegaran los evangélicos”, me dijo Andrés Jiménez, un vecino del sector. “Podía ir con mi sobrina para que comiera helado y corriera. Pero ahora si llegas te abordan con invitaciones impresas al culto, y no puedes desplazarte entre la gente”, agregó.
Tras la queja de Andrés y otros vecinos me acerqué al parque y saqué el celular para hacer un breve vídeo desde el borde de la calle el pasado 14 de febrero.
Se me acercó un joven con camisa de traje y pantalón formal que sin duda hacía parte de la iglesia.
—¿Por qué graba?— me preguntó.
—Es espacio público— le respondí. —¿Por casualidad, tienen ustedes permiso para hacer este evento cada ocho días?
— Claro— me respondió el joven.
—¿Podría enseñármelo?— le pregunté.
—En el CAI saben—fue su respuesta.
A no más de 300 metros de allí se encuentra el CAI de Fontanar. Y tras despedirme del joven, quien aprovechó para invitarme amablemente a su actividad proselitista, me dirigí a ese centro policial a confirmar la versión del joven pentecostal.
En el CAI me atendió ese 14 de febrero el patrullero León. A quien después de manifestarle la situación le pregunté por el permiso del culto en cuestión. El policía me dijo que ellos no han otorgado ningún permiso. Le manifesté que según el Decreto Distrital 311 de 2006 en el artículo 18 no está permitida la instalación de equipamiento de culto en los parques de la ciudad. Que esta situación trata de ocupación indebida del espacio público y de contaminación auditiva. Además de ser reiterativa desde hace meses.
Para sorpresa mía el policía respondió que ellos tienen derecho a la libertad de culto y que eso es un derecho constitucional.
Le expliqué que todo derecho, por más fundamental que sea, tiene límites. Y esos límites acaban cuando trasgreden la libertad de otras personas. “Es mucho mejor que estén haciendo culto, y que la gente los escuche, a que estén fumando marihuana”, fue su respuesta. Mientras insistía que no le veía ningún problema al ruido emitido por los parlantes.
—¿Y si fuera un toque de rock lo que hubiera en ese espacio ustedes intervendrían?— le pregunté.
—Sí— fue la respuesta del señor policía, quien en ningún momento notó el sesgo que tiene en aplicar la norma.
Luego dijo que el decreto de pandemia les había prohibido la reunión en las iglesias y que por eso usaban el parque. Le pedí que me enseñara que artículo les facultaba a las iglesias provisionalmente el uso de los parques. No lo hizo. Simplemente ese artículo no existe.
El pasado domingo 28 de febrero las iglesias volvieron a hacer sus cultos en sus lugares habituales de reunión. Donde deben estar. Sin embargo, la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, sede Bilbao volvió a ocupar el Parque Albear.
Decidí nuevamente dirigirme al CAI, ya que esta vez no podría argumentarse que se trataba de una medida provisional —que nunca existió-—porque la restricción por la pandemia ya no estaba.
Se encontraba de turno otro agente. Le comenté de nuevo la situación, el Decreto 311 de 2006 artículo 18. Sin embargo, aquí las disculpas fueron otras. “El decreto no dice que le corresponde a la policía hacerlo cumplir”, esgrimió.
El Código de Policía es claro que la recuperación del espacio público es función de la Policía. No es algo de los bomberos, el Ejército o la Fuerza Área.
El argumento de la libertad de culto volvió a relucir. Intenté explicar, de nuevo, que ni ese derecho ni ningún otro son absolutos. Tienen límites. Y más aún cuando en este caso tenemos una normativa clara sobre el particular.
“Si alguien quiere patinar puede hacerlo por los lados, hacen deporte y de paso escuchan la palabra de Dios”, añadió el Policía.
En medio de la conversación preguntó por la edad de uno de los vecinos acompañantes. “No es un dato que aporte a la discusión sobre las actividades permitidas o prohibidas en los parques”, le respondió mi amigo.
En ninguna de las dos visitas al CAI los policías fueron groseros. Pero es alarmante que a la hora de hacer cumplir la norma a una iglesia la Policía decide no hacerlo. Basta recordar como el año pasado un párroco celebró el jueves santo en la Parroquia Santa Mónica de Pasto, en plena pandemia, generando una gran aglomeración frente a un CAI, sin que los policías hayan puesto comparendo alguno al sacerdote.
Quizá tenga que ver que en la formación policial no se les expliqué qué somos un estado laico, en el que Estado no tiene una religión oficial y debe ser neutral ante todas. Así como las sentencias de la Corte Constitucional que le piden a las entidades públicas no identificarse con una religión particular, ni favorecer a alguna de ella. Incluso una fue con un fallo de tutela en mayo de 2017.
¿Pero cómo pueden tener una formación neutral cuando tienen un Obispado Castrense pagado con dineros de todos los contribuyentes y que se mantiene desde los tiempos godos de la Constitución de 1886 que hicieron de la Iglesia católica la religión de la nación? En cuanto a laicidad las fuerzas policiales y militares están a la zaga dentro de las entidades públicas.
Quizá por esa historia y formación es que si casos de contaminación auditiva, de ocupación de espacio público o de medidas sanitarias, son infringidas por la Iglesia católica o ahora, de la diversidad protestante, la Policía mira para otro lado.
La Corporación Bogotana para el Avance de la Razón y el Laicismo presentó formalmente un derecho de petición al IDRD sobre el caso del parque Albear o Urb. Rodesia. Por el momento basta recordar que cada cosa es mejor en su sitio. Parques para jugar e iglesias para rezar.