Me he encontrado con muchos bobitos diciendo esto con orgullo en sus redes sociales. Están tan desfasados que aún creen que las series de televisión son esos enlatados fascistoides tipo Los magníficos o McGuiver que pasaban los sábados en los ochenta. Se hacen llamar “puristas” que solo ven “cine arte” en salas especializadas. Estos incautos ni se enteraron que la televisión está pasando por su edad de oro. Así como el cine en Estados Unidos brilló en la década del cuarenta y cincuenta con clásicos eternos como La magnificencia de los Amberson de Orson Welles, Double indemnity de Billy Wilder o Johnny Guitar de Nicholas Ray, desde 1997, cuando HBO estrenó Los soprano, la catarata de obras maestras en la televisión no se detiene. Somos afortunados de ser contemporáneos de Breaking Bad, Girls, Vinyl, American Horror Story, Mad Men, The Knick, Big Bitter Lies, Fargo, True Detective, The killing, Downton Abbey, El joven papa y tantas otras que he visto y que ya no me acuerdo.
Lo que impresiona es que pese a la complejidad de la trama estas series han sido vistas por millones de personas, lo que habla muy bien del público. Este fin de semana, por ejemplo, se estrena un fenómeno de masas que cautiva a todo aquel que la ve. En columnas anteriores he hablado de que la historia lleva dos temporadas estancada, que el autor de los libros, George R.R. Martin, no sabe cómo terminar la tragedia de los Stark. Pero esta vez no quiero entrar en polémicas. Además, con todo lo que la pueda criticar, ahí estaré el próximo domingo a las ocho de la noche frente a HBO comiéndome las uñas y con la expectativa que siente un niño cada vez que hay una ceremonia inaugural de un mundial.
La historia de George R.R. Martin está más emparentada con
"Macbeth", "Ricardo III", y la saga de "Los reyes malditos" de Maurice Druon,
que con el universo de Tolkien
Pese a los baches que toda historia de más de 80 horas de duración pueda tener, comparar GOT con El Señor de los anillos revela la estupidez y la ignorancia de los detractores de la serie que en su vida han visto un solo capítulo. Joven aspirante a seudointelectual, tengo que jalarle las orejas y decirle que la historia de George R.R. Martin está más emparentada con Macbeth, Ricardo III y Julio César, con la saga de Los reyes malditos de Maurice Druon, que con el universo de Tolkien. Si, GOT es fantasía medieval, pero su popularidad radica en que, al beber de Shakespeare y hasta de la misma Historia con H mayúscula, tiene el poder que le da la originalidad. Capítulos como “La boda roja” o el envenenamiento del rey Joffrey Baratheon tienen esa rara capacidad de sorprender al espectador hasta el paroxismo. Para la muestra basta con ver la reacción de la gente en el momento en el que es acuchillado buena parte de la familia Stark.
Reacciones a "La boda roja"
La televisión tiene una ventaja que nunca va a tener el cine: la posibilidad de desarrollar un personaje a través de 60 horas. Una película, por más larga que sea, difícilmente supera los 250 minutos. Por eso es que ninguna película actual puede llegar a emocionarnos tanto como Breaking Bad.
Así que joven progresista, deje de seguir quedando como un ignorante y ábrase ante la verdad. Netflix, y las plataformas de HBO y Fox permiten ver cuándo y donde quiera la Vanguardia que ahora está en poder de las series. Si no la ha visto absténgase a opinar y mucho menos a criticar. Los contactos que tenga en redes sociales y que saben lo que significan las series van a pensar que usted es un tonto. Evítese la pena, por favor.