En este país, la imagen de las personas u organizaciones se hace mucho más valiosa, haciendo uso de la censura por encima de la crítica. Simplemente es dañar la imagen del otro, manipulando verdades como mentiras.
Lo que se busca es afectar los hechos, distorsionando, manipulando, sus causas, efectos, conceptos, acciones, conocimientos, sentimientos, percepciones, emociones, visiones, etc. Camila Zuluaga, en El Nuevo Siglo (editorial 18 abril), lo expresa muy bien, dándole el calificativo de “La rentabilidad del odio”.
Desde otra perspectiva, el odio a los demás, en alguna medida, tiene que ver con el odio, que nos tenemos, así mismos. Los hechos, en contextos que hemos vivido, sumando las emociones, que se encuentran ligadas al sufrimiento psíquico, son aspectos que rechazamos socialmente.
Lo lamentable es la incapacidad de reconocer y aceptar a sí mismo, esta realidad. Negar el dolor, obedeciendo (no sentirse culpable), es evitar, negar o escapar a situaciones de amenaza.
Estas amenazas de perder el poder y sus respectivos beneficios, los lleva inclusive a sacrificar a su familia, amigos, ideologías. En consecuencia, a las masas (población en general) se les construye una nación, con muchas tensiones, donde los problemas de orden masivo: como carencias alimenticias, de salud, educación, vivienda, trabajo, justicia, conflictos armados, inseguridad, etc. son del diario vivir.
Estos escenarios, en los que se les dice, que se les irá arrebatar lo poco o lo básico que se tiene, son la fuente del miedo (sentimientos de pérdida y exclusión) y, en consecuencia, lo anterior, facilita la búsqueda, para culpabilizar a alguien.
Los nuevos campos de batalla, además de los físico-geográficos (regionales), los encontramos en las redes sociales, diarios y noticias. Los proyectiles o cartuchos que se disparan, en esos medios de comunicación, tienen un alto calibre (palabras llenas de injurias), alcance, y la carga propulsora de la bala, está compuesta de intenso odio.
Para no ir tan lejos, tenemos tres (3) ejemplos de muchos.
En el tiempo, editorial del 17 de abril del 2022, aparece, Néstor Humberto Martínez Neira. Con su titular: Perdón social para el protagonista del “petrovideo”. Allí habla de los malos comportamientos de Petro y solicita para ellos, el perdón social. Dice que los contratos son suculentas tortas. Respecto a esa afirmación, creo, deduzco, infiero, que conoce mucho del tema y de forma histórica. En consecuencia, ¿por qué no acusó, entregó pruebas, y todo el actuar jurídico requerido? Si Petro es culpable debe pagar.
El segundo ejemplo es el de Francisco Roberto Barbosa Delgado. Nada de perdón social. En su escrito lo que establece es una pequeña rendición de cuentas, sobre el tema de la corrupción, asociándola con “el perdón social”. Concepto que, como jurista, no argumenta, explica o entiende.
El último ejemplo se ubica en Las2orillas, del 17 de abril de 2022, donde, Carlos Alonso Lucio López (exguerrillero, predicador, empresario agrícola, ganadero), negociador en proceso de paz con las AUC, exesposo de Viviane Morales escribió un artículo titulado “El síndrome de ‘Más Hijueputa eres tú’”. Allí relata que, en conversación con un joven, le da a conocer que no votará por Petro, quien supuestamente traerá el socialismo del Siglo XXI y que la izquierda colombiana es mentirosa y con doble moral (¿esa no fue la ideología del M-19?) y añade todas las noticias, no sustentadas, de los diferentes comportamientos políticos de Petro y al final, lo invita a visitar un psiquiatra (¿Quién lo debería visitar?). Él no es quién debe orientar al joven, con esa recomendación, a menos que como pastor, su Dios, lo oriento.
Recordemos (no olvidar la historia): para el M19, su ideología era nacionalista y social demócrata, fueron apodados Robin Hood.
Con su desmovilización, el 08 de marzo de 1990, se convirtió en un partido político de izquierda democrática, conocido como Alianza Democrática M-19 (AD-M-19) y desaparece en el 2000 cuando su base social se disolvió, distribuyéndose, sus miembros, en otros partidos políticos o fundando grupos políticos (Polo Democrático Alternativo, Colombia Humana).
Con lo anterior se corrobora, que las amenazas de perder el poder y sus respectivos beneficios los lleva inclusive a sacrificar a su familia, amigos, ideologías, principios éticos, morales (la política es dinámica).
Lo vergonzoso, es que el pueblo, “bandera de sus luchas” es olvidado y solamente utilizado para sus beneficios (en ellos se siembre el miedo, el odio). Se podría afirmar que la pobreza del colombiano, no es por la escasez de los recursos naturales y bajas potencialidades o competencias que poseen; sino por la manera, en que el estado, los administra, distribuye y utiliza.
La forma en que nos introyectan, nuestros políticos o mejor, politiqueros, en nuestras conciencias, el perdón social como el perdón jurídico que no existe, lo que existe es la remisión de la pena; es olvidando nuestra historia: muertes masivas, desplazamientos, falsos positivos, prescripciones, engavetamiento de procesos, expropiaciones, muertes en urgencias de los hospitales, liberación de delincuentes, corrupción, vencimiento de términos, etc.
El perdón se puede interpretar como un tratamiento de la culpa, desde la perspectiva, psicológica, jurídica y sociológica. Pero es bueno preguntarnos, ¿Se perdona lo que no se puede castigar o lo castigable?
Para llegar al perdón real, se debe tener en cuenta las perspectivas arriba mencionadas. Podríamos decir, que es pasar de un dolor, si existe el arrepentimiento personal, a un escenario o contexto de vida, más placentero; donde el sufrimiento humano desaparece (elaboración del proceso de duelo).
¿Qué significa esto?; simplemente, es reconocer el mal comportamiento, los daños ocasionados, y entender el dolor del afectado; la segunda perspectiva, se refiere al enfrentamiento del culpable ante un juicio, donde se discute, propone y se practican las pruebas para declarar inocente o culpable a la persona o personas involucradas en un delito o contravención, y de esta manera generar una sentencia y se cumpla con el veredicto; y la tercera, hace alusión a la construcción de una sociedad, donde ese ser humano que lo habita, no será delincuente, vándalo, corrupto, conflictivo, transgresor de las normas (anómico), traicionero, irrespetuoso, etc.
En esa nueva sociedad, las diferencias, que no son materia de conflictos, enriquecerán el conocimiento y; todo lo común (eso es mío, yo tengo derecho), fuente de las discordias, se tratará como un problema interpersonal, donde se llegará a un acuerdo, para que los beneficios sean para todos y los costos, sean nulos o por lo menos mínimos. La suma de los perdones individuales o grupales es una reconciliación (perdón social).
A continuación, con base en lecturas de varios documentos, mis conocimientos, como perspectivas de vida; me atreví, a construir una especie de logaritmo, frente al concepto de perdón, el cual espero sea alimentado o perfeccionado por los lectores. Allí encontraremos el contexto, el objeto, la medida, el agresor, el agredido y el efecto, conceptos ligados al perdón.