Socialmente se ha asumido que el trabajo doméstico y del cuidado es una “obligación natural” de las mujeres o son “muestras de amor” para la familia. Sin embargo, esto ha sido un producto de la división del trabajo y los roles de género, donde las mujeres han tenido que sacrificar aspectos de su vida laboral y personal para asumir las “demandas del hogar”.
El trabajo doméstico y de cuidado no remunerado se refiere a todas las actividades y prácticas entre las que se encuentra: el cuidado de personas (niños y niñas, personas mayores, enfermas o con algunas discapacidades), la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos, gestionar horarios, traslados a centros educativos, supervisión del trabajo de cuidadoras remuneradas, entre otros.
El trabajo doméstico y del cuidado no remunerado cumple una función central en la sociedad y es la reproducción social de las personas, es decir, la reproducción de la fuerza laboral que es y será incorporada al sistema económico, de ahí reside su valor económico. Si el Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado fuera pago, representaría el 20% del PIB, lo que se traduce en 185,7 billones, superior al valor agregado bruto de las actividades económicas más relevantes de la economía colombiana (a precios corrientes de 2017) tales como: las actividades comerciales al por mayor y al por menor, la administración pública, defensa, educación, salud, entre otras.
Ahora bien, el trabajo doméstico y del cuidado no remunerado tiene un gran impacto en la vida económica de las mujeres. Según el Dane (2017), las mujeres dedican diariamente 5 horas y 55 minutos al trabajo doméstico y del cuidado no remunerado y los hombres 2 horas y 02 minutos, es decir, las mujeres dedicaron 26 horas y 36 minutos más a la semana al trabajo doméstico y del cuidado no remunerado, horas que podrían dedicar a educación, participación, descanso, actividades de autocuidado o a un empleo remunerado.
La sobrecarga de trabajo no remunerado para las mujeres impide acceder a trabajos de tiempo completo o mejor remunerados, ya que tienen que asumir trabajos – en su gran mayoría mal pagos e informales- que les brinden flexibilidad horaria para pueda compatibilizar con las “tareas” del hogar. Las mujeres que cuentan con trabajo remunerado, deben realizar una doble o triple jornada laboral. Según el Observatorio de Mujeres y Equidad de Género, el 77% del total de horas de trabajo doméstico son realizadas por las mujeres, a mayor número de hijos e hijas y a mayor edad de la mujer, la carga de trabajo se incrementa.
Por ende, se hace necesario reconocer que el trabajo doméstico y del cuidado es una función del Estado, no de las mujeres. El Estado debe garantizar la reproducción de las personas y su cuidado a través de sistemas de bienestar que integre a las a las familias, la comunidad y el mercado. Actualmente Uruguay, Alemania, Bélgica, España, Estados Unidos, Francia, Portugal y Reino Unido, cuentan con estos sistemas de bienestar y cuidado que permitieron a millones de mujeres integrarse al mercado laboral, disminuir las brechas de género y mejorar su calidad de vida.