En la supuesta rectificación ordenada por un juez de la República sobre sus declaraciones en contra de Álvaro Uribe Vélez Gustavo Petro se mostró burlón, desafiante, galimático, sofista y sin ningún respeto al fallo en su contra. Echando mano de su formidable dialéctica aprovechó para revictimizar hasta la saciedad al expresidente, magnificando las denuncias, adornándolas de perversa crueldad, creaando un efecto y una atmósfera de animadversión y odio a su opositor político.
Básicamente Petro se constituyó hábilmente como el portador de la verdad, alegando convicción íntima de su denuncia amparado en su presunta misión de control político para no retractarse. Esto lo hace retador y provocador, toda vez que su intención es crear un show mediático. ¿Será que anhela y desea ir a la cárcel por desacato?, ¿es ese el plan para sacar los mejores dividendos, despertando la ira y furor de sus militantes ante su “injusto” encierro?
Privar de la libertad a Petro es lo mejor que le podría pasar. Saldría victimizado e instilando más odio para sus torvos fines. Excelente tribuna le espera, donde podría sacar el mayor protagonismo y efectismo psicológico para levantar su desvencijada imagen. Y es Duque no se la ha puesto fácil, el presidente siempre está un paso adelante, por eso Petro taimado y malicioso espera (latet anguis in herba) cualquier error o desliz de la actual administración.
Es el escenario público, el calor de las masas y la plaza pública donde planea sus fogonazos verbales y cómo hacer tambalear al actual gobierno, pero honestamente creo Duque es más inteligente, pero hay que reconocer que el primero es más perverso.