Estamos enfrentados a una pandemia, a una desconocida enfermedad pulmonar producida por un virus bautizado covid-19, para enfrentar la cual prácticamente todos los gobiernos del mundo han dispuesto medidas extraordinarias.
La más generalizada de ellas es el aislamiento, el quedarse en casa procurando no salir a la calle a menos que sea absolutamente necesario. A la que se añade una campaña de recomendaciones preventivas, lavarse las manos con jabón al menos cada dos horas, no pasarse las mismas por los ojos, la boca o la nariz, mantener una distancia prudente de al menos un metro con las demás personas, estornudar en la parte externa del codo, entre muchas otras.
Con más rapidez que la propagación misma del virus, la alarma se expande por los medios de comunicación. El tema se convirtió en la única noticia. Los noticieros de la televisión y la radio no se ocupan de otro asunto, así como los programas de opinión y las principales columnas de toda la prensa. Hay una peste en crecimiento, que puede afectarnos a todos, a cualquiera, que puede significar la muerte masiva, de la que debemos cuidarnos.
Nos llegan noticias de otros lares, setecientos muertos en un día en España, una cifra semejante en Italia, un número superior de contaminados en Estados Unidos que en China, el crecimiento desbordado de la epidemia en Brasil y la absurda posición de Bolsonaro, entre muchas. Aquí las cosas no están mucho mejores. A esta hora la cifra de afectados ronda los 500, de los cuales casi 200 se encuentran en la capital de la república. Y el problema crece.
Así que lo que sigue en el orden es la difusión de las medidas adoptadas por el gobierno nacional y las administraciones regionales y locales. Resaltan las coincidencias o las riñas entre la alcaldesa Claudia y el Presidente Duque. O las diferencias profundas entre la primera y Petro. Nos hallamos en modo coronavirus, nadie habla más que de eso, aunque haya puntos que parece mejor no tocar. Solo cierto enfoque y determinada temática gozan de pleno despliegue.
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La situación presentada en los centros carcelarios del país apenas se reseña de lejos
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Por ejemplo, la situación presentada en los centros carcelarios del país apenas se reseña de lejos. Obvio que allí existe un peligro inminente de contagio y expansión. Por el hacinamiento desmedido, por la falta de recursos y medidas, porque el agua es escasa, mucho más el jabón, los desinfectantes, porque la atención médica siempre ha sido pésima. Apenas natural que los prisioneros y sus familias reclamen, pasen pliegos, exijan, protesten de uno u otro modo.
Pero el sesgo informativo sobre el coronavirus insiste en enceguecernos. 23 muertos y casi 100 heridos fue el saldo del tratamiento de salvajes, a las protestas de la cárcel Modelo de Bogotá hace apenas unos días. La ministra de justicia, a varios metros del único general que la acompañaba, declaró ante los medios que se trataba de un frustrado intento de fuga. Ella no podía acercarse a otro, aunque los presos sí estén obligados a permanecer apeñuscados en sus celdas.
El fiscal general de la Nación se apresuró a decir que no habrá ninguna investigación penal al respecto, al parecer todo está más que claro. La matanza no constituye un asunto para alborotar, otros aspectos del coronavirus son más importantes. Muy pocos en realidad perciben cómo se ha abierto la puerta de par en par a la deshumanización, al desinterés absoluto por la suerte de los demás, al simple argumento totalitario de quién los mandó, justo tuvieron su merecido.
La emergencia carcelaria decretada por el gobierno nacional apenas ha significado maniobras nocturnas para asaltar celdas, sacar prisioneros amordazados y trasladarlos en secreto a otros lugares, tanto en las cárceles de varones como de mujeres. Seguramente pocos se dan cuenta de lo que significa esto. Hay en marcha una estrategia tenebrosa, aprovechar el coronavirus para deshacerse de los indeseables. Comienza en las cárceles, pero la propagarán sin duda.
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Indeseables resultan todas esas familias y personas que no tienen en qué caerse muertas
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Indeseables resultan todas esas familias y personas que no tienen en qué caerse muertas, que viven a diario del rebusque. La represión implacable caerá sobre ellos por salir a la calle. O las afectará y matará la peste, son demasiados, más millones de los soportables. El coronavirus será el mejor pretexto para deshacerse de ellos. Parecen teorías de la conspiración, del grupo de Bilderberg, de la necesidad vital para los grandes intereses de deshacerse del sobrante.
Creado en laboratorios de EE. UU. para quebrar los chinos o no, hay mucho que sepultar con el covid-19. Y no hay que dudar que lo usarán en serio. Acaso contra quienes claman porque sea el sector financiero el que asuma los costos de todo esto. Acaso contra quienes sugieren un cambio de paradigmas. Estados de emergencia, gobiernos sin control y validos de la paranoia. Cuidado, ya está visto. Aquí tenemos un Fiscal ciego, sobran los indeseables y sabemos quién gobierna.