Hace unos años rayaba en lo absurdo un proceso de paz con las Farc. Se burlaron de Pastrana y alimentaron la idea de que Uribe era el "gran mesías". Santos, por su parte, logró un acuerdo que, a pesar de los pesares, logró desmovilizar la guerrilla más antigua del continente.
Hoy raya en lo absurdo que sea precisamente Rodrigo Londoño, uno de los máximos jefes de las Farc, quien haga un llamado a la calma tras la crisis que atraviesa el proceso por la detención del exguerrillero Jesús Santrich por presuntos nexos con el narcotráfico, aún después de la firma del acuerdo. “Cueste lo que nos cueste, se trata de la paz de Colombia”, escribió Londoño en una carta dirigida a los excombatientes de esa guerrilla.
No existe mejor descripción para la coyuntura y la historia misma del país que la obra del historiador David Bushnell: Colombia, una nación a pesar de sí misma. A pesar de nosotros mismos, las incongruencias de lo que somos, de lo que hacemos (o dejamos de hacer) continuamos luchando por no llegar a ser un estado fallido. Seguimos luchando por demostrarle al mundo que contamos con cierto grado de racionalidad y resiliencia.
En esta nueva página de la historia no podíamos fallar: no podíamos fallar y la mayoría de los colombianos votó en contra de aprobar el acuerdo de La Habana. No podíamos fallar en la inversión de los recursos del posconflicto y sale a relucir, como joya de la corona, el escándalo de corrupción del Fondo Colombia en Paz. No podíamos fallar en la credibilidad del proceso y queda sentado el precedente del caso Santrich. No podíamos fallar … y fallamos.
Fallamos pero Londoño tiene razón. La paz ha valido la pena por la memoria de cada una de las víctimas. Ha valido la pena porque ya no se escuchan disparos como antes. Ha valido la pena por todos aquellos que no conocerán la guerra.
La justicia fue uno de los temas que tocó más fibras en el proceso de negociación: Que si la impunidad, que si la JEP, que si el narcotráfico conexo del delito político, que si cárcel, que si penas alternativas. Hoy el caso de Jesús Santrich ‘levanta la ampolla’ no solo de quienes se opusieron desde un principio al acuerdo, sino que siembra la duda en quienes creyeron que este podría ser el hito en la historia de la nación.
La paz que debería unirnos, entonces nos divide. Cuando el caos parecía diluirse en la posibilidad de un país sin guerrilla, entonces tiembla el proceso mismo. No hay que perder la esperanza: cueste lo que nos cueste, se trata de la paz de Colombia.