Cuento polifónico. Variaciones sobre Kafka (2)

Cuento polifónico. Variaciones sobre Kafka (2)

Samsa despierta boca arriba en su celda. Lo primero que ve es la gotera que impacta cerca de su cara. Enseguida, para su sorpresa, dos pies humanos le aparecen

Por: Oscar Seidel
febrero 24, 2022
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Cuento polifónico. Variaciones sobre Kafka (2)
Foto: Wikimedia

La condena

El tribunal está sesionando, cuando de pronto, la puerta principal se abre y entran dos guardias uniformados arrastrando con dificultad a un bicho enorme, que apenas puede mantenerse erguido.

—¿Otra vez Gregorio Samsa?  —dice el juez

—¿Ahora qué hizo?

 El fiscal abandona su escritorio, se acerca al estrado y estirándose, susurra algo al oído del juez, que responde lanzando un largo bufido.

—¡Pero este bicho es incorregible! Lo sentencio a la pena de muerte sin más trámite. He dicho—

Para resaltar su fallo, el juez martilla sobre la tarima y el estruendo sobresalta a todos los presentes.

Entonces, el fiscal que ya se había sentado, se vuelve a poner de pie

—Perdón… Su Señoría —apela

—Le recuerdo que usted en el Proceso anterior condenó al señor Samsa a la pena de muerte y, desgraciadamente, la sanción no se pudo cumplir.

—¿Pero, por qué? —indaga el juez sorprendido.

Notoriamente incómodo, el fiscal le responde.

—Su Señoría, el ahorcamiento no pudo llevarse a cabo porque al verdugo le fue imposible enlazar la soga. Cómo puede ver, el señor Samsa carece de cuello.

Ante la inesperada noticia, el juez se inquieta, acomodándose en su silla, y luego contraataca.

—Podrían haber usado un veneno.

—¡Imposible, Su Señoría!

El fiscal ha ganado en confianza y argumenta con firmeza

—El artículo 357 inciso 2 apartado B del código penal del Estado manifiesta taxativamente que la única forma de ejecución permitida es, hasta que esto se modifique, el ahorcamiento.

El juez mira al fiscal resignado.

—Está bien, señor fiscal, visto las dificultades insalvables, que vuelvan a encerrar al señor Samsa en su celda del Castillo. He dicho—

Entonces, los guardias proceden a llevarse a Samsa, ante las miradas de asco del auditorio.

Al día siguiente, Samsa despierta boca arriba en su celda. Como siempre, lo primero que ve es la gotera que impacta con sus misiles cerca de su cara. Enseguida, para su sorpresa, dos pies humanos le aparecen y no logra levantar su cuerpo. De repente, toma conciencia de que en lugar de cuatro patas tiene dos manos. Da un salto, se pone frente al pequeño espejo de la celda y descubre otra vez su antiguo rostro. Un grito de alegría aturde al penal del Castillo.

Alertado, el guardia más cercano acude a ver lo que sucede. Abre la mirilla de la puerta y luego de espiar corre hasta el teléfono de pared más cercano.

—¡Señor director! —dice— ¡Usted no lo va a poder creer! ¡Samsa volvió a ser humano! 

—¡Qué alegría, agente! Ya me comunico con el verdugo…

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