Cuento: El paraquito urbano

Cuento: El paraquito urbano

Bien saben ustedes que los paracos pasaron del campo a la ciudad: basta ir a Ciudad Jardín, en Cali, donde está el para/policía con nombre de futbolista asesinado

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
octubre 06, 2022
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Cuento: El paraquito urbano

No voy a dar mi nombre: de pronto me confunden con el autor, como suele pasar. Bien saben ustedes que los paracos pasaron del campo a la ciudad: basta ir a Ciudad Jardín, en Cali, donde está el para/policía con nombre de futbolista asesinado: listo a ser juzgado. Sobre un sujeto similar va este cuento basado en una historia real que ocurrió en el barrio donde uno se siente unido con los demás solo por el ruido ajeno, cercano a la U. N. en Bogotá. Estaba en casa, escribiendo en el pc. De pronto, alguien irrumpe en ella. Me asomo por la ventana y sin mediar palabra alguna de mi parte, comienza la diatriba del cabronazi, da unos golpes en la verja metálica del jardín y suelta: “Ah, con que usted es el que se las sabe todas, ¿no? Sepa que yo llevo 30 años aquí en el barrio y tengo por ahí unos amigos que lo podrían atender en caso de necesidad.” “Bueno, primero: no me las sé todas, pero me basta con las que sé bien; segundo, usted puede llevar 30 o 50 años en él, pero eso no le quita lo atarbán; además, ¿por qué hace alarde de tal cosa, acaso adquiere así mayor razón en lo que vocifera? Y, entre otras cosas, ¿a qué viene todo esto? ¿Ya lo informó misiá Calumnia, la damisela que está ahí en el garaje o la policía o Jéctor o sus amigos del barrio, los que ahora se quieren quedar con él?”

“Pues a que usted le ha estado golpeando a mi mujer en el vidrio”. “¿En qué vidrio y de qué me habla, tontazo? No venga a dárselas de inteligente, porque, en ese caso, mire que su mujer está cabizbaja y tampoco ella sabe de qué le habla. En segundo lugar, en vez de fastidiarme la vida, se la jode es a ella, porque la está haciendo quedar como una golfa, ya que, si le coqueteé, como usted dice, y ella no dijo nada, su reputación queda por el piso, ¿no le parece, calumniador? Y antes de amenazarme con sus paracos piense bien lo que dice, porque puedo denunciarlo penalmente. Lo único que quizás lo salvaría es que la Justicia no opera en Fosa Común y que usted es el amigo de la policía, yo no. Ah, también Jéctor, el jíbaro de la sociedad del mamífero, y misiá Very Calumnia, correveidiles del barrio sobre quién es quién: para ellos, claro, y para sus parceros, que van unas veces de civil y otras de uniforme, pero que a la larga da lo mismo. Como se sabe desde el 28A cuando se inició el Paro Nacional”.

No obstante, cuando ya le había soltado todo esto al infame sentí que lo mejor habría sido decirle: “Váyase por donde vino y ya”, pero recuerde, querido lector, que cuando a uno le hacen entrar por la senda del disgusto, es probable que la razón demore un rato en volver. Y eso fue lo que pasó. Entonces, le dije: “Mire, pendejo, si me quedo a hablar con usted es para hacerle entender que no se puede dejar prosperar a la calumnia. La que ya instaló hace rato en este país el que presumo que es su ídolo, mejor dicho, del cual usted es fanático. Por eso es que viene a amenazar con ‘tiras’ de vereda, ¿cierto, paraquito urbano?” Al decirle esto, rebotó contra la reja del jardín, miraba para lado y lado a ver si hallaba algo sólido de qué cogerse, claro, sin saber que todo lo sólido se desvanece en el aire, como ya dijera Karl Marx antes de Marshall Berman. Al no encontrar una piedra ni un tomate ni un huevo, aunque en el garaje podía haber algo de eso y otras yerbas más, pero el cretino no lo pensó siquiera, me dijo, todo ‘enreverado’, como diría Fito Páez sin saber qué es eso, como tampoco Silvio sabe qué es el ‘delectador’ al que alude en Testamento ni ‘mansagadera’ al hablar de la idea de la muerte que entonces lo perseguía por lo de Angola, reitero, el tontín me dijo, como si estuviera haciéndole el ‘diktat’ a un esclavo de su casa: “Llámeme a Ramondá, que ya no quiero hablar más con usted”. Confieso que hacía rato no me reía tan bueno y eso que a toda hora río como un jilguero, aunque ya no tenga la esperma tan urgente: a cualquiera se le bajan las defensas con semejante déficit mental al frente. Como si Ramona, mi mujer, lo conociera y yo estuviera feliz de oírle sus bobadas…, las que ni a J. Balvin/Maluma/Don Omar se les ocurren en sus ‘hits’ que, dado como está el mundo de decadente, derivan en Grammys, de perico, que a nadie sorprenden, porque así de vacías y tristes están las cosas en este platanal.

Al día siguiente estaba en el tercer piso de la casa, adonde voy a leer. De pronto, pasó el dandynoso con su pastor… alemán, porque ¿qué pastor se aguantaría a un ‘perroquiano’ que le pasa lo que a Juan Charrasqueado, que no lo recuerda con cariño ni su madre? Y el paraquito urbano se detuvo frente a la ventana abierta, justo cuando le decía: “La calumnia y su perro, la esquizofrenia y su perro, la mala fe y su perro”. Me miró y sin más me soltó: “¿Sabe qué? Usted es un psicópata”. Otra vez la risa brotó espontánea y le dije: “Vaya a un diccionario y averigüe qué es ‘psicópata’ porque se nota que no tiene ni idea. Si lo fuera hacía rato lo hubiera despachado a usted y a estos vecinitos de mierda de la esquina, paracos de vereda, como Su Bajeza lo es de la urbe, que igual han lumpenizado al barrio: de usted no estoy seguro, pero de ellos sí que son no lumpen-proletariado, sino lumpen-maricariado. Porque no llegan a homosexuales en un sentido justo: tipos cultos, que no se meten con nadie, salvo eso sí cuando tienen ganas. Aunque ya se sepa lo que dice Fassbinder, ¿lo conoce?, que los ‘maricones’ son iguales de cabrones que todo el mundo: es decir, igual que usted”. Já.

Meses más tarde, vino el yerno de mi esposa a guardar unos bultos de fertilizantes en casa, precisamente en mi sitio habitual de lectura. Estando abajo, con todo el personal que vino a ayudar a entrarlos, volteo a la izquierda, veo al sosías y sin cavilación previa se me vino el poema encima, diría José Asunción, y de sobremesa, recién almorzado: porque sí, uno no hace versos, los versos se hacen dentro de uno y salen, uno no los hace, apenas los escribe: “Miren, señores, les advierto que no se trata aquí de venganza alguna, como en el filme de Bier, en el que por la idiotez de los adultos, dos niños cometen un acto terrorista y, entonces, explotan una camioneta. Aquí se trata de algo más sencillo: pues miren, Tartica y Ricardor, este jovenzuelo que ven aquí, frente a la casa suya, fue el que el otro día vino a calumniarme, a decirme que yo le golpeaba en el vidrio a su esposa. Y ella miraba hacia abajo, como quien no sabía de qué le hablaba; sentí una honda pena, porque aparte de que jamás la había visto, tampoco había siquiera soñado con ella. Porque, además, uno no sueña con lo que quiere sino con lo que se le aparece y ella jamás se me... Y ahora que la veo, joven chivonazi, le cuento que ella podrá ser de su gusto, con seguridad no del mío. Así que asunto cerrado y coja oficio, no vaya y le pase lo de Varito que está a punto de ir a la cárcel por pifiarse con todo el mundo: con los hijos de las Madres de Soacha de los que dijo que ‘no estarían recogiendo café’; con las víctimas de las tres principales masacres en las que tiene probada participación directa: San Roque, La Granja y El Aro, y que ahora niega de forma rotunda; con las más de cinco mil víctimas de doce municipios aledaños a Hidroituango, donde hace más de treinta años comenzó a gestarse el mayor fracaso de la ingeniería detrás de Chernóbil y, ante todo, el mayor número de masacres a escala local. Para terminar, lo único que deseo es que este tipejo nos deje tranquilos y que jamás vuelva a aparecerse por la casa. Bueno, si tiene algo del ‘glamour’ que aparenta. Pero, como dice el vallenato que él escucha a todo volumen: “¿Qué cultura va a tener, si el único animal que conoce es el ‘perico’? ¿Ese raro animal que nadie llama por un nombre concreto pero que todo el mundo huele hoy en Fosa Común y, por su cuenta, más allá de los confines? ¿Y que al que huele demasiado le hace sangrar la nariz y le pone la lengua pastosa y luego, como los vecinos de que le hablé salen a gritarle a uno, que es heterosexual: “Viejo tal por cual, ¿quiere que nos lo ‘c…’”? Y yo me pongo colorado, pero no por lo que piensa el morbo ajeno, sino por la crudeza del lenguaje que me hace sentir vergüenza impropia, máxime cuando eso pasa a las dos y media de la madrugada y llamo a la policía y la policía ni se sonroja, me tira el teléfono y viene a la casa equivocada, es decir, a la nuestra y, de ñapa, me dice que por qué llamé ‘a la totuta policía’, óigase bien, con ese tono pueril. Me lo dice y enseguida la misma policía sale disparada de la casa, como un criminal: sin que nadie la persiga. Por eso, ya no creo en ella, la evito, le tengo miedo. Y eso que yo no le tenía miedo a nadie, porque si no, no podría amar tan libremente como lo hago. Bueno, con limitaciones, desde que ya este mundo es solo bazofia. O esta cuadra con el lumpen-maricariado, el jíbaro del semáforo, misiá Very Calumnia. Y añadí: “Ojalá pronto Ud. se vaya de aquí, si tiene una pizca de decencia, dignidad, honestidad consigo mismo, já.”

Así, el día que pasó por la casa, me vio leyendo y me llamó ‘psicópata’, le dije: “Mire, el problema de pelear con usted, es como el de pelear con un cerdo: uno termina hecho mierda y el cerdo cagado de risa. Lo que, no se haga ilusiones, aquí es lo contrario: yo soy el muerto de risa, pero vivo, mientras usted es el cerdo, el mal cerdo (como el inepto subpte.), que cree que se ríe de mi esposa y de mí. Lo siento. Y ahora sí puede irse por donde vino, calumniador, antes de que llame a sus amigos policías. ¿Me oyó? Espero haber sido claro sobre quién es el marrano y quién el que puede seguir riendo como un jilguero, así no tenga ya la dentadura perfecta, pero sí la esperma urgente, aunque ya ni Heredia ni yo nos ufanemos de la idea. Y, para terminar, ¿ya buscó en el diccionario…? Solo le puedo asegurar que, si yo fuera psicópata, usted ya no estaría por aquí calumniando a sus vecinos que se la pasan leyendo”.

Hasta aquí, ‘todo bien’, diría El Pibe. De repente, recopilé, dada la conmoción. Todo daba vueltas en mi cabeza. El poema dicho al tontico, cuando juró que le golpeaba en el vidrio a su mujer, fue: “Mire, pendejo, devuélvase por donde vino y no venga con calumnias ni a sembrar cizaña ni a amenazar. Por querer dañar la relación con mi esposa, lo único que logró fue hacer quedar como una puta a su compañera. ¿No le da pena? ¿Acaso le consultó a ella lo que iba a decirme? Con esos 30 años que dice llevar por acá, ¿no es hora de madurar y no zaherir a quien le sirve? ¿No vio cómo miraba hacia abajo y se hacía la gringa? Antes de creer en el chisme, infórmese bien, no con Jéctor jíbaro, misiá Very Calumnia, el vecino que le sacó machete a mi suegra de 80 años, ni con los paracos llegados al barrio, ni con la policía, hoy más degradada/peligrosa que J. Balvin/Maluma con sus ‘sones’. Por último, no crea que, porque tengo habilidad para engañar y evitar ser engañado, soy ‘psicópata’, como dijo, sin razón alguna. Ahora puedo decirle calumniador, con argumentos. Psico/sociópatas sobran en este reino del revés, en esta narcoparaco dictadura que, a cada foro internacional, vía Varito, el subpte. va y miente porque ‘así lo querí’: pronto le harán una llamada y no tendrá que fingir ser ‘constructor’ o lo que sea, para seguir siendo lo que es: un paraquito citadino, como el de Cali: que nada tiene que ver con el que por un autogol la mafia varitense le dijo kaputt”.

Cuando el debate se ha perdido, la calumnia es el arma del perdedor. SÓCRATES

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata Olivella y Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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