Fracaso es un rótulo generoso para describir la gestión pública de este gobierno. Se fracasa cuando se ha hecho un intento con el fin de lograr un propósito y en lo que se ha invertido un esfuerzo considerable. Esa falta de iniciativa y recursividad para gestionar bienes de interés público se hizo aún más evidente cuando se aprobaron vacunas que están probando ser efectivas contra el avance del coronavirus.
La incorporación tardía y a cuenta gotas de Colombia a las campañas masivas de vacunación, que avanzan de manera creciente en la gran mayoría de países alrededor del mundo, parece haberle dado alcance a una torpeza más en la que se embarcó la administración Duque en su política internacional. Todavía se recuerda como si hubiera sido ayer el llamado del presidente colombiano, en el marco de un espectáculo aparentemente humanitario que organizó en la frontera con Venezuela, a que se conformara un cerco diplomático que ahogara el régimen de Nicolás Maduro, cuyos días, aseguró, “estaban contados”.
Desde entonces la zanja que demarcaría ese cerco se fue construyendo de tal manera que es Colombia la que se encuentra ahora enmarcada en un espacio cada vez más estrecho. Del Grupo de Lima que habría de ejecutar el aislamiento de Venezuela, al parecer solo queda Colombia. La región suramericana, con todo y que Brasil es el más afín a los lineamientos de Colombia, se está sacudiendo de un breve interludio en el que les había dado espacio a gobiernos más cercanos al neoliberalismo. La torpeza de la diplomacia colombiana trascendió su vecindario inmediato. La cabeza del poder ejecutivo incurrió en el gravísimo error de pretender influir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Además, sus voceros más estridentes, sin sonrojarse por su deliberada ignorancia histórica, también crearon un clima enrarecido en sus relaciones con Rusia.
De manera oficial, la administración Duque satanizó a Cuba y echó por la borda el complejo entramado internacional que se había levantado para respaldar, acompañar y vigilar los diálogos de paz con el ELN. Por esa vía, los tropezones diplomáticos igualmente afectaron las relaciones con países europeos. De manera paralela, tanto Inglaterra como Estados Unidos comenzaron a hacer preguntas relacionadas con el destino de los fondos que esos países habían facilitado para financiar la implementación de lo acordado en La Habana.
Llegaron, entonces, los anuncios de la producción y distribución de vacunas, justo cuando el gobierno colombiano había madurado un aislamiento internacional que lo ha convertido en un socio incómodo. No es de extrañar que, en sus anuncios de planes de vacunación, el ejecutivo colombiano haya sido confuso y contradictorio La vergonzosa campaña de autopublicidad de este gobierno solo es comparada con el recibimiento de jefe de estado que le brindó a Juan Guaidó cuando, en medio del matorral fronterizo con Venezuela y con los servicios de escoltas de la banda criminal Los Rastrojos, le tendió sobre la maleza una alfombra roja.
La vacunación contra el coronavirus en Colombia, al igual que un cerco diplomático que se anunció como si Colombia fuera un peso pesado en el concierto internacional, avanza de tal manera que sus efectos amenazan con ser contraproducentes. No solo tiene que transitar las rutas diplomáticas que el mismo alto gobierno ha torpedeado, sino que busca una cortina de distracción que la haga creíble. De poco sirve la fanfarria para despejar los temores sólidamente fundados de que la vacuna, es el señuelo para distraer al electorado en el 2022.
Solo falta que, así como Cuba contribuyó a salvar un proceso de paz, ahora saque a Colombia del embrollo de salud pública, porque Cuba creó para sí gracias a sus avances científicos que le han permitido desarrollar su propia fórmula de vacunación. Todo eso justo ahora que el gobierno insiste en ahondar su distanciamiento con Cuba, para mal de Colombia.