Primero: es hipócrita cuando se promueve como el candidato ideal, aquel que conoce los problemas de la ciudad y tiene la integridad ética que requiere mantener Bogotá. Carlos Vicente De Roux, de lejos, cuenta con esas dos cualidades deseables en un aspirante a la Alcaldía. Lo cierto es que sí no cuenta con el respaldo de los congresistas, concejales y ediles de su partido, estas características son insuficientes para ser un candidato ganador. Por esa falta de respaldo de facto renunció el candidato.
Segundo: la Alianza Verde es una amalgama, hasta ahora irreconciliable, de líderes, tendencias, ideales y afectos políticos contradictorios que lo termina rompiendo, lo cual es lamentable para un partido en construcción. De la manera como ha crecido, en la actual coyuntura, su corazón se divide entre los peñalosistas que aún quedan después de que tres exalcaldes (Enrique Peñalosa, Antanas Mockus y Lucho Garzón) le dieran oxígeno al partido cuando se unieron para reinventarse políticamente hace unos años; los progresistas de Gustavo Petro, que apoyaron su ascenso a la Alcaldía y que, no obstante, se aliaron insólitamente en 2013 al Partido Verde pese a que allí también estuviera uno de los principales críticos y opositores de su alcalde: Enrique Peñalosa; Los afectos al Polo Democrático Alternativo, algunos de quienes provienen del progresismo de Petro, que se escindieron del Polo a raíz de la vinculación del exalcalde Samuel Moreno al carrusel de la contratación de Bogotá y que hoy se inclinan por apoyar a Clara López; los partidarios de Rafael Pardo, que son una mezcla extraña de verdes que venían de antes, que son pragmáticos y que prefieren esta opción inicialmente vista como ganadora.
En medio de este panorama, figuras destacadas de la Alianza Verde como Claudia López tratan de armonizar con mucho esfuerzo y construir un proyecto colectivo que, por lo ocurrido con Carlos Vicente de Roux, no se pudo consolidar en la actual coyuntura en Bogotá.
La Alianza Verde adolece, además, de un genuino contenido programático que realmente enarbole la bandera de la defensa de los asuntos ambientales en la ciudad y el país y que lo traduzcan sus representantes en corporaciones públicas.
Tercero: las reacciones de pesar del resto de aspirantes a la Alcaldía de Bogotá por la renuncia de de Roux simplemente son una manera de quedar políticamente en el sitio correcto, cuando realmente lo que esperan es canalizar los votos que su vacío deje de la manera más efectiva, a puertas de las elecciones. En su carrera por la Alcaldía, simplemente es un candidato menos por el cual preocuparse.
Cuarto: realmente con la marginación de candidatos del talante de Carlos Vicente de Roux pierden los ciudadanos una excelente alternativa por la cual decidir. En lo que se puede percibir de las encuestas, parece que en esta coyuntura las mayorías bogotanas prefieren inclinarse por figuras ya conocidas en la administración pública, y no por personajes nuevos como sí se arriesgaron cuando votaron por Antanas Mockus.
