El propósito de este artículo es desarrollar cuatro razones que nos hacen ser pesimistas sobre el futuro de Colombia. En un próximo artículo vamos a desarrollar cuatro razones que nos hacen ser optimistas.
- El país se ha vuelto ingobernable: Buena parte del problema de la economía en Colombia radica en que nadie sabe realmente quién manda: ¿La Presidencia? ¿Los ministros? ¿Las agencias nacionales? ¿Las altas cortes? ¿El Congreso? ¿Las gobernaciones y en las alcaldías? ¿Las corporaciones autónomas? ¿La Autoridad de Licencias Ambientales, Anla? ¿Las comunidades indígenas y afrodescendientes? La respuesta es que todas mandan, pero es un poder precario y efímero porque lo que dictamina una generalmente anula lo que dictamina la otra. Y es una regla inexorable que donde todos mandan, nadie manda.
Como hemos afirmado en ocasiones y artículos anteriores, la Corte Constitucional ha sido explicita en afirmar que son los alcaldes los que deciden si puede o no puede haber en sus respectivos municipios todo tipo de actividades y en especial las explotaciones mineras. Dado que Colombia posee 1122 municipios, lo que la Corte ha creado son 1122 ‘Reyezuelos’ que en adelante van a decidir a su libre albedrío si permiten o no permiten el explotar en sus respectivos municipios las actividades económicas que supuestamente benefician y pertenecen es a todos los colombianos.
- La rampante corrupción: Como señalaba recientemente un connotado analista, los “recursos provenientes del Sistema General de Regalías, del situado fiscal para Salud, Educación, Deportes e Infraestructura básica son saqueados sistemáticamente por carruseles de funcionarios y contratistas. Todo ante la impávida mirada observante y complaciente de la clase política, dirigentes, directivos, gobernadores, alcaldes, concejos municipales, asambleas departamentales, congreso y entes de control. Estos últimos, fortines burocráticos cómplices, satisfaciendo apetitos políticos, en vez de luchar vehementemente contra la corrupción, el mayor flagelo de nuestra sociedad. Adicionalmente, buena parte de los funcionarios elegidos por voto popular acuden a créditos leoninos para financiar sus campañas, créditos que repagan adjudicando a dedo a los contratistas que los usureros les indican.
- La incapacidad de entender dónde radican los problemas del futuro: Por una razón que el autor de esta nota no entiende, buena parte de los dirigentes del país patológicamente rehúsan aceptar los cambios demográficos y tecnológicos. La migración del campo a la ciudad es irreversible. Según el Banco Mundial, de ser Colombia 64 % rural en 1960, en el 2015 es sólo 24 %. En el 2030 muy seguramente la población urbana será entre el 90 % y 95 %. Brasil y Argentina, líderes en la producción agropecuaria, aumentaron su población urbana en el mismo periodo de 46 % y 74% al 86% y 92 %, respectivamente. José Elías Melo, en un artículo en Dinero, afirma: “La estructura de productividad de las economías es hoy en día muy diferente a la que existía en los 60. Cuando nacieron las Farc no había internet, ni celulares, ni computación en la nube. Hoy la potencia de la información, la globalización de los factores y la apertura de los mercados hacen que el acceso a la tierra no sea la punta de lanza del crecimiento económico ni del desarrollo social”.
- Los sesgos contra los creadores de riqueza: Se ha creado en el país una especie de acuerdo, en algunos casos tácito y en otros manifiestamente abierto, de estigmatizar y perseguir a los empresarios, a los creadores de riqueza. Hoy en este país tiene mucho más prestigio repartir y distribuir riqueza, que crearla. No solo el Estado agobia con tributos, cargas, normas y regulaciones a todo emprendedor sino que se ha creado una parafiscalidad o alcabala paralela de todos aquellos que se sienten empoderados para bloquear las actividades económicas como son autoridades municipales y las comunidades indígenas y afrodescendientes. Hacer empresa en Colombia más que una odisea por la cantidad de obstáculos que hay que afrontar, se ha vuelto un viacrucis.