Cuatro opiniones sobre el voto en blanco

Cuatro opiniones sobre el voto en blanco

Por: Cristian Hurtado S
marzo 03, 2014
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Cuatro opiniones sobre el voto en blanco
Imagen Nota Ciudadana

 

Parto de aclarar que no pretendo defender el voto en blanco. Aunque en realidad el debate suscitado alrededor de este tema ha sido todo menos un debate franco, mucho menos fraterno y por tanto, superficial.
I

Un profuso intercambio de apelativos, entre quienes se definen a favor y en contra, ha sido la característica de la discusión, que no ha tomado la forma de un debate: no permite construir opinión, sino más bien construye prejuicio. Una primera conclusión del debate ante el voto en blanco en este panorama electoral ha sido la prominencia de descalificaciones: mediocres, electoreros, santistas solapados, corruptos e ineptos, son las resonantes definiciones que se cruzan en el debate: un mar de calificativos sin un milímetro de profundidad en el análisis.
II

Hechos como el clientelismo, la continuidad de “mafias electorales”, “delfines” ; el riesgo patente de la continuidad del paramilitarismo y la “mermelada”, son rasgos inherentes a estas elecciones, e incluso son los pilares del régimen político colombiano: la base desde la que se reproduce el hermetismo del sistema de partidos y participación política contemporáneo. Es preciso anotar que la correlación de fuerzas al interior del parlamento futuro incidirá en el desarrollo del proceso de paz, así como en la implementación de las llamadas “reformas de segunda generación” que profundizan el ordenamiento neoliberal, el extractivismo, tercerización y flexibilización laboral que caracterizan la perspectiva estratégica, de santismo y uribismo, en materia socio económica . Sea para denunciar y resistir, el próximo congreso será determinante para el futuro del país.

Claro es que el movimiento social y popular ha coincidido de facto en un aspecto: el desconocimiento del congreso como interlocutor válido, y su reconocimiento como actor ilegitimo – salvedad de congresistas cercanos al campo popular, pero minoritarios -: todas las movilizaciones, desde la MANE en 2011, el paro agrario, los camioneros, y la reforma a la justicia han seguido dicha senda, y en los momentos que el congreso ha participado de dichas contiendas, ha sido peor para su imagen, nunca ha salido bien librado.
Sin embargo, es cierto que quienes aseguran que el congreso puede ser tribuna de denuncia tienen razón. Como también lo es que reducir la acción, o la prioridad, a la participación en el Congreso de parte de cualquier actor implica una idea pobre, o empobrecida, de participación política. Así mismo, es una posición que se muestra abstraída de la dinámica opositora en Colombia, que hoy asume las calles y la organización popular como sus escenarios privilegiados e incluso sus claves de victoria.

Más de 1000 candidatos a congreso ponen de presente una cosa: el voto en blanco a elecciones parlamentarias difícilmente será efectivo. La cantidad de curules a designar, la cantidad de candidatos, de maquinarias en juego, y la importancia del escenario no remiten una perspectiva positiva al voto en blanco en las elecciones legislativas. Es difícil que el voto en blanco derrote a todos los candidatos; en esa perspectiva, los actores más fáciles de derrotar, dado el profundamente excluyente y desigual ordenamiento electoral, serán justamente los actores alternativos: MAIS, PDA, UP, Poder Ciudadano y algunos actores de la amorfa Alianza Verde.
III

En ese orden de ideas, el voto en blanco, de tener, tendría mayor efectividad en elecciones presidenciales. Sin embargo, la pregunta en este punto es ¿qué significa el voto en blanco?

Se ha dicho que ha sido promovido por diversos actores, algunos con intenciones poco claras. A excepción del sector que plantea el debate de las inexistentes garantías, y el agotamiento del régimen político así como el voto en blanco como apuesta por una Asamblea Nacional Constituyente, no es precisa la caracterización y objetivos de los demás que lo impulsan, más allá del mensaje de rechazo y protesta ante la ilegitimidad de la política colombiana por parte, particularmente de Gustavo Bolívar.

De ello, de la variedad de actores y mensajes promoviendo el voto en blanco, no se puede colegir que la inclinación al voto en blanco corresponda plenamente a una de dichas corrientes de opinión – entre otras cosas por lo incipientes -. Por ello la imprecisión de los calificativos, e incluso lo contraproducente y arrogante de los juicios emitidos en contra del voto en blanco y de quienes han optado por éste más allá de sus promotores es evidente.

Considero se trata de una expresión, quizá básica y reactiva pero no por ello prescindible, de rechazo, apatía o desidia ante el sistema político. Al fin de al cabo, incluso el sentimiento de apatía hacia el escenario electoral es un hecho de importancia política, más aún para quienes buscamos forjar alternativas.

La dinámica de movilización social y popular; los reiterados escándalos de las instituciones estatales, partidos políticos; así como la desesperanza para cualquier opción alternativa de poder garantizar su participación producto de destituciones, detenciones arbitrarias, asesinatos y persecución. Todos estos hechos desde luego que inciden en generar desidia, apatía. Incluso, es parte del objetivo de dicho comportamiento contra el movimiento social, popular y político alternativo: imponer distancia del poder constituyente de los asuntos políticos, mediante la fuerza y la aniquilación, mediante la generación de desidia, conformidad y apatía.

Así, el voto en blanco no vino del cielo. Es el resultado del proceso de movilización social y popular; así como cristaliza el nivel de sensibilidad, positiva y negativa, que sectores de la sociedad colombiana han alcanzado en estos años. Es decir, es una manifestación colectiva, y como tal, debe ser, antes de juzgada aproximada y comprendida. Mucho del hacer de sectores alternativos han impulsado, indirectamente, el voto en blanco como fenómeno social.

Así, el debate sobre quienes planean votar en blanco, más allá de quienes lo impulsan, radica en poder lograr convergencia entre las expectativas, frustraciones y exigencias de estos con un proyecto social y político de transformación política, social y cultural en el País. Los votantes en blanco no pueden ser enemigos a derrotar por la izquierda, al contrario, debe ser actores a convocar a asumir una posición activa, vehemente y correspondiente con la razón de su acción: pasar de la crítica al sistema político, a la crítica práctica del mismo. Si hay un mensaje presente en el voto en blanco, o de los votantes, dicho mensaje no debe ser destruido a menos que se considere únicamente el hecho de perder votos perdiendo de vista la cuestión de ser gobierno, de ser poder y forjar una alternativa unitaria de cambio – para lo cual incluso dichos votantes se convierten en actores a tener en cuenta. Es decir: los votantes en blanco no pueden leerse como eso, como votos; deben leerse como actores sociales, y dada la vigencia del tema, incluso como actores políticos.
IV

El desarrollo del proceso de paz, reconociéndolo como proceso, dada la relevancia e incidencia que ha tenido la mesa de la Habana – así sea cerrada por los medios y portavoces políticos – en la política nacional, ha abierto debates esenciales en el país: como nunca la reforma agraria, con todas sus visiones, se ponen de presente en el debate público y académico. La cuestión del poder, la participación política, garantías para la oposición, persecución a actores alternativos; así como la legalización y el problema del consumo y producción de cultivos de uso ilícito, son temas de actualidad y vigencia: yerra el análisis el que no note la relación de estos temas con la agenda de la Habana, o el que pretenda invisibilizar el impacto de la misma en la coyuntura política; se trata con seguridad del hecho político más importante de la década – y adquiere mayor impacto con las la posibilidad de iniciar diálogos Gobierno ELN, hecho supeditado a la voluntad política del gobierno.

Este aspecto refiere que en medio de la preocupación del voto en blanco, pareciese se diluya, o salga de la agenda política, la cuestión de ser poder: la cuestión de forjar unidad de los actores que claman transformación; de dimensionar los aspectos que debemos transformar, y converger en el mecanismo que corresponda a la magnitud de las transformaciones que a diario buscamos.

Considero que esta valoración, el reconocernos y ser consecuentes con nuestra vocación de poder, transformación y edificación de una nueva sociedad que en el marco del proceso de diálogos de paz asume el carácter de una nueva sociedad de paz basada en la justicia social, implica una mirada distinta a los votantes en blanco, menos prevenida, más comprensiva. Ello como paso en clave de aunar esfuerzos por la transformación, siendo esta la prioridad más allá incluso del espacio electoral: ¿por qué no intentar que quienes votarán en blanco se encuentren con quienes no - pero mantienen una actitud crítica ante la realidad del país – en la asamblea nacional constituyente? ¿Por qué no intentar que quienes decidan no votar en blanco, y apoyar las opciones democráticas, no se sientan invitados solamente a votar, sino a decidir y edificar la A N C? e incluso ¿por qué reducirnos a votantes, votantes en blanco? ¿Por qué no apostar a hacer de los abstencionistas actores socio políticos transformadores?

Huelga reconocer dos cosas: la izquierda dirá que es su camino resolver estas preguntas, pero los más recalcitrantes anti voto en blanco pareciesen olvidar esta cuestión - entre otras cosas por su insistencia en el asunto -; en segundo lugar, el 10 de marzo, con un nuevo congreso elegido, la unidad ante Santos y Uribe, la unidad por la paz - forjada con multiplicidad de actores, expresiones y mensajes – la unidad unitaria, será aún más importante para la izquierda: tercería, voto en blanco, abstención, todas juntas, una sola, o combinadas, la unidad debe forjarse. En ello consiste hoy no perder de vista ser alternativa real de poder, y se conscientes del papel que juega la Asamblea Nacional Constituyente en la reconstrucción de un país que avance hacia la justicia social: los hechos ponen de presente que ni Santos, ni Uribe serán los motores de la paz. En eso radica la real disyuntiva.

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