Todos sabemos que Colombia es un país de fundaciones sin ánimo de lucro, y conocemos los beneficios sociales que aportan a los más necesitados. Basta pensar en La Fundación Corona, La Fundación Sofía Pérez de Soto, la Fundación Cardioinfantil, la Fundacion Fraternidad, la Fundación Éxito, solo para citar unas cuantas. Organizaciones que nacieron gracias a la sensibilidad de alguna persona con influencia o medios económicos, y que han prosperado mediante los aportes de particulares y de la empresa privada, cada día más consciente de la necesitad de impactar con su ayuda a sectores desprotegidos de la población, en algunos casos con aportes estatales. Fundaciones que llegan allí donde no siempre llega el estado, cumpliendo funciones que éste descuida debido a la ignorancia, a la negligencia, a la corrupción, al desorden administrativo.
Existe desde hace diez años en Medellín una de estas organizaciones, de bajo perfil y nombre sugestivo, Secretos para contar. Iniciada a raíz de un regalo de textos relacionados con la agricultura y el medio ambiente a un grupo de familias campesinas, momento en el cual se vio la posibilidad de crear una dinámica de fomento a la lectura en hogares donde por regla general no había un solo libro. Se comenzó entonces con la producción, edición e instalación de una enciclopedia familiar rural, orientada a la educación integral. Ese fue el primer paso de un proyecto de educación no formal que comprende a grandes rasgos un trabajo editorial, encuentros con maestros y familias campesinas alrededor de la lectura, talleres de maestros.Los libros se entregan en grupos de a tres títulos a familias rurales vinculadas al servicio educativo oficial, con títulos como Cuentos y pasatiempos, Planeta vivo, Tiempo de hacer. Las trilogías están compuestas por un libro de relatos, y dos de conocimientos útiles y desarrollo de las facultades cognitivas. La fundación ha pasado a ser, entre otras cosas, una gran empresa editorial que ha producido y distribuido cuatro millones de libros, programas radiales a través de casi cien emisoras para la difusión y mejor aprovechamiento de los mismos, talleres y cartillas como guía para los maestros rurales que utilizan los textos como material escolar, además de la instalación de una gran red para la entrega y difusión de dichos materiales en apartadas veredas.
En la actualidad, Secretos para contar atiende a la totalidad de las familias rurales antioqueñas y se extiende a otros lugares del país gracias al interés que ha despertado en Acción Social y en la Red de Seguridad Alimentaria con el apoyo de empresas de dichas regiones, además de una alianza con ICBF que entrega a las madres comunitarias uno de dichos libros, dedicado al crecimiento y desarrollo de la primera infancia.
¿Cuatro millones de libros en el campo? Sí. Cuatro millones de libros que son hoy orgullo de familias que hasta ese momento ni soñaban con tener uno. Cuatro millones de libros que han hecho que al menos un miembro del grupo familiar aprenda a leer. Cuatro millones de libros que ayudan a dignificar a los campesinos. Cuatro millones de libros que utilizan el mejor papel, el más atractivo diseño, las más bellas ilustraciones, y en cuyos contenidos participan educadores, científicos, poetas, médicos, escritores, ilustradores, sicólogos, además del formidable equipo de la fundación, compuesto por un grupo de jóvenes que visitan desde los municipios en las goteras de la ciudad, hasta alejadas veredas a las cuales deben llegar en jeep, a pie, en moto, a lomo de mula, en canoa, en chalupa, en garrucha, en medio de aguaceros y granizadas, bajo un sol calcinante, desafiando la selva, los páramos, los lodazales, los precipicios. Jóvenes colombianos que tienen la capacidad para leer, entender, admirar y respetar a la comunidad de los apartados lugares que visitan. Jóvenes conocidos en el campo como “los de los libros,” que llevan consigo una esperanza. Gracias a ellos estas familias, que ya cuentan en su gran mayoría con una pequeña biblioteca de doce libros, se familiarizancon el conocimiento y se permiten soñar con los beneficios de la educación.
Cuatro millones de libros en el campo. Parece mentira, pero es así. Con el tiempo la cifra crecerá, aunque los niveles no serán nunca los deseados, sin la ayuda del estado. Ojalá que además de libros, diccionarios, lentes, programas radiales, se le ofrezca al campo una verdadera terapia de choque con infraestructura vial, puentes, acueductos, luz eléctrica, hospitales, escuelas, parques recreativos, buenos maestros, nutrición para la primera infancia, vacunación, orientación para los padres de familia, incentivos agrícolas, creación de cooperativas. Parece mucho, y en realidad lo es. Pero también es lo justo.
Aún no sabemos si las Farc quieran la paz. Es posible que se llegue a la tan anhelada firma, es posible que no. Pero en cualquiera de ambos casos, hay que volver los ojos hacia los campesinos, entregándoles aquello a lo cual tienen derecho. De lo contrario, de nada servirá firmar un papel, porque será solo cuestión de tiempo hasta que aparezca otro grupo armado con un nombre diferente en el brazalete, el mismo camuflado, la misma capacidad de destruir, la misma frustración, alimentada por la falta de esperanzas.
Cuatro millones de libros en el campo. Un buen comienzo.