Sara Yolima Salazar, ¿les suena ese nombre?, ¿no? Pues ese nombre ahora hace parte de la lista de menores de edad que son asesinados de manera cruel en este país donde las leyes dan risa.
Este nombre pertenece a una niña de tan solo tres añitos, y que pese a su corta edad, en su acta de defunción se dice que tuvo trauma craneoencefálico severo, múltiples heridas en pecho y tórax y cortadas en ambas piernas hechas con arma blanca. Además, le habían amputado parte de su dedo anular, estaba desnutrida y con signos de violencia sexual.
¿Cruel la descripción? Cruel es que a las personas que cometen este tipos de actos no les dicten cadena perpetua, cruel es que a estos psicópatas se les permita rebaja de penas, cruel es que NADIE se haya dado cuenta que a este angelito se le venía maltratando de mucho tiempo atrás, cruel es que estos casos se sigan presentando.
Sara Yolima, o Sarita como le conocían, a duras penas aprendió a hablar y de de golpe tuvo que enfrentarse a una sociedad enferma e indolente.
¿Cuántas Yuliana Samboní y Sara Salazar deben morir para que la "justicia" actúe con todo su peso?, ¿será que el hecho de que eran niñas de estratos bajos influye? Porque si la memoria no me falla, ¿a Rafael Uribe no le aplicaron la rebaja de pena? Claro, debemos anotar que este psicópata es de familia adinerada. Por el contrario, muy seguramente a los culpables de la muerte de Sarita si le caigan con toda, pues parece ser que ellos pertenecen a la misma "escala social" de la víctima.
Otra niña más a la que le fallamos. Perdón Sarita, perdónanos porque en este país llamado Colombia los políticos no han sido capaces de poner la cadena perpetua como única salida a los violadores, sobre todo a los de menores de edad. Perdona a este país donde más de uno se escandalizó cuando pusieron vallas con los rostros de violadores. Perdona a este país donde se marcha en contra del matrimonio igualitario, pero nadie marcha para pedir cadena perpetua a violadores. Perdónanos porque hay víctimas que tienen más valor que otras. Perdónanos porque hay victimarios que son juzgados, no por la atrocidad del crimen, sino por la calidad de la cuna en la que fueron criados.