Nuestro país vive en un constante dilema moral, y hasta hipócrita a veces, sobre lo que en pleno siglo XXI significa el valor de la dignidad humana, la libertad de credos o el límite entre una mujer con 'valores' y otra 'con la pérdida de ellos'. Los anteriores ejemplos no son más que la muestra de la absurda y exagerada posición en la que los colombianos nos colocamos cada vez que nos enteramos del escándalo de turno, mucho más si en ellos están involucradas mujeres. Quisiera referirme solo al último ejemplo, que es el caso donde noto más pasividad en general, y por ende, mayor preocupación.
He conocido la historia de una mujer a la que llamaremos María*, quien como cualquier mujer permeada por crianza, cultura, telenovelas basura y educación, se enamora de un hombre, llamémoslo Pedro*, quien ya se encontraba en una relación marital con otra mujer, Rosa*, por varios años. Pedro se enamoró de (o enamoró a, dependiendo de la visión de cada uno) María y durante tres años le prometió dejar a su esposa para conformar un nuevo hogar con esta. Cabe resaltar que María es una mujer profesional, emprendedora, independiente que, según me cuenta, nunca tuvo intenciones de pedirle a Pedro que se separara. Es decir, ella quería terminar su carrera de posgrado y llevar una vida independiente, totalmente realizada sin una pareja o relación formal.
Hasta aquí todo marchaba según lo acordado por ambos. En el trabajo de María todo iba de maravilla, pero luego Pedro comenzó a sentirse incómodo con ella, por su naturaleza libre de ella y por la falta de intenciones de estar con él de la manera que pretendía. Además, como sus familiares y amigos allegados confirmaban, vivía una relación con Rosa de muchos problemas. Según cuenta María, era un matrimonio lleno de humillaciones, peleas y reproches, pues Rosa es una mujer orgullosa de haberle dado todo lo que tenía a su esposo, quien llegó a ella sin tener nada de dinero o algo para ofrecerle.
Luego, en medio de ese cambio en su relación, Rosa se enteró (luego de 3 años de relación semi-pública) de la nueva infidelidad de su marido. María asegura que unos días antes tanto Pedro como ella habían dado por finalizada en buenos términos la relación, pero Rosa solo pensaba en una venganza. Así que comenzó a enviar audios por las redes sociales y mensajes de texto al número celular de María, diciéndole que iría hasta su trabajo, un colegio católico reconocido de la ciudad de Barranquilla, para hacerla despedir como fuera. María explicó que ella ya no tenía nada con Pedro y que aunque si bien era cierta la relación del pasado que Rosa alegaba, ellos ya habían hablado y ella respetaba la decisión final de Pedro de quedarse al lado de su familia. Cabe resaltar que durante los 3 años de relación extramarital, María nunca intervino en forma tendenciosa dentro de la relación de Pedro y Rosa.
Pero aquí comienza lo verdaderamente sorprendente de la historia: no solo fue Rosa a esta institución donde trabajaba María, en la cual nunca había recibido llamados de atención sobre su trabajo y en donde su labor fue en el último año exaltada, sino que en colaboración con una de las directivas de dicha institución, allegada a Rosa, se dirigieron a donde el padre rector para provocar el despido de María, el cual se dio de manera inmediata a las previas amenazas de la otra mujer. Peor aún, Rosa, de fuertes creencias sobre el matrimonio y el significado del adulterio, grabó dos videos: uno, donde Pedro se encuentra arrodillado al pie de una cama, llorando, pidiéndole perdón; y otro, donde el mismo Pedro habla de María y de la clase de mujer de 'poco valor' que ella era. Ambos videos comenzaron a ser publicados por Rosa a sus conocidos en su trabajo, contando ella también cómo había logrado que María fuera despedida de su trabajo.
María se dirigió a la oficina de su jefe, pero este le dijo que se reservaba los motivos por los cuales él decidía que no se le renovaría su contrato, sin permitirle al menos defenderse o refutar las causas por las cuales era despedida, y la citada mujer, directiva también de esta institución y allegada a Rosa, quien había sido mencionada por esta como futura cómplice de su amenaza, también lo negó todo.
María inmediatamente se remitió a la Inspección de Policía local para colocar el correspondiente denuncio, lugar donde se citó a ambas mujeres y donde Rosa confesó haber ido hasta la oficina del padre rector para comentarle sobre la conducta inmoral de su empleada. El inspector a cargo sacó un documento llamado 'fianza' y puso a firmar a las partes.
Luego de ese momento María pensó que todo había acabado, pero solo unos días después tanto Rosa como Pedro siguieron hostigándola, vía mensajes de texto, llamadas y hasta nuevas citaciones a la estación de Policía y Fiscalía, según ellos, porque su imagen estaba en boca de todos a raíz de la relación extramarital, por lo que exigían que cualquier material fotográfico de la pareja fuera removido de las redes, y que se aclarara que a María no la habían despedido por causa de Rosa sino porque la conocida directiva de la prestigiosa institución le había contado a ambos que María tenía un informe por una relación sentimental con un padre de familia, acusación totalmente falsa que usaron para desviar la atención de la indebida acción que Rosa había hecho.
María notó que la 'fianza' no sería válida pues ni detuvo las posteriores acciones en su contra, mucho menos cuando una de las citaciones a Fiscalía fueron de nuevo enviadas al nuevo trabajo de María. En su nuevo trabajo María enfrenta una nueva amenaza: lo que las otras mujeres ya hablan de ella. Y tanto la prestigiosa institución del trabajo anterior, de carácter religioso, que tanto pregona los valores de la honestidad, la paz y el amor al prójimo, como los mismos representantes de la ley involucrados en este caso, quienes afirman que es normal que a María le ocurra esto, mientras el pobre Pedro no lo es, por ser hombre, se convierten en vergonzosos cómplices, replicadores de una concepción machista, retrógrada de lo que debe considerarse justo o injusto para un ser humano, sin permitirle a María continuar con una vida tranquila. Definitivamente, en nuestra progresista,moderna sociedad colombiana, las mujeres seguimos sin valer nada.
Hoy todos los personajes de esta historia se deben sentir orgullosos en su doble moral, apoyados por la creencia colectiva de lo que es correcto y lo que no. Noto con gran preocupación cómo desde la mujer en reiteradas ocasiones engañada por su esposo, hasta los garantes de la convivencia, del cumplimiento de las leyes, los representantes de Dios en la tierra, y la sociedad en general, mandan a la hoguera de la época medieval a que se queme en las llamas del infierno a una mujer que ya ni siquiera la fianza la protege, pues el anteriormente mencionado inspector le dijo que no podía hacerse nada. Esto, porque el día que Rosa confesó haberla hecho despedir de su trabajo, no se había grabado ni documentado tal confesión, y que a él no le correspondía afirmar o desmentir lo que Rosa había contado en la audiencia,
En consecuencia, el camino para detener las futuras malas referencias hacia la imagen y el buen nombre de María se ve complicado y así, a cada lugar donde ella va, no es la mujer trabajadora, responsable, de llevarse bien con todos, sino la cínica 'quitamaridos' que no tiene derecho alguno en un país como Colombia. Ella debería poder defenderse en su calidad de mujer, de humana, con derechos como todos. Además, tendría que buscar que su nombre se limpie, no ser tachada por otras de su género por no ser la ama de casa sumisa, que por mandato divino tiene que conservar el hogar a costillas de un hombre vividor e infiel, no. En este país, las mujeres como Rosa son las dignas, y las Marías las condenadas a muerte.
Y por eso escribo su historia aquí, porque Colombia no puede seguir siendo un país de creencias, ideologías del pasado, sino de justicia, igualdad, respeto y derechos para todos. Y en especial, para las mujeres.
"Sigo esperando el día en el que las mujeres le den el valor que se merece a las mujeres".
*Los nombres fueron cambiados.