Hoy recordé a Sincelejo, esas épocas felices en el colegio, las fiestas, los trabajos, los amigos y recordé esas entrevistas vocacionales que nos daban los profesores que querían incentivarnos, no lo saben, pero soy un orgulloso egresado del Simón Araújo, un colegio publico de las barriadas del sur de la ciudad. Todas las charlas de finales de los 90´ siempre incluían una pregunta, cuando menos incomoda: ¿cómo te ves en 10 años?.
Hoy quiero incomodarlos, le pregunto a la sociedad en general: ¿cómo se ven en 10 años?. En medio de una pandemia, crisis económica, debacle en los precios de los comodities, freno en el ímpetu de consumo, en el sistema de producción, distribución y comercialización; caída abrupta en la tributación, en las finanzas e ingresos de todos los Estados, empresas, familias, y una aceleración abrupta del endeudamiento. ¿Cómo se ven en 10 años?.
Al final, la respuesta no era tan sencilla. No era un problema de visión, era de inestabilidad. Lo acepto, 10 años después, yo todo un medico graduado de una prestigiosa universidad de Medellín, le hacía la misma pregunta a adolescentes bachilleres pobres a quienes quería “estimular”; las respuestas seguían siendo iguales, una mezcla de fantasías y silencios, ambos influenciados por la Fe, ninguna por un sistema de planeación estratégica real.
¿Quién es capaz de planear estratégicamente en su adolescencia?
Pero, ¿Es solo un problema de los adolescentes?, estoy seguro que si logro que dos personas lean esto, habrá transcurrido hace mucho tiempo su adolescencia.
Pero, mis preguntas tienen un sentido y este va dirigido precisamente a la Pandemia por COVID-19.
Ya tenemos algunos datos del mecanismo fisiopatológico de esta enfermedad, sabemos que induce hipoxia (disminución de oxigeno en los tejidos), sabemos que genera cambios en la arquitectura pulmonar y cardiaca, sabemos que el SARS Cov 2 es mas contagioso y letal que los virus de Influenza, que son los que producen la mayoría de las gripes estacionales; sabemos, por tanto que necesitamos un sistema de salud continente para lograr un impacto en la mortalidad por esta enfermedad. Sin embargo, no he escuchado a nadie aun hablar de la morbilidad residual, es decir, de la cantidad de personas que no morirán, pero que quedaran con patologías crónicas, demandando servicios sanitarios, con mayor costo a la sociedad y con una merma importante en su productividad y expectativa de vida. Al fin y al cabo es una pandemia, hablamos de millones de infectados, miles de muertos y decenas de miles de enfermos.
¿Cuánto futuro estamos dispuestos a sacrificar por un presente incierto?
Hoy los gobiernos hablan de flexibilizar las cuarentenas, reactivar la economía. Pero, ¿cuántos sintomáticos con hipoxemia, quienes no morirán, terminarán por desarrollar patologías crónicas demandantes? ¿Cuánto representará para la sociedad mantener su asistencia en el largo plazo? ¿Cuánto le costará a los sistemas de salud?.
No me estoy refiriendo a esos mayores de 65 años del hoy, en quienes el virus es mucho mas letal, por el contrario, me refiero a los jóvenes que pasaron o lo harán por una sala de hospitalización o Terapia Intensiva; si, esos mismos que en un principio sugirieron abandonar a los viejos, esos que hoy hablan de la necesidad de producir, de salir a trotar, de volver a la vida “normal”, sin tener en cuenta que su afán de enriquecimiento pone en riesgo a otros. ¿Qué solución tendremos para ellos? ¿Les ofreceremos la misma vadera que ellos enarbolan hoy?, el abandono…